16 |Todos Los Perritos Se Van Al Cielo|

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Cuando WooHyun era todavía un niñito, SungYeol me pidió que lo dejara un día con él y MyungSoo para que se hicieran amigos. No confiaba plenamente en mi amigo para cuidar de dos híbridos, porque todo lo que SungYeol tocaba perecía, sin embargo, luego de mucho insistir, acepté.

Nunca tuve que haberlo hecho.

Porque ese día lamentablemente MyungSoo entró en celo, y cuando recibí la llamada histérica de SungYeol de que fuera a buscar a mi pequeño perrito, no tuve más remedio que hacerlo.

Encontrándome con la perturbadora escena de un MyungSoo pequeñito abrazando a SungYeol por su pierna, sollozando y frotándose contra él en tanto WooHyun los observaba desde el pasillo con miedo. No sabía el por qué SungYeol no alejaba a su híbrido, pero lo supe al ver a MyungSoo enterrando sus uñas en el pantalón de mi amigo.

—¡¿Qué carajos está pasando aquí?! —grité espantado.

—¡No sé, MyungSoo no deja de abrazarme! —chilló SungYeol con horror.

Tomé a WooHyun en brazos, que procedió a abrazarme como si nada por el cuello.

—¡Está en celo, imbécil! —contesté fastidiado, caminando hacia la puerta.

—¡¿Celo?! ¡Eso no venía en las advertencias! —respondió SungYeol a punto de llorar.

—¡Yeollie! —lloriqueó MyungSoo sin soltarlo.

—¡Arréglatelas solos, nos vemos! —dije antes de cerrar la puerta. Escuché el grito de ayuda de SungYeol, sin embargo, tenía mejores cosas de las que preocuparme en ese instante.

WooHyun me miró con ojos apenados mientras bajaba las escaleras.

—¿Estás enojado conmigo, príncipe? —preguntó bajando sus orejitas.

—¿Por qué lo estaría? —le pregunté frunciendo el ceño.

—Creo que hice que MyungSoo se pusiera así, porque lo estaba tocando —contestó un poco avergonzado.

Arrugué los labios para luego negar con la cabeza, rodando los ojos.

—No tienes la culpa de nada —lo senté en el asiento del copiloto del auto, poniéndole el cinturón de seguridad—. Además, entre nosotros dos, SungYeol es un idiota y MyungSoo un niño caprichoso.

—Me daba miedo —comentó WooHyun una vez me senté a su lado, encendiendo el auto—, pero me caía bien —juntó sus cejas—. Aunque decía que el feo de Kumamon era mejor que el oso Ryan.

—Es un imbécil —le dije viendo su rostro iluminarse—, todo el mundo sabe que Mario es mejor.

WooHyun refunfuñó algo y se cruzó de brazos.

No sé por qué, pero mientras WooHyun me miraba desde su cama, con el rostro colorado, jugando con sus manos, no pude evitar recordarlo. Mi pequeño híbrido de perrito había crecido para transformarse en un hombre alto y torpe, pero seguía siendo un bebé en el fondo al que le gustaba ser mimado.

Y si bien a mí me gustaba ser mimado, eso no me impedía que yo también lo hiciera sentir lindo y amado.

—¿Qué ocurre, Hyunnie? —le pregunté cariñosamente, enarcando una ceja.

Me miró con el rostro colorado, avergonzado.

—Es un secreto —murmuró bajando la vista, tímido.

Me reí, sabiendo bien que WooHyun estaba comenzando a vivir su celo. Y si bien había celos en los que WooHyun quería ser el de arriba, en otros momentos sólo quería ser el de abajo. Para mí, los dos papeles, estaban bien.

—Oye, no podemos tener secretos entre los dos —regañé dulcemente—. Anda, dime qué es y voy a ayudarte.

Se mordió el labio inferior, nervioso.

—Sunggie, me duele la entrepierna —dijo apenado.

Mis ojos se dirigieron hacia ese lugar y abrí la boca al notar el bulto que tenía.

—¡Oh, es enorme!

No fue lo más sensato, lo sé.

WooHyun volvió a ponerse colorado.

—Me duele —murmuró como si quisiera llorar.

Oh dios, ¿por qué todo eso me estaba poniendo cachondo?

—Vaya —murmuré queriendo lucir impasible aunque no podía dejar de ver su bultito—. ¿Quieres que te ayude? —pregunté mordiendo mi labio inferior.

Extendió sus bracitos en señal afirmativa, asintiendo.

Suspiré, acercándome como si nada mientras él se acomodaba sobre la cama, abriendo y extendiendo sus piernas mientras yo me quitaba las zapatillas, procediendo a acercarme a él.

—Hyunnie, no te asustes por lo que haré, ¿bien? —le pregunté mirándolo a los ojos.

—Claro que no —dijo sonriendo—. Confío en ti.

Y con esas palabras, le abrí el culo de una.

¡Ah, se la creyeron, sucias, ¿no?! ¡¿Qué clase de pervertido creen que soy?!

No, sólo le quité el pijama junto a la ropa interior, haciéndola a un lado para tener mejor libertad en su cuerpo.

Y, sí, lo siguiente que hice fue comenzar a masturbarlo lentamente.

Los gemidos de WooHyun no tardaron en hacerse oír.

—¡SungGyu! —jadeó sosteniéndose de mi hombro—. ¡Mhn!

—Tranquilo —le dije sin dejar de acariciarlo—. ¿Se siente bien, Hyunnie?

Soltó un gemido bajo en señal de asentimiento, mi mano quedando sucia con el presemen que soltaba su polla, y aprovechando eso, la lubricación entre mis dedos, tanteé su entrada de forma superficial.

Chilló cuando presioné de forma superficial, mi otra mano siguiendo el trabajo manual.

—¡Duele un poco! —balbuceó entre gemidos, moviendo sus caderas para lograr llegar al placer.

—Ya va a pasar, Hyunnie —le murmuré al oído, sonriendo de lado al ver su rostro ruborizado y labios entreabiertos. WooHyun no solía ser el de abajo, eran contadas las veces que me permitía hacerle esto, pero era cada vez más adorable, sobretodo porque se juraba un hombre rudo y dominante cuando sólo era una bolita de azúcar.

Empujé otro dedo contra él, escuchando sus jadeos, y mis dedos tocaron su próstata. Lo supe al oír su gemido de placer.

Luego de eso no duró mucho, claro. Minutos después se corrió en mis manos y quedé todo manchado y pegajoso. Las piernas de Hyunnie no dejaban de temblar cuando se acurrucó a mi lado, tratando de recuperar el aire.

—¿Ahora te sientes mejor, bebé? —pregunté revolviéndole el cabello.

—Sí, se sintió como estar en el cielo —asintió de forma somnolienta para luego sonreír—. ¡La próxima vez te quiero a ti dentro!

Eso, niñas, jamás van a leerlo porque sólo yo puedo tener una imagen mental de esos días.

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