No sé cuándo empezó a empeorar.
Durante la primera clase, había hasta reído. Tenía algo de sueño pero no más de lo normal. Después, tuve ganas de no conectarme a otra clase por el resto del día, mas otra vez, eso era lo de todos los días.
La pesadez me siguió inundando. No soporté más tener que hablarle a otras personas y salí. Claro, fue ahí cuando descubrí que era probable que todo mi esfuerzo en unos trabajos podría haber sido en vano por un puto error de la página. Si estaba parada un segundo más, rompería a llorar con mi mamá al lado.
Quiero hacerme una bola debajo de las sábanas, no salir hasta mañana y llorar todo lo que necesito. Como el Universo me ama, ahora tengo que comer.
La lluvia no ayuda mi humor. Estoy cansada, triste y no me cuesta admitir que acabo de limpiarme una lágrima.
No me cuesta admitirlo acá, porque el simple hecho de saber que mis papás me van a preguntar qué me pasa me hace querer llorar, y luego llorar aún más de la vergüenza por estar llorando.
Qué día de mierda.
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Mariposas doradas
Historia CortaPensamientos, escritos, microrrelatos y todo aquello que no tenga lugar propio. [Ilustración de Peter Xiao, peterxiaoji en Instagram]