1 |Olor a Perro|

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Sabía que estaba en problemas cuando cerré la puerta tras de mí.

Lo noté cuando MyungSoo dejó de hurgar en el refrigerador buscando la bendita caja de leche que tenía escondida porque solía tomársela toda en un día y me miró como si fuera la niña del exorcista, sus orejas levantadas en señal de peligro mientras su cola se tensaba.

Ver su cola saliendo por el agujero que torpemente le hice en su pantalón me relajó unos momentos, hasta que dio unas zancadas y su rostro se pegó en mi pecho.

—Hola, Myung–

—Hueles a perro, maldito humano —gruñó MyungSoo alejándose con una mueca de asco—. ¿Por qué hueles a un sucio y apestoso perro? —el híbrido me rodeó, sin dejar de olisquearme.

—Esa no es forma de sal– ¡MYUNGSOO! —se puso de rodillas, olisqueando ahora mi trasero y zona delantera, para luego alejarse fingiendo arcadas.

—Apestas a perro por todos lados, traidor —MyungSoo frunció el ceño, irritado, poniéndose de pie—. Anda a darte un baño mientras quemo esta ropa.

—¡Sólo acaricié a un perro! —protesté—. Era un perrito abandonado y me miró buscando cariño, ¿cómo iba a decirle que no?

—Así: fuera de aquí perro pulgoso, tengo un novio que es celoso —replicó MyungSoo entrecerrando los ojos.

Lo miré de forma incrédula, pero sabía que estaba hablando en serio por su rostro sin expresión alguna.

—¡Eso es horrible! —reclamé.

—¡Horrible es que tu novio llegue con olor a perro mojado cuando tiene una mascota aquí! —contestó MyungSoo mostrándome sus dientes.

—¡No eres mi mascota, eres mi novio! —refunfuñé cruzándome de brazos.

MyungSoo me miró en silencio unos segundos todavía con sus ojos entrecerrados, pero podía notar que ya no estaba tan molesto al ver el movimiento de su cola.

Entonces, soltó un resoplido irritado y se acercó, comenzando a frotar su rostro contra mi cuello. Era unos centímetros más bajo, por lo que hacer aquel movimiento no le era para nada difícil.

Sentí su lengua áspera acariciar mi piel.

—¿Qué... estás haciendo...? —balbuceé sorprendido.

—¿No es obvio, Yeollie? —el cabello de MyungSoo acarició mi mejilla mientras seguía frotándose—. Marco lo que es mío.

Por el amor a todo lo sagrado, ¿era posible que fuera más tierno? Iba a matarme de un infarto cualquiera de estos días si seguía comportándose así, todo celoso y gruñón.

Su cabeza comenzó a frotarse contra mi chaqueta y podía oír sus gruñidos de molestia al sentir el olor de perro, así que para relajarlo un poco lo acaricié detrás de las orejas. Adoraba que le hiciera mimos en esa zona, por lo que pronto empecé a oír sus ronroneos de placer.

No me molestaba su reacción, solía comportarse así todos los días, sin embargo, me descolocó por completo cuando se puso de rodillas una vez más y comenzó a refregar su mejilla contra mi pantalón.

Tragué saliva, tensándome, mientras sus manos agarraban mi trasero.

—MyungSoo, para, por favor... —murmuré en voz baja.

Pero MyungSoo se frotó una vez más, ronroneando, para luego alejarse con una sonrisa perezosa.

—No —contestó como un niño pequeño, restregándose una vez más.

Si seguía así no iba a hacerme responsable por mis acciones, por lo que debía alejarlo pronto antes de lanzarlo contra el sillón y lo follara (aunque si era sincero, a él parecía no molestarle eso).

Comencé a hurgar en las bolsas que cargaba y MyungSoo se alejó de golpe, levantando la cabeza con una mirada llena de esperanza, olvidando su tarea de torturarme.

Ahora me tocaba a mí jugar con él.

—¿Eso es... —humedeció sus labios— salmón?

—¿Lo quieres? —se puso de pie mientras sacaba el pescado envuelto en papel, asintiendo con expresión de hambre—. Bueno, si me das un besito, es todo tuyo —hice un gesto con mis labios, como si fueran una trompita, y esperé pacientemente.

MyungSoo me miró con la cabeza ladeada, moviendo sus orejas, y creo que estaba listo para morir en ese momento.

Entonces, MyungSoo me empujó y quitó el salmón de mis manos con una mirada de odio. Caí al suelo, quejándome, mientras mi horrible gato sonreía burlón.

—Vete con tu perro, SungYeol —contestó sentándose sobre la mesa.

Sip, mi gatito gruñón era todo tierno y lindo, un encanto de animal, pero con todo y eso, lo seguía queriendo igual.

—Eres tan malo, MyungSoo —fingí lloriquear desde el suelo—. Te traigo salmón y ni siquiera me lo pagas con el besito que te pedí.

—¿Cómo es que resultaste ser mi tipo? —gruñó MyungSoo arrugando los labios.

—Quizás porque te cuido, te alimento, te hago cariños, prácticamente soy tu esclavo —dije, y me senté en el sueño, señalándole mi lado para que MyungSoo se sentara junto a mí—. Merezco muchos premios, pero por la forma en la que me saludaste y me empujaste, te daré un castigo.

—¿De qué castigo estás hablando? —noté su cola moviéndose con impaciencia y me gruñó en advertencia—. Habla.

Fingí pensarlo un momento.

—... Nada de salmón por tres semanas. Así que disfruta ese salmón con toda tu pasión como fuera el último del mundo, MyungSoo, ¡a menos que me des un besito!

La mirada de MyungSoo se oscureció y empecé a temblar.

Voy a morir.

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

—Está bien, tonto humano. Te daré tu maldito beso, ¡PERO HOY NO ME TOCARÁS, MALDITO! —chilló, y se acercó a mí, agarrando mis mejillas, apretándolas con sus garras.

—¡Es-espera! ¡Las garras, Myung–! —me vi interrumpido al ser besado por mi novio felino.

Pero cuando pensaba corresponder, se alejó de golpe.

—Ahí tienes tu beso, ahora no me molestes.

Amo a mi gato gruñón.

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