Capítulo Treinta y Nueve

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Jaden y yo estamos de nuevo de compras, pues habíamos perdido nuestras maletas, nos fuimos de la sala dejando a James y Sophie solos, no sabría decir si alguien más podía notarlo, pero a James le atraía Sophie, aunque realmente esperaba que este no tuviera prejuicio alguno con respecto a que era un oscuro.

—¿Qué opinas de esa tienda? —pregunte a Jaden por décima vez, habíamos tomado un taxi para que nos llevara al centro comercial más cercano, James había conseguido nuestras tarjetas de crédito, quien sabe cómo hizo que el banco le diera unas tan rápido, por supuesto, quien sabe cómo rayos seguían funcionando nuestras empresas. Tomaría nota mental de preguntarle más al rato.

Voltee a ver la tienda que Jaden señalaba, solté un suspiro, antes de saber quién era realmente, hubiera ido sin dudar a las mejores tiendas del centro comercial, pero ahora, llamaríamos mucho la atención si entrabamos en ella, pero no podíamos y Jaden no estaba muy enterado de cuanta atención llamaríamos entrando en una de ellas.

—No creo que sea una buena idea...

—¿Sabes qué?, vamos a entrar —antes de poner objetar algo al respecto Jaden me estaba arrastrando hacia la tienda sin darme oportunidad de huir de su agarre —, no, no creo que nos pase algo y qué más da, aunque nos reconozcan no harán nada, estamos en un lugar rodeado de humanos y no son tan tontos como para exponerse.

Al entrar a la tienda nos recibió una dependienta que analizo nuestra ropa, hizo una mueca como si fuéramos indigentes que entraban a robar y sinceramente aun si fuéramos indigentes no le veía nada de malo, claro siempre y cuando no sean ladrones, algo en ella me hizo enojarme y olvide toda preocupación con lo que nos pudiera pasar, le iba a enseñar que nadie era menos que nadie.

—Quiero cinco juegos de ropa —le digo mientras me adentraba en la tienda.

—¿Es usted cliente frecuente de esta franquicia?

—Por supuesto que lo soy —respondo mientras me siento en uno de los sillones del ala vip, Jaden me estaba observando, tenía una sonrisa en su rostro, aquello le divertía, pues bien, iba a mostrarle mi mundo.

— No se puede sentar con esa ropa en los sillones—hizo ademán de acercarse al botón de seguridad, iba a ser muy divertido, pero tampoco iba a molestar a los guardias por el desdén y mala actitud de esta persona.

—Soy Astrid Prínceps y él es mi amigo Jaden Windser —decir mi verdadero apellido no ayudaría de nada y no creo que el de Jaden importara, aunque dudaba que supiera que Windser no era un apellido de este mundo.

Al decir mi nombre su cara cambio un poco, estaba un poco sorprendida, pero inmediatamente oculto su asombro, seguía sin creernos, así que me pidió mi tarjeta y se la di, seguramente llamaría al banco para asegurarse que no la había robado.

—Vuelvo en un minuto —no nos hablaba groseramente, pero tampoco era amable, mi apellido la ubico, hija de los Prínceps, dueños de una cadena de hoteles ubicados en todo el mundo, quienes hace poco habían fallecido, había sido una noticia internacional, el accidente había sido espantoso.

—Vaya, esa chica sí que ha sido grosera —Jaden me miraba con cierta diversión, me senté a su lado y él puso su mano sobre mi hombro—, creo que, si merece una pequeña lección, ser pobre no hace menos a nadie, puede que no pueda comprar estas cosas, pero menos, eso nunca, y me da la impresión de que esa chica os envidia.

—Bienvenido a este mundo —le digo —, nada es tan lindo aquí, mis padres, digo mis tíos, me educaron de la mejor manera, les agradeceré siempre.

—Bueno, veamos si después de esta guerra podemos hacer unas pequeñas donaciones a este mundo —no me estaba mirando, pero sabía que estaba sonriendo, a él también le gustaba esa idea.

—Saldremos de esto.

Antes de que pudiera decir algo más la chica regreso acompañada de alguien más, esta chica era unos cuantos años menor que la otra, quien parecía ser su jefa, que desgracia.

—Lamento la confusión —dice la chica grosera, quien según su broche se llamaba Milán, sus disculpas no parecían del todo sinceras—, mi asistente les llevara algunas opciones en unos momentos.

La chica se dirigió rápidamente a unos estantes y empezó a buscar ropa para mí, la seguí, Jaden se quedó con Milán, me importaba poco, pues confiaba en Jaden y el sabría manejarla.

—¿Cómo te llamas? —pregunte a la asistente, quien sostenía unas camisetas bastantes suaves y cómodas, lo suficiente para poder pelear.

—Diana —responde ella mientras me daba una camisa, no me la iba a medir, conocía mi talla, pero la examine, debía servirme para poder pelear—, creo que el color fucsia quedaría con tu estilo.

—Sí, supongo —voltee a ver a donde estaba Jaden, Milán le estaba enseñando unas cuentas camisetas, y unos pantalones de cuero, perfectos para combate, aunque la chica estaba demasiado cerca de él, demasiado cerca, casi mostrando su escote, al diablo la confianza, es chica no sabía con quien se metía.

—¿Qué demonios? —susurre. Jaden estaba bastante incomodo, trataba de alejarse, pero esa chica sí que estaba demasiado cerca.

—Creo que el color celeste también le quedaría bien —deje a la chica hablando sola, tenía que dejarle en claro a la dichosa de Milán que era mi novio, que no estaba libre.

Me acerque al lado de Jaden y pretendí tropezarme un poco, Jaden me detuvo antes de que pudiera caerme de verdad.

—Gracias mi amor —tanto Jaden como la chica me vieron extraños, Jaden porque no lo llamaba así, y la chica quien sabe porque, mejor no decirlo.

—¿Estas bien? —tomé la ropa que sostenía y fingí analizarla.

—Sí, estoy bien, yo la elegí lo mío, quería ver si ya habías terminado con tu ropa, seguro te verás guapísimo con lo que sea.

La cara de Jaden estaba como un poema, jamás me había visto así, así que solo asintió y a continuación me acerqué a él y le di un beso en la mejilla, la chica seguía allí con una cara de vergüenza.

—Pues vamos a pagar —le sonreí mientras lo arrastraba hacia la caja.

Diana había elegido cinco juegos de la misma ropa, solo que, con diferentes colores, después de todo era lo más factible, sería más fácil defenderme si era necesario. Había escogido unos jeans un poco ajustados pero lo suficientemente sueltos para poder estirarme y que no me causaran problemas y camisetas de varios colores, Jaden tenía prácticamente lo mismo, solo que claro, para hombres.

Al pagar Diana estaba siendo muy amable, mientras de Milán se había ido con la excusa de que tenía cosas que hacer, ridículo.

—Aquí tiene sus cosas —Hablo Diana mientras nos daba una bolsa a cada uno.

—Muchas gracias —le dirigí una sonrisa —, un pequeño consejo, no dejes que ella te trate mal, ni debe importarte lo que te dice.

—Lo tomaré en cuenta—responde, pero puedo ver que está algo incomoda.

Salimos de la tienda y para nuestra suerte no habían aparecido los oscuros, estábamos a salvo, por ahora. Usar nuestros respectivos uniformes de Aluris era más fácil que llevar jeans y camiseta.

Una chica de dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora