No suelo recordar lo que escribo.
Es como si las palabras maduraran dentro mío y luego abandonaran mi alma para volar libres. Nunca siento la ausencia, pues al instante hay nuevos capullos ocupando el espacio. A veces es difícil atenderlas a todas, y no dejar a ninguna morir en mi cabeza, donde nadie la conocerá.
Sin embargo, esas que sí lo logran, con el tiempo se vuelven extrañas, nuevas o inexploradas. Algunas incluso vacías, ecos de lo que una vez significaron.
Uno no puede recordar las lágrimas que lloró tiempo atrás. Incluso si lo hiciera, no podrá recordar que emociones inyectaron esas gotas hasta rodar por sus mejillas. No podrá recordar qué pensamientos escribieron esas palabras hasta caer de sus labios.
Vemos las palabras con los ojos de nuestra mente, pero una vez que aprendemos a soltarlas, nuevos ojos, distintos, las observan. Y, de alguna manera, dejan de pertenecernos.
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Mariposas doradas
Short StoryPensamientos, escritos, microrrelatos y todo aquello que no tenga lugar propio. [Ilustración de Peter Xiao, peterxiaoji en Instagram]