11 |Adorable Conejito|

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Tener dos híbridos en casa no es tarea fácil, ¿saben?

No cuando SungJong es un mimoso de pacotilla y HoWon es un pendejo hiperactivo que en lo único que piensa es en correr, jugar, y darnos conejitos a Jjongie y cerditos a mí aunque sabe que los dos somos hombres y eso es, bueno, físicamente imposible. Pero seguía insistiendo, y de vez en cuando tenía que salvar a SungJong de la calentura de HoWon, que era por lo menos cuatro días a la semana.

—¿DongWoo? —me preguntó esa tarde HoWon con una mirada de pena mientras yo veía un programa de televisión

—¿Qué ocurre, HoWon? —le dije distraído.

—¿Puedo darte cerditos a ti? —se subió sobre mi regazo, abrazándome por el cuello—. SungJong me mandó al diablo recién —sollozó como un niño pequeño.

Suspiré, acariciándole la cabeza.

—¿Qué hiciste ahora, HoWon? —le pregunté con paciencia.

HoWon se acurrucó contra mí.

—Estaba durmiendo y lo comencé a molestar, diciéndole que quería darle bebitos —hizo un puchero pero fruncí el ceño. Era normal que HoWon nos dijera eso, así que no entendía el motivo del enojo de SungJong—. Luego lo tomé de las mejillitas y le dije en broma que era mi lindo ratucán.

Ay, por el amor de dios...

SungJong odiaba el tonto apodo que le puso MyungSoo y de seguro HoWon se lo aprendió luego de haber conocido al gato amargado de SungYeol. Con toda probabilidad HoWon no lo dijo con maldad, sino con inocencia, creyendo que era un apodo cariñoso, pero para SungJong era una total ofensa porque odiaba que le dijeran de forma indirecta que tenía una nariz grande y dientes llamativos cuando no era así.

¿De dónde nació toda esa inseguridad de mi bebé? A SungJong lo criaron en un prostíbulo de híbridos, por lo que siempre les decían que se veían feos como eran y que el único amor que iban a conocer sería el que le entregaban esos sucios hombres de allí. Además, según lo que me contaba, les metían en la cabeza que mientras más lindos estuvieran, mejor los tratarían. Eso fue antes de que huyera de allí y un maldito hijo de puta abusara de él.

—Voy a hablar con él... —le dije a HoWon tratando de sonreírle, acostándolo en el sillón.

—No quiero que mi conejito me odie —dijo con la voz quebrada.

Le revolví el cabello.

—Tranquilo, SungJong jamás te odiaría —le besé la mejilla, poniéndome de pie, y caminando hacia el cuarto de SungJong para luego tocar la puerta—. ¿Bolita de nieve? —pregunté cariñosamente antes de abrir con cuidado.

SungJong estaba hecho una bolita sobre la cama con las orejas caídas, abrazando sus piernitas mientras ocultaba su rostro contra la almohada. Tranquilamente, me senté a su lado, acariciándole el cabello con cariño.

—¿Parezco una rata y tucán, DongWoo? —me preguntó mirándome de reojo.

—Claro que no —le di un pequeño besito en la frente—. Y aunque lucieras así, eres la rata y el tucán más bello.

SungJong no le encontró lo gracioso, porque me dio un golpe en el brazo.

Suspiré, recostándome a su lado.

—Sabes que HoWon sólo bromeaba —le dije abrazándolo—, él no encuentra que luzcas así. Él lo único que quiere es hacerte feliz y tirarle piedras a las ardillas del árbol, nada más.

SungJong se rió, ocultando su rostro contra mi pecho, permitiendo que le rascara una de sus orejitas.

—Por otro lado... —le pellizqué la mejilla, llamando su atención—, ¿crees que realmente dejaríamos de quererte si lucieras así? —me miró con pena—. HoWon y yo jamás dejaríamos de quererte, copito de nieve. Mira, piensa en lo que tiene que soportar SungYeol con MyungSoo, tú sabes lo gruñón, pesado y celópata que se pone ese gato, y aun así, SungYeol lo quiere. Soy incondicional hacia ti, mi amor, lo prometo, y HoWon también lo es.

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