10 |El Monstruito|

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Mi nombre es Kim SungGyu, pero pueden decirme Regina George, A.K.A. tu Rey y Patrón.

Si estoy escribiendo esto es para narrarte la maravillosa historia de cómo un ángel caído del cielo (o sea, yo), se ha dedicado al rescate y cuidado de un híbrido llamado WooHyun, o Nambito, o mejor conocido como el Dios de la Destrucción.

Las aventuras de tu dios SungGyu y su perro WooHyun comenzaron tres años atrás, una triste noche de invierno cuando me tocó sacar la basura del restaurante donde trabajo. Como soy el jefe de cocina de ese lujoso lugar –obvio, no pueden esperar menos de mí–, soy también el encargado de dirigir a todos mis subordinados y organizar los turnos. Lamentablemente, para mí y mis uñas, esa noche fue mi turno de ir al callejón y dejar las bolsas de basura, así que entre mis quejidos y maldiciones, arrugando la nariz ante el hedor que salía del plástico negro, salí al frío aire nocturno arrastrando la basura.

Fue entonces cuando lo vi.

Al perro más feo y monstruoso de la vida.

Bueno, no tanto. No me peguen, niñas, pero deben entender que estaba medio oscuro y WooHyun estaba lleno de tierra y basura.

Chillé como el príncipe en peligro que soy antes de levantar la sartén con la que casualmente andaba para defenderme del monstruo que creí que iba a atacarme, cuando habló con la voz llena de pena:

—¿Tan feíto soy?

—¡Madre santa, el arte de Picasso habla! —grité conmocionado.

El niño salió a la luz, y noté enseguida sus orejitas de perro, sus ojos llorosos, y el rabo escondido entre sus piernas.

Bajé la sartén, recuperando el aire, y traté de calmarme.

—¿Qué hacías hurgando entre mi basura, engendro del demonio? —regañé dulcemente.

Escuché algo así como el gemido que hacía un perrito cuando lo regañas saliendo de su garganta.

—Tengo hambre —dijo con pena para luego mirar la bolsa de basura de forma esperanzadora—. ¿Tienes comida allí?

Y, por supuesto, como mi corazón es tan grande como el de la Madre Teresa, eché la bolsa al tarro de basura. Estoy seguro de que el corazón de mi Nambito quebrándose puede oírse en este momento.

Antes de que el híbrido pudiera decirme algo más, lo tomé en brazos. Lucía como un chiquillo de siete años, su rostro lleno de tierra y suciedad, y lo atraje a mi pecho notando su mirada un poco temerosa.

—Claro que tengo comida para ti —le dijo entrando a la cocina otra vez.

Afortunadamente, a esa hora todos mis trabajadores se habían ido, así que era el único en ese lugar además de que tenía que cerrar el local. Aprovechando eso, senté al niño sobre una mesa, viendo las ropas destrozadas que tenía, y busqué algo que darle de comer, llevándole un pedazo de pan con carne.

El pequeño lo devoró enseguida.

—Gracias, señor príncipe —dijo sonriéndome, mostrando dos bonitos hoyuelos en sus mejillas.

Le revolví el cabello.

—¿Cómo te llamas? —le pregunté limpiándole la carita con un paño.

—WooHyun —contestó arrugando la nariz levemente.

—Es un lindo nombre —le dije sirviéndole agua—. ¿De dónde vienes? ¿Dónde están tus papás?

Noté su mirada tornándose triste entonces.

—Escapé de un circo —dijo sollozando—. Allí querían que fuera un payaso, pero no quiero ser un payaso. Entonces me pegaron y dijeron que me llevarían a la casa de las bestias porque allí encajo bien.

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