Si hay algo de lo que siempre voy a estar agradecida de Buenos aires, es por su verde. Sus parques, sus bulevares plantados y veredas adornadas con naturaleza.
Amo la sensación de andar por una calle, mirar para arriba y ser recibida por un techo de hojas espeso. Cuando necesito desconectarme, una simple salida al parque lo soluciona. Y siempre, siempre algo lindo se encuentra.
Estoy enamorada de los árboles (en especial los pinos y los sauces llorones), el pasto, los arbustos, las macetas, los canteros, los yuyos y aquellas plantas que crecen en lugares que no deberían ser posibles.
Y las flores, Dios. Qué hermoso tiempo cuando la ciudad se inunda del lila del jacarandá, el naranja de la tipa, el rosa del palo borracho, el rojo del ceibo.
O los piñones gigantes de la araucaria, las bellotas de algún roble, las bolas que parecen pelotas de fútbol del ciprés, las vainas del algarrobo y otro árbol que no puedo recordar el nombre, el racimo naranja de la palmera, los frutos redonditos y peludos del plátano.
No puedo amarlo más.
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Mariposas doradas
Short StoryPensamientos, escritos, microrrelatos y todo aquello que no tenga lugar propio. [Ilustración de Peter Xiao, peterxiaoji en Instagram]