Capítulo 36.

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Pov Windie.

No me sorprendió que Adam estuviera siguiéndome. Noté como me miraba con curiosidad desde el sofá justo antes de irme de casa y en ese momento supe por su mirada de ojos verdes que estaba maquinando algo en esa cabeza que tiene. Aunque aún siga irritada con él decido que venga conmigo a visitar al abuelo Jhon, al fin y al cabo es su nieto y él es su abuelo, tiene todo el derecho de venir conmigo si quiere.

Noto como se tensa ante mi tacto al rodearle la cintura para sujetarme bien. Arranca la moto y sale disparado calle abajo, el viento choca contra el casco y me siento libre. Me encanta ir en moto. Lastima que la mía todavía esté en el taller. Muchas veces he ido a visitar al abuelo Jhon para desahogarme de mis pensamientos y sentimientos, esa era mi intención al ir hoy a visitarlo. Quería desahogarme de las imágenes y los recuerdos, el abuelo Jhon siempre ha sido bueno en darme consejos al visitarle y comentarle lo que me asustaba o atormentaba por las noches en los sueños.

El abuelo Jhon era como... Mi via de escape. Me ayudaba en darme consejos y a olvidar por un momento mi desgracia. Él sabía lo que sentía, lo sé. Sé que me comprende y me entiende, sabe lo que es el haber perdido a alguien que amas.

Mañana tendré que visitarle otra vez para contarle todas mis dudas, a no ser que Adam se aleje lo bastante como para que no escuche nuestra conversación, no quiero que se entere de nada de lo que le pueda decir al abuelo Jhon.

Aparca la moto justo enfrente de la residencia. Me bajó del asiento de atrás y me quito el casco de la cabeza. Adam me copia la acción y hace lo mismo que yo, le tiendo el casco, lo coge y los guarda en la moto.

Empezamos a caminar hacia la entrada de la residencia o palacio como lo suelo llamar yo. En realidad el abuelo Jhon no está enfermo ni nada parecido, lo único que quería él era que hubiera personas que lo cuidaran, la residencia era la última opción, hubo un tiempo en el que se fue a vivir a la casa de su hijo y su mujer, los padres de Adam, pero los dos trabajaban y no podían encargarse de él tan bien como lo hacían los enfermeros en el palacio.

Entramos en la residencia y nos dirigimos hacia Lea la mujer que apunta las visitas en el ordenador.

- Hola Windie - me sonríe.

- Hola Lea - le devuelvo el saludo - ¿qué tal está tu hija?

- Mucho mejor la verdad, dice el doctor que se a recuperado bastante rápido y estupendamente - me informa. La última vez que vine hace un mes me dijo que su hija había cogido un virus que la hacía quedarse en cama todo el día - ¿Vienes a visitar a Jhon?

Asiento con la cabeza observando como teclea en su ordenador.

- Apunta también a Adam, por favor - su mirada se dirige al chico detrás de mi atendiendo a nuestra conversación.

- ¿Que tal ha estado mi abuelo? - pregunta.

- Creo que bien, pero dentro de unos segundos lo averiguarás por tu propia cuenta - coge el teléfono que se encuentra a la derecha y habla con alguien a través de él. Asiente con la cabeza al acabar la conversación y cuelga el teléfono.

- Ya podéis ir a verle, está en el jardín trasero, ya sabes donde - me guiña el ojo derecho mientras nos sonríe a Adam y a mi.

Caminamos por un pasillo mirando como varias familias hablan con grandes sonrisas o expresiones serias. Voy saludando de camino al jardín a todo aquél que conozca y que se nos cruza por el camino.

- ¿Como puedes conocer a tantas personas? - escucho como pregunta Adam con voz asombrada.

- Vengo mucho por aquí - me encojo de hombros girando a la derecha encontrándonos con un jardín extremadamente grande con varios sofás, sillas e incluso mesas de té desperdigadas por el brillante y cuidado césped verde.

LA FRATERNIDAD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora