28 |Parto|

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—¡VOY A MORIR, AYUDA, MÁTENME Y QUEMEN MIS RESTOS POR FAVOR!

—MyungSoo, ya te pusieron anestesia.

—¡CÁLLATE, TÚ NO VAS A PARIR A CINCO DEMONIOS!

Levanté mis manos en señal de calma, consciente de que, aunque MyungSoo tuviera anestesia de la cintura para abajo, sería capaz de arrastrarse para romperme la nariz si trataba de minimizar su dolor –o show, para ser más claros. La doctora Hyerin estaba poniendo la sábana por encima de la cintura de MyungSoo para que no viéramos el momento en que comenzaran con la cesárea, y tomé la mano de mi gatito, que se puso más pálido de lo que ya era mientras comenzaba a respirar en señal de pánico.

—Voy a morir, voy a morir, voy a morir... —balbuceaba mirándome—. SungYeol, SungYeol, no quiero más bebés, estos los tiramos al río y seguimos follando con condón.

Miré a la doctora, que me observaba con una ceja enarcada, y acomodó el gorro sobre mi cabeza.

—¿La anestesia hace que se pongan más tontos? —pregunté con verdadera curiosidad.

MyungSoo enterró sus uñas en mi mano.

—Tranquilo, todos los híbridos entran en pánico cuando se les hace una cesárea —dijo Hyerin dejando de mirarme, comenzando a mover sus manos detrás de la sábana—. Una vez, una híbrida de conejo tuvo nueve hijos, y cuando comenzó la cesárea empezó a chillar que tenía el diablo dentro.

Miré a MyungSoo, que estaba con los ojos dilatados por el pánico, y le di un apretón llamando su atención.

—Hey, Myungie —le dije comenzando a acariciar sus mejillas—, ¿sabes que te amo con todo mi corazón?

Soltó un bufido.

—Claro que me amas, ¿quién no lo haría?

Pude oír la risa baja de la doctora, pero me limité a rodar los ojos, buscando que mi gatito se relajara un poco.

—Bueno —le di un pequeño beso—. ¿Sabes que amo de ti?

—¿Todo? —entrecerró los ojos—. ¿Acaso hay algo de mí que no ames?

Dios, MyungSoo me estaba sacando de quicio.

Volví a ver a la doctora.

—¿Segura que la anestesia no tiene efectos secundarios? —le insistí.

—SungYeol, si me sigues hablando, voy a mostrarte todos los órganos de MyungSoo —dijo Hyerin dulcemente.

Me volteé de forma rápida hacia MyungSoo, que estaba blanco como el papel.

—Voy a morir —sollozó MyungSoo—, y SungYeol criará a mis gatitos solo y con la zorra que fue nuestra vecina.

Pobre Ellin.

—Creo que Ellin tiene novia —le dije llamando su atención—. Gummi la conoció mientras nos ayudaba con la mudanza.

—Ya sabía que la oxigenada era rarita.

—Oh, ¿quién es el que está pariendo cinco gatos?

Me sacó la lengua para luego ronronear cuando le besé la punta de la nariz.

—Bueno, continuando con nuestra anterior conversación —proseguí como si nada—. ¿Sabes que amo de ti?

MyungSoo rodó los ojos, pero aun así, me miró de forma inquisitiva.

—Amo que seas tan gruñón —le dije dándole repetidos besos en su manito—, que me reclames por todo, que te guste dormir todo el día y andes de mal humor. Te ves demasiado tierno gruñendo —tomé sus mejillas y se las apreté a pesar de sus reclamos—. Eres mi pequeño y tierno gatito gruñón —otro beso en su mejilla ahora—. Es tu turno, di alguna cosa que ames de mí.

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