Cinco meses después.
El cielo había decidido complacerme hoy, desde que me levanté este se encontraba despejado sin ninguna nube blanca la vista, puedo contemplar el celeste característico de el en todo su esplendor, me hace sentir que todo estará bien, significa tranquilidad, que las cosas volverán a su cauce natural y puedo resolver cualquier problema que se me presente. Debo hacer una excepción a esto último, pues nada puede salvarme del problema que tengo con la profesora de matemática, quien me está gritando por no prestar atención. Es bastante alta, no puedo dar un número específico, pero si sé que su color de cabello no es natural, todo el mundo sabe eso, ella tiene esa mirada de odio que suele dedicarle a todo el mundo, y ni hablar de su ropa, un espanto, con razón Margaret la odia, aunque casi puedo sentir tristeza por ella, casi.
—¡Astrid!, ¿acaso a usted le aburre mi clase? —la profesora me mira con esos ojos verdes tan acusadores que tiene, puedo sentir a toda el aula observándome, probablemente algunos con diversión, otros con lástima. — Respóndame.
Dirijo lentamente mi mirada hacia ella, si estaba planeando decirle algo para que no me regañara, eso se pierde cuando la observo. —No... yo lo siento mucho... no volveré a hacerlo.
Parece satisfacerle mi respuesta porque lo único que hace es fulminarme con la mirada una última vez, antes de volverse a la pizarra para continuar su explicación, explicación que al parecer había interrumpido. Me concentro en mantener mi atención en su explicación, tomo notas del resto de la clase y resuelvo los ejercicios que por suerte para mí los termino antes de que suene el timbre y no perder puntos con ella, amargada.
Media hora más tarde estoy de camino a la cafetería. En cuanto entro, sin observar a mi alrededor o a alguien, me dirijo al mismo lugar que siempre he tomado con mis amigos, me siento al lado de Kathy, quien para mí es una chica estupenda, tiene un característico cabello rojizo, algo poco común, es de la misma estatura que la mía, de tez blanca y de complexión delgada, cualquiera que la vea dirá que es una modelo, y no sería una mentira, pues bien puede serlo, doy un rápido saludo a los presentes, antes de quitarle la manzana a James, quien se ha vuelto alguien cercano a mí durante los últimos cinco meses, bueno más de lo que ya solíamos ser, me cuidó muchísimo. En algún momento pensé que era un presumido, pero lo cierto es no es para nada eso, solo era su forma de ser, siempre me ha encantado su cabello color castaño y sus ojos azules que parecen que te leen el pensamiento, por lo que al principio era todo un esfuerzo no desviar mis ojos de los suyos, pobre de su futura novia, o talvez no.
—Escuchen chicos, ya casi es el cumpleaños de Lucy y estaba pensando que a lo mejor podríamos hacer un pequeño viaje los seis, para celebrarlo —nos comenta Margaret, una amiga que conocí en el viaje de fin de curso de primaria, es una de esas chicas con quien te sientes cómoda desde el principio, te incluye en todo, no te deja de lado y sobre todo ama la moda a rabiar.
Lucy está enfrente de mí, puedo ver que se ha ruborizado un poco, es algo tímida, pero una vez que la conoces te das cuenta de lo genial y amable que es, no creo que haya alguien que la odie. —No creo que debamos hacer algo grande, una fiesta no conviene en este momento.
Todos los que están aquí se han quedado en silencio, no comprendo porque hasta que Damián me mira con la preocupación de que me desmorone aquí mismo, no sería la primera vez.
—Oh no, chicos, no se preocupen por mí, estoy bien, podemos ir, no siempre estaré triste, además es su cumpleaños, es un día en el que estaré definitivamente bien—. Le doy un mordisco a la manzana para distraerme de las miradas de todos y quitarme el sabor de la mentira que lancé, la parte de que no siempre estaré estaré triste es mentira, lo estaré, puedo reírme de vez en cuando, pero el dolor por la pérdida de mis padres siempre está allí.
