Capítulo 37. Plantada

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Desperté el sábado a mediodía, hacía frío a pesar de que tenía dos o tres cobijas. Me senté y me apoyé contra la cabecera. Me miré al espejo que estaba al frente, y se me notaban los ojos hinchados, claro, después de lo que había pasado ayer con Nash… no pude evitar llorar toda la noche. Mi madre y Jack llegaron tarde, mi hermano se había ido a una fiesta y mi mamá a trabajar. Llegaron más o menos como a la 1:00 am. Yo ya estaba en mi habitación a esa hora, fingiendo “dormir”, porque la verdad, sólo trataba de sollozar en silencio.

Estiré los brazos y aventé las cobijas a un lado para bajar de la cama. Mis pies descalzos sintieron el  piso helado y rápidamente me dirigí (sin bajar de mi cama) al pequeño mueble a lado de mi cama.  Abrí el pequeño cajón y saqué unos calcetines negros de conejitos. Me los puse y al fin salí de mi cama.

Me dirigí al espejo y me tallé los ojos, aún los tenía hinchados y con el rímel caído. Recargué mis manos en la mesita que sostenía el espejo e hice muecas.

De pronto recordé algo. ¡Hoy sería la cita con Jacob!

Así que tenía que vestirme muy formal, lo que implicaba que me quedaría la mayor parte del tiempo en pijama, hasta dos horas antes de que sea la cita, siempre hago eso, e incluso cuando voy a una fiesta.

Cuando recordé a Jacob, también recordé a Nash… aún no creía que de verdad, él ya se había ido de mi vida y…

Suspiré.

<<Jade, sólo deja al pasado atrás y piensa en el futuro. >>

Hice una mueca con mi boca. Después me hice un chongo despeinado y me puse mis pantuflas de conejito, me había combinado sin saberlo.

—Jade el desayuno está listo— dijo mi hermano abriendo la puerta descuidadamente.

Volteé con cara enojada.

—Jack, ¿cuántas veces te he dicho que toques la puerta antes de entrar?, qué tal si me esto cambiando.

—Ups—dijo y después cerró la puerta yéndose.

Rodeé los ojos.

Mi celular comenzó a vibrar y mis ojos se iluminaron. Me aventé a mi cama con rapidez y estiré mi brazo hasta la mesita de noche que había a lado. Tomé mi celular imaginando que diría “Nash”, pero mis ilusiones de desmoronaron al ver: “Número desconocido”.

Fruncí el ceño y descolgué.

— ¿Hola? —dije al teléfono.

— ¿Jade? —Preguntó una voz masculina al otro lado de la línea.

—Sí, ¿quién habla? —pregunté de regreso.

—Soy yo, Jacob, ¿acaso no me recuerdas?

— ¡Jacob!, sí, perdón, hola. No había reconocido tu voz—me disculpé.

—Me alegro que no te olvidaras—Pude sentir como sonreía él al otro lado de la línea—. ¿Recuerdas que hoy es nuestra cita, verdad?

—Sí, cómo olvidar algo tan importante—sonreí.

—Sí, sólo quería recordarte eso, y también quería saber cómo estás, ¿cómo estás? —rio.

Reí de vuelta.

Marcel... ¿Eres tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora