14 |Los Peces son Amigos, no Comida|

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Dos semanas atrás, MyungSoo rompió las almohadas del sofá, rasguñó todas las cortinas y dormía todo el día, más de lo normal. Preocupado, decidí llevarlo al veterinario, que me dijo que mi bebé estaba con indicios de hallarse estresado debido a la escasa compañía que tenía, y que podía organizar una junta con algunos amigos para desestresarlo un poco. 

¿El resultado? Casi mato a palos a los otros híbridos que se dedicaron a jugar y corromper a mi lindo gatito. 

Así que le pregunté al veterinario qué otra cosa podía hacer, y me sugirió salir a pasear con MyungSoo a algún lugar, tratar de relajarlo un poco. 

Cuando le pregunté a MyungSoo dónde quería ir, me dijo que quería ir a mi cama y tener sexo hasta el amanecer. Por lo que tuve que buscar algún lugar al que ir, donde la pasara bien y yo no terminara con un infarto. El parque de diversiones, por lo tanto, quedaba descartado. 

Entonces, un día por la tarde, vi un folleto que llamó mi atención totalmente: habían acabado de renovar el acuario, con nuevas atracciones para disfrutar, y tomé mi decisión rápidamente. 

Aunque sacar de casa a MyungSoo no fue nada fácil. No cuando se aferró al marco de la puerta como si la vida le fuera en ello, para luego ir todo el viaje en mis brazos, con sus piernas rodeando mi cintura mientras se colgaba de mi cuello. Por supuesto, la gente me señalaba y soltaba risitas pequeñas debido a que en un momento MyungSoo comenzó a lamer mi mejilla a pesar de mis quejas. 

Finalmente, luego de una hora de viaje, llegamos al acuario, que ese día por fortuna no estaba tan lleno. MyungSoo solía odiar mucho las multitudes, y la fila no fue demasiado larga, por lo que todo estuvo bien cuando entramos. 

Hasta que MyungSoo vio al primer pez, me soltó, corrió y se pegó con el vidrio. 

No tuve que haberme reído, lo sé, pero fue inevitable. Más aún cuando maulló en señal de quejido, llevando su mano a su nariz, y luego pegó su rostro contra el ventanal, asustando al pececito. 

—¡No huyas, pez de mierda! —gritó MyungSoo siguiendo al pez a lo largo del ventanal, sin despegarse un poco. 

La gente lo miraba con expresión de sorpresa, e incluso una madre cubrió las orejas de su hija cuando MyungSoo volvió a gritarle al pez y comenzó a arañar el ventanal. 

—MyungSoo, no seas así con el pez, ¿qué te ha hecho? —regañé acercándome. 

—¡Me dio hambre! —protestó sin alejar su rostro del ventanal—. Yeollie, quiero comer pececito. 

—Bebé, aquí los pececitos no se comen —expliqué pacientemente—. ¿Qué te he dicho varias veces? 

—"Los peces son amigos, no comida" —refunfuñó mirándome con pena—. Entonces, ¿para qué me trajiste? ¿Esto no es uno de esos lugares donde puedo comer todo lo que quiera? 

—Quiero que veas todos los pececitos del mundo —le dije revolviéndole el cabello—. Además, hace mucho no tenemos una cita. 

Los ojos de MyungSoo se iluminaron. 

—¿Estamos en una cita? —permitió que lo tomara en brazos, abrazándome otra vez, y lamió mi mejilla a pesar de mi queja. 

—Claro —le besé la nariz, comenzando a caminar por el lugar—. Cuando acabemos iremos a cenar, ahora mira los lindos pececi– 

—¡Puta madre, eso es un aborto de monstruo! —gritó MyungSoo apuntando a un ventanal. 

—MyungSoo, no seas as– ¡SANTA MIERDA, ¿QUE DEMONIOS ES ESO?! —grité al voltearme y encontrarme con un enorme pez plano. 