Es cierto que después de la pérdida de ellos no estuve para nada bien, era un caos, todo a mi alrededor se miraba frío y aún veo la oscuridad a mi alrededor, pero ya no afecta tanto, pasé muchos días con la misma ropa, no dormí por días porque tenía pesadillas cada vez que cerraba mis ojos. Las pesadillas eran sobre mis padres y ya tenía mucho en la realidad como para vivirlo mientras dormía; aún las tengo y no se lo he dicho a nadie, pero creo que no es necesario, pues siempre estuvieron allí cuando a veces me desperté en las noches llorando sin parar, me dieron mi tiempo y espacio, pero sin descuidarme, me obligaban a comer y a ducharme, luego de un par de semanas, me sacaron de casa para llevarme al centro comercial, miraba a todos lados sin realmente observar algo, volvía a casa y miraba las pinturas de mi madre, a ella realmente le gustaba pintar, era uno de sus pasatiempos preferidos, Margaret me ayudaba a escoger mi ropa y fui viéndome mejor cada día, recuerdo que Damián me ayudó con la escuela, hizo los trabajos por mí, así que no perdí ninguna clase, aunque me tomó más de dos meses volver a reírme, fue un día mientras todos estudiaban en mi nueva habitación y escuche decir a James que iba a reprobar literatura, era una mentira, es bueno en esa materia, por algún motivo me reí de ello, y todos se quedaron en silencio y me observaron cautelosamente, y empecé a reírme hasta que no pude aguantar más y todos terminamos sin aire, fue bueno, luego de eso empecé a volver ser yo, pero no del todo, sé que el día que supe que mis padres estaban muertos, algo se perdió, pero aquí estoy ahora, enfrentando el mundo sin ellos, tal y como les hubiera gustado.
—¿De verdad? —pregunta Damián, se acerca a abrazarme, hace más de dos años me hubiera vuelto loca, creí que me gustaba, pero al final acabé descubriendo que no era real, una cosa con la que me gusta molestarlo es con su cabello, es demasiado dorado por lo que lo llamo ricitos de oro, lo cuál es divertido, y no tiene los típicos ojos azules, sino que son cafés, las demás chicas del colegio viven locas por él, después de todo es un atleta, todas ellas creen que ambos nos gustamos, que solo falta que seamos novios, pero es solo una amistad, una muy bonita, que más da si las otras creen otra cosa.
—Sí, además si vuelvo a llorar de la nada pueden dejarme botada en la calle —digo en un intento de aliviar la tensión de la situación, pero no resulta, a veces olvido que para ellos esto no podrá ser nunca una broma, al menos no ahora.
—Oh, nena, nadie te dejará botada en la calle —dice Margaret tomando de vuelta la situación en sus manos desviando la atención de mí —, veamos, me gustaría ir a Las Vegas, no sé, puede ser divertido—empuja su cabello detrás de su oreja mientras sonríe con complicidad, de alguien que trama algo—, mis padres no me han llevado nunca, no sé porque, talvez temen que me vuelva adicta a los juegos.
El resto de nosotros solo ríe, para ser honesta, tenemos mucho dinero, somos algo así como niños mimados, como a la gente le gusta llamarnos, viajamos a muchos lugares juntos, ya sea dentro o fuera de la ciudad, siempre fuimos solo cinco hasta que llegó Lucy, incluso el colegio en el que estamos es uno de los más caros del país, pero que puedo decir, nuestros padres son los millonarios, y no, no somos ese tipo de personas que menosprecian a los demás, siempre lo he considerado la peor actitud de las personas, no voy a negar el hecho de que soy una de los miembros del grupo de Élite, siempre en el foco de los paparazzi y periodistas, es un poco estresante, pero siempre aprendí de mis padres que debemos ser buenos, y que nadie vale por su dinero, inclusive me hacían trabajar en la empresa de asistente algunas veces, al igual que a algunos de mis amigos, que puedo decir, somos buenas personas, aunque a veces si hacemos maldades, no creo que haya algún día en que nadie sea pobre, es decir, talvez llegue el momento en que nadie sea pobre realmente, pero inclusive sin ellos, siempre habrá la clasificación de pobres, aquellos que tienen menos, pero así es esta sociedad y sinceramente me importa un bledo, ojala pudiera cambiar todo el dinero del mundo por mis padres, es todo lo que sé.
Cuando volví al colegio, descubrí que todo el mundo murmuraba sobre mí, la huérfana millonaria, la chica que había perdido a sus padres y había heredado una fortuna, convirtiéndome en una de los jóvenes más millonarios del país, una cosa detestable para mí, por unos días pude llevarlo, pero después empecé a sentirme mal y a odiar mi situación, pero un día estaba caminando en el supermercado y escuche a unos chicos hablar de que ahora seguramente haría lo que se me diera la gana con tanto dinero, fue cuando supe que esta era ahora mi realidad, y que debía vivir con ello por el resto de mi vida, mientras mis amigos y las personas que realmente importan sepan quién soy, todo estará bien.
—Las Vegas suena bien —expresé, dejando mis pensamientos a un lado, la verdad es que lo que es, necesito retomar mi vida, mi rutina y eso es lo que voy a hacer.
—Muy bien, Las Vegas entonces —puntualizó Damián sin soltarme de su abrazo. A veces entiendo porque todos mis compañeros esperan que Damián y yo terminemos juntos.
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Una chica de dos mundos
FantasíaMi mayor problema es describir la historia de modo que resulte interesante, pero lo intentaré. Astrid es una chica que ha crecido en el mundo de los humanos toda su vida, o eso es lo que ella cree, para ella su mundo se ha venido abajo cuando sus pa...