Capítulo Veinte

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Dejo a Jaden solo el pasillo, intenta acompañarme, pero lo detengo.

—Quiero hablar con Damián —sé que debe volver con nuestros padres y arreglar esta situación, o al menos ver las pruebas de esto, esperaba poder disfrutar de la fiesta, pero me temo que eso no será posible—, debe estar destrozado, me necesita.

Jaden asiente, me da un breve beso antes de desvanecerse, voy a buscar a Damián, debe estar sufriendo y debo ayudarlo, talvez después de todo puede que Margareth sea culpable de verdad, no sé qué le diré cuando lo encuentre. Uno puede creer que conoce a alguien, pero lo cierto es que todos pueden cambiar cuando menos se lo espera y tomarlo por sorpresa, solo espero que Margareth sea nuestra amiga y no nuestra enemiga.

Lo he estado buscando casi por todos lados y aún no lo he encontrado no sé dónde más buscar, he visto a mis amigos mientras buscaba a Damián, no hable con ninguno de ellos, todos tenían la misma mirada, de perdidos, al ver a Kathia, le pregunto dónde podría estar Damián, pero no lo ha visto, desde que estuvo en la sala de guerra, pienso en los lugares que me faltan revisar, estoy empezando a odiar la magnitud del castillo cuando una idea cruza por mente.

Llego al lugar donde creo que puede estar y he acertado, está en el cuarto de música, Damián tiene una fascinación con la música, el siempre ha encontrado paz en ella, está en el suelo junto al piano, su brazo derecho esta sobre sus ojos, su cabello esta despeinado, no es el chico que es siempre, esta devastado, todo lo que sabe es su propia hermana es acusada de traicionarnos y aunque no están unidos por sangre, el la ama, recuerdo que muchas veces se peleaban por minucias pero siempre la amaba a pesar de todo, no puedo saber que se siente, es casi peor que este muerta.

—Me ha mentido —dice el sin moverse — creí que era mi hermana, pero ha elegido no serlo.

Me arrodillo al lado de su cabeza, paso mi mano por su cabello rubio, en otras circunstancias lo molestaría y le tiraría de su cabello, pero hoy solo lo acaricio, puedo sentir su dolor a través de sus palabras, es tan palpable.

—No importa —digo con miedo a su reacción— ella aún es tu hermana, siempre lo será, independiente de lo que sea.

—No es tan fácil, mis padres están devastados— se le escapa un sollozo— quiero creer que es inocente, pero he visto las pruebas, ya has escuchado lo que dice la carta —dice el mientras se incorpora en el suelo.

—Si, pero puede que esté siendo incriminada —digo en su susurro, es lo que dice, pero incluso yo dudo de su palabra. No puedo creerle con tantas pruebas que hay.

—Será mejor que sea fuerte —sonríe forzadamente, pero no consigue parecer que está bien — por mis padres.

Trata de levantarse, pero se lo impido, lo sujeto de su brazo y sé que está intentando escaparse de mí, pero justo ahora uso mi fuerza, evitando que se escape sin decirle lo que pienso— Es tu hermana, pase lo que pase es tu hermana, ella te ama, no importa si quiso... Hacer algo contra los pura, contra mí, no importa, es tu hermana, a ti no te haría nada, porque algo sí sé, por mucho que ella sea lo que es ahora o lo que no es, ella nunca haría daño a su familia y créelo porque es así.

Lagrimas ruedan sobre sus mejillas, lo he tocado, se deja caer en mis brazos, nunca lo había visto llorar, a ninguno de mis amigos, caigo en cuenta que han visto de todo, bajo esta guerra de poder, las guerras son siempre así, causadas por personas ambiciosas dispuestos a destruir todo y a todos con el fin de obtener lo que desean, siempre es así, el motivo es siempre el poder, por mucho que se diga que es otra cosa. Da igual lo que digan, las palabras no son siempre la verdad del corazón.