MyungSoo siseó, mostrando los dientes en tanto el pez se movía por su piscina, ajeno a nosotros, y leí el pequeño cartel que indicaba su nombre: era un pez luna. Retrocedí, yendo por otro camino y alejándonos de ese extraño pez mientras MyungSoo se asomaba por mi hombro y seguía mostrando sus dientes de manera amenazante. 

Así pasamos toda la tarde, yendo de un lugar hacia otro, deteniéndonos a observar todos los peces que tenían en el lugar. MyungSoo se sentía extrañamente fascinado por los tiburones, pegándose al ventanal cuando el animal marino se acercaba a él, moviendo su colita de un lugar hacia otro, y yo no podía evitar sacarle fotos que guardaría durante toda mi vida. 

Aunque claro, no todo fue maravillas, porque en el acuario también había muchos niños, y una niña pequeña no pudo evitar agarrarle la cola a MyungSoo y tirársela haciendo que chillara, gritara y maldijera a medio mundo. Tuve que sacarlo de allí antes de que alguien resultara accidentado. 

Por último, lo llevé a la última función del día: la de los delfines, que se llevaría a cabo en el exterior, en una enorme piscina. Nos sentamos en las primeras filas y MyungSoo comenzó a jugar con un peluche de estrella de mar que le compré, al que apodó Atila el Huno. 

Creo que tendré que conseguirle un amigo a MyungSoo. 

Minutos después, el show comenzó, y MyungSoo observó con fascinación a los mamíferos hacer sus trucos mientras lo escuchaba reír, aplaudiendo como un niño pequeño. Me gustaba verlo así, tan relajado y feliz, porque MyungSoo se lo merecía. Podía ser gruñón y mimado, pero había traído mucha felicidad a mi vida desde que llegó a ella, además que solía mimarme también aunque no lo demostrara mucho. 

La entrenadora de los delfines pidió ayuda del público para alimentarlos, y MyungSoo levantó la mano, siendo elegido. Por supuesto, decidí acompañarlo por si llegaba a ocurrir cualquier cosa: MyungSoo siempre acudía a mí si había una emergencia, confiando plenamente en que yo lo cuidaría como fuera.  Y así sería siempre. 

MyungSoo me dejó al cuidado de Atila, amenazándome que si lo perdía me rompería las bolas, y lo vi acercarse al trampolín, llevando el cubo de pescados que la mujer le dio, indicándole como debía hacerlo. 

Sentí mi respiración cortarse cuando tomó un pescado, pensando que quizás comenzaría a decir que quería comérselo, pero entonces MyungSoo se inclinó y lo lanzó al agua, viendo al delfín agarrarlo de golpe. Casi lo podía ver rebotar en su lugar por la alegría.  Entonces, se puso de rodillas con un nuevo pescado en la mano, tendiéndoselo al delfín, queriendo tocarlo, y ocurrió la desgracia. 

El delfín atrapó el pescado y le pegó a MyungSoo en la nariz con su hocico. 

—¡PESCADO DE MIERDA, YA VERÁS QUE VOY A COMERTE HIJO DE TU BABOSO PADRE! —gritó MyungSoo furioso. 

Corrí para agarrarlo antes de que se lanzara a la piscina. 

Juro que el delfín se rió ante las palabras de MyungSoo. 

—¡VOY A ROMPERTE EL HOCICO DE BOTELLA QUE TE TRAES, PESCADO IDIOTA, YA VEREMOS QUIÉN SE RÍE DESPUÉS! 

Lo agarré por la cintura, sacándolo del lugar a pesar de que siguiera gritando, gruñendo y siseando. 

Pero fue una buena tarde, al fin y al cabo, porque MyungSoo se relajó y la pasó muy bien, aunque luego tuve que decirle que no le daría una pecera para su cumpleaños porque sabía que, tarde o temprano, se comería a esos pobres peces. 

¿No es lindo este gatito gruñón?

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