La madrugada tiene una belleza que no sé apreciar. El sueño me gana cada vez que ella aparece, envolviéndome con su lazo onírico hasta que caigo en la inconciencia y la olvido por completo. Todas las noches la misma secuencia, una y otra vez. Si le robo unos instantes a la noche, puedo ver atisbos de ella, pero nunca llego a nada más.
Igualmente, hay noches que se vuelven la excepción, y son tan hermosas, que luego me cuesta volver a conciliar el sueño. No estaba en mis planes despertarme a esa hora, la única responsable era mi perra. Seguimos la —lamentable— rutina de cada mañana; ella levantándome, yo llevándola al jardín, quedándonos unos instantes ahí y luego regresando y rogando que el sueño no me haya abandonado por completo tan temprano. La única diferencia era que, oh sorpresa, seguía siendo de noche.
Ni siquiera lo había pensado, solamente levanté mi vista de ella y quedé asombrada ante la vista que estaba apreciando. El cielo nocturno, un índigo profundo, mensajero de una tormenta que nunca llegó. Sobre mi cabeza, siete estrellas brillaban tan resplandecientemente, que se destacaban del resto escondidas entre las nubes. Y las nubes, un leve rubor rosado que pintaba con esa belleza etérea el cuadro que observaba.
Luego de unos minutos, mis pies comenzaron a sufrir las consecuencias de estar descalza contra la fría baldosa y debí regresar. De vuelta en mi cama, me quedé mirando al techo y pensando en lo hermosso que había sido, y las ganas de repetirlo no me abandonaron en mis sueños
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Mariposas doradas
Cerita PendekPensamientos, escritos, microrrelatos y todo aquello que no tenga lugar