El viento es escurridizo, le gusta tomar las cosas que le agradan y llevarlas consigo a donde pueda. Si me asomo por la ventana, algunos días me llega el constante sonido de un tren a la distancia. En el parque, arrastra a su paso algún comentario de un jugador en el partido de fútbol que se desata en ese momento. A veces es un silbato a dos cuadras, otras, un perro en un balcón a varias casas de distancia, una televisión en algún hogar, el arranque de un auto calle arriba.
Suelen tomarme por sorpresa, el escuchar esos sonidos como si los emitiesen al lado mío por más que haya una distancia significativa entre nosotros. Se lo perdono al viento, pues es divertido a veces.
Lo que no le perdono es cuando, juguetón, trae vestigios de conversaciones. Una risa en la vereda de en frente, una llamada telefónica a paso apresurado, una charla tranquila en el otro extremo de la plaza.
Hay palabras que resuenan tan íntimas, que no deberían ser compartidas en el aire. Pero poco parece importarle al viento. Los sonidos resuenan igual y yo le hago mi promesa a él de no contarle a nadie lo que me muestra.
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Mariposas doradas
Short StoryPensamientos, escritos, microrrelatos y todo aquello que no tenga lugar propio. [Ilustración de Peter Xiao, peterxiaoji en Instagram]