Capítulo 60.

649 20 2
                                    


Pov Windie.

¡Se van a enterar!. Cambio de marcha con la palanca de cambios. ¿Se pensaban que no me iba a enterar? Todo cuadra a la perfección.

- ¡Se van a cagar! - amenazo al aire.

Conduzco atenta. No quiero tener ningún accidente por estar enfadada.

En cuanto salgo de la carretera y me encuentro con la casa a un par de metros, bastante alejada frente de mi, me bajó rápidamente. Cierro el coche con las llaves y antes de nada respiro... Respiro hondo, preparada para cualquier cosa que venga o que me pueda pasar. Ando hacia la puerta principal, y presiono el timbre, como veo que no obtengo respuesta vuelvo a presionarlo con impaciencia. Como tampoco me responde nadie, decido dar golpes a la puerta, hasta que la abren y casi le doy a Abigail un puñetazo accidental en la cara.

- ¿Señorita Williams? - entro sin ser siquiera invitada a hacerlo.

- Hola, Abigail - miro a mi alrededor - ¿donde están?

- ¿Donde están quiénes? - me mira sin entender nada.

- Ellos, ¿dónde están? - me vuelve a dirigir una mirada de confusión.

- ¿Ellos? - repite - ¿Se refiere a los señores?

- Sí, exacto - me muevo, intentando poder verlos por alguna parte de la casa - ¿dónde están?

- Arriba - mueve el dedo señalando las escaleras.

- ¿Abigail? ¿Qué es todo este jaleo? - Arabela baja por las escaleras que señalaba hace apenas un momento la sirvienta - Oh, la pueblerina.

¿Acaso se cree estar en un palacio y ser la inmortal Reina de Inglaterra o algo parecido? ¿Pueblerina? Ni que ella fuera de la realeza en Italia.

Me escanea con la mirada, parándose justo en un escalón, no muy lejos de Abigail y yo.

Veo como bajan a su lado Georgina, Angelo y el comisario, que al verme su semblante se convierte, si  acaso es posible, más serio.

Y yo me pregunto dónde está Karen, seguramente se habrá ido a alguna reunión de la universidad o algo parecido.  Y también me pregunto porque todavía siguen Georgina, Angelo y Arabela aquí, si deberían de haberse ido hace un mes, según ellos "se quedaban para descansar de tanto trabajo". Y "descansar del trabajo" se refieren a sentar sus culos en la silla de un despacho y mirar a las musarañas mientras que sus empleados les hacen el trabajo.

- ¿Que haces en mi casa? - el comisario pone la voz ronca, intentando así intimidarme.

- ¡He venido a pediros que me dejéis en paz! - replico, mirandolos uno a uno.

Bajan lentamente las escaleras, sin apartar la mirada de mi.

- Abigail, - la voz de Arabela llamando a la mujer con desprecio hace que recuerde que aún no estamos solos - vete de aquí.

- Señora, no creo que sea... - la interrumpe Arabela, gritándole.

- ¡Vete ahora! - Abigail asiente y agacha la cabeza, y obediente, se marcha.

- ¡No la chilles! - mi furia va en aumento - ¿quién se cree que es para hablarle así?

- ¡Soy su jefa! - alza la barbilla.

- No, - niego con la cabeza - no es su jefa y aunque lo fuera no tendría el derecho a hablarla y tratarla de una forma tan cruel y despectiva.

- Pues se tiene que aguantar - se rie, mirando el camino por donde se ha ido la empleada.

LA FRATERNIDAD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora