En la calma de la noche, cuando la ciudad se hallaba durmiendo a unos pasos de distancia, resonaron las primeras notas.
Provenían de uno y todos los lugares en mi hogar. La música viajaba por los pasillos, ingresaba por mis oídos y volvía a salir para continuar con su exploración. No tenía idea de qué era aquello.
La melodía se escapaba de mi memoria como agua escurridiza. ¿La había escuchado antes? Tal vez sí, pero probablemente no tan tétrica como entonces. Cada nota sonaba metálica y abandonando cualquier intención de sentirse afinada mientras más avanzaba la canción. Parecía nacer de un artefacto próximo a su muerte, pero todo en mi casa debería exclamar vida.
Deambulando por las habitaciones, con un dolor de cabeza cada vez más incipiente con el correr del tiempo y la música, finalmente me topé con una puerta que parecía ocultarlo todo. Nuevas notas torrentosas escapaban por debajo de la misma y cada célula dentro de mí me invitaba a abrirla.
Al hacerlo, el mundo explotó en música, colores, emociones y vida, tan intoxicante como estimulante. Un instante luego, todo se silenció.
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Mariposas doradas
Short StoryPensamientos, escritos, microrrelatos y todo aquello que no tenga lugar propio. [Ilustración de Peter Xiao, peterxiaoji en Instagram]