Abrazo a Damián, le digo que todo estará bien, que no se preocupe, que todo estará bien y yo también quiero creerlo. Sé que Damián estará avergonzado por llorar, así que no digo nada al respecto, luego de que se ha secado la humedad de su rostro, me agradece y me deja en el salón de música.

Me quedo sola en la habitación, no había estado aquí antes, la música me recordaba mucho a mis padres, en casa teníamos un piano, algunas noches mi padre tocaba algo para mi madre y para mí, adoraba esos momentos, aprendí a tocar el piano a los 12 años, me gustaba mucho y aún me gusta, pero me había rehusado a tocar porque cada vez que lo intentaba lloraba mucho, fueron muchas noches de tristeza, ahora es diferente porque deseo tocar en vez de huir.

Me siento en la butaca de base acolchonada color café a juego con el piano, destapo el teclado, sus franjas blancas con franjas negras me han recordado siempre al bien y al mal, acaricio las teclas suavemente, había una melodía de Bach que era y es mi favorita Preludio en Do mayor, dejo fluir mis manos y mi mente mientras toco la melodía, puedo sentir lo que esta transmite, siempre ha sido así, cada una de las melodías transmiten muchos sentimientos.

—Es hermoso —dice una voz, dejo de tocar al instante, me levanto abruptamente, como si estuviera cometiendo un delito.

La voz es de Jaden, lo veo y recuerdo los días que hemos tenido, los secretos que había entre nosotros, como ahora estamos juntos, la guerra que rodea nuestro nacimiento, el futuro incierto que cae sobre nosotros, pero a pesar de todo eso, sé en mi corazón que lo amo, que la profecía no tiene nada que ver en esto. Quiero conocer la persona que es, quiero saber cuáles son sus miedos, sus sueños, sé que es buena persona y un gran chico, pero quiero conocer al ser que hay en él.

—No sabía que estabas aquí —susurro mientras cubro el teclado.

—Soy silencioso —se encoge de hombros —, me gustó mucho esa melodía. Preludio en Do mayor, Bach.

—¿Tocas? — volteo mi mirada hacia sus ojos, son plata, el color tan extraño y único, ese color que es un reflejo del mío.

— Lo hago— se acerca a mí, dejo de respirar, toma mi mano entre la suya y la lleva a su boca depositando un beso en ella— y también sé que debemos hablar.

Antes de que me de cuenta estamos en la biblioteca, Jaden se aleja de mí y se sienta en el sofá que hay frente a la ventana que da al jardín del castillo, hace señas de que me siente a su lado, mi corazón golpea fuertemente, solo espero que no se note.

— Todo fue un lio, no pudimos hablar—dice el mientras pasa su brazo sobre mis hombros, acercándome más a él, apoyo mi cabeza en su hombro— pero quiero que sepas, que eres todo para mí, que la profecía no tiene nada que ver.

A continuación me da un libro, es delgado, me indica que lo abra, en la primera página hay un símbolo, dos espadas cruzadas entre sí, volteo a verlo y él me sonríe, está nervioso, al igual que lo estoy yo.

—Este es el libro de la profecía —señala la parte superior de las espadas, hay hilos rojos, envolviéndolas alrededor—, estos hilos son de sangre, representan la unión de ambas espadas, un pacto de sangre, la mayor promesa que se puede hacer.

Paso la páginas, deteniendo en los pequeños detalles, preguntando por lo que no comprendo, es un libro que me da las respuestas que no sabía que necesitaba, pero también me aterroriza, porque el destino que nos depara es incierto, sin saber sin nos condenara a la muerte o algo más.

—Estás últimas líneas no explican nada —dice Jaden—, pero son lo suficientemente claras como dudar de que sea algo bueno.

Leo una y otra vez las mismas líneas, pero siguen siendo las mismas, sin tener ningún significado lógico.

"Solo con el último sacrificio del descendientede la espada de Sol y del descendiente de la espada de la Luna todo seráentendido, se sabrá porque han nacido y sobre todo, su existencia cambiara, suscuerpos no serán los mismos, porque en primer lugar nunca debieron ser y es sunacimiento el que ha condenado a todo el Universo"

Una chica de dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora