23 |Otro Gatito para MyungSoo|

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Cuando MyungSoo cumplió los dos meses de embarazo, ya tenía un estómago algo sobresaliente. No tan grande, por supuesto, pero si se notaba que estaba encinta, y, para sorpresa de todo el mundo, se volvió más cariñoso y refunfuñón que de costumbre.

¿Por qué lo sé?

Porque en ese momento, debido a que DongWoo tuvo que viajar de improviso a casa de sus padres, y no quería dejar a SungJong y HoWon solos, los dejó conmigo.

Y Kim MyungSoo, ese gatito que juraba odiar con todo su corazón a los conejos, le estaba dando un baño a un enfurruñado SungJong, lamiendo su brazo mientras ronroneaba con una sonrisa dulce y tierna.

SungJong me miraba como pidiendo ayuda, pero no podía –no quería– hacer nada, porque la imagen era demasiado tierna. Incluso HoWon los observaba con fascinación.

—MyungSoo, tu lengua es áspera —lloriqueó SungJong cuando MyungSoo lo tomó de la cintura, atrayéndolo a su regazo, y comenzó a frotar su cabeza contra el cuello del pequeño conejo—. Por favor, suéltame, prometo no molestarte más.

MyungSoo soltó un gruñido bajo, negando con la cabeza, y comenzó a "limpiar" ahora su cabello.

—Eres un bebé muy lindo, SungJong —ronroneó MyungSoo, aferrándose más al cuerpo de la pobre bolita de nieve de DongWoo—. Tienes que prometerme que nunca vas a dejar que nadie te toque como SungYeol me toca a mí, ¡eres un bebé todavía! Mi bebé.

Hoya se acercó, sonriendo con emoción.

—¡SungJong tendrá cernejos y zorrejos! —dijo HoWon con felicidad—. ¡Y podrán jugar con tus gatitos!

MyungSoo frunció el ceño.

—¡No, SungJong no tendrá nunca bebés! —regañó MyungSoo con materna protección—. ¡Le cortaré la polla a quién se la meta!

Hoya palideció.

Me acerqué antes de que comenzaran a pelear.

—Llamaré a DongWoo para que nunca regrese —dijo HoWon asustado.

—MyungSoo, tranquilo —dije sentándome al lado de mi gatito, que parecía estar asfixiando a SungJong con su abrazo—. SungJong no es como tú, ¿bien? SungJong no puede tener bebés.

SungJong hizo un puchero y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¡Cállate, tarado, lo asustas! —regañó MyungSoo mirándome con mala cara para luego comenzar a mecer a SungJong en sus brazos—. Tranquilo, bebé, no importa que no puedas quedar preñado, ¡yo te regalaré a uno de mis gatitos!

—¿De verdad? —preguntó SungJong volviendo a sonreír.

—¡MyungSoo! —grité escandalizado—. ¡No puedes hacer eso!

—¡Son mis gatitos! —gritó MyungSoo como un niño pequeño.

—¡Son mis hijos! —respondí.

—¡Ojalá no se parezcan a ti, serán muy feos! —MyungSoo me miró con una expresión de odio y rodé los ojos, negando con la cabeza para luego ponerme de pie.

Con cariño, tomé en brazos a SungJong a pesar de los reclamos de MyungSoo. El pequeño conejito me abrazó, tímido.

—Podrás venir a jugar con los niños cuando quieras, Jjongie —le dije acariciándole una oreja—. Hasta los puedes cuidar con Hoya, estoy seguro de que les caerás bien.

—¡Podremos asarlos, SungJong! —gritó Hoya sin dejar de sonreír.

—¡Les pones una garra encima, zorro de pacotilla, y te meto tu cola por el culo! —amenazó MyungSoo.

Hoya hizo un puchero, cruzándose de brazos.

—Yo quiero jugar con ellos —dijo SungJong con vergüenza, bajando la vista.

Y MyungSoo se convirtió en una bola llena de furia a una bola llena de amor otra vez.

—¡Claro que sí, bebé! —dijo MyungSoo quitándome a SungJong de mis brazos—. ¡Le pondremos a uno de los bebitos Jjongie! ¡Será Kim Jjongie!

—¡Kim Jjongie! —secundó SungJong con emoción.

—¡Kim Lee Jjongie! —gritó Hoya.

—¡Cállate, tú no juegas! —regañó MyungSoo.

No tenía corazón para decirles a esos pobres idiotas que los bebés llevarían mi apellido.

Lee Jjongie. Já.

Sí, cómo no.

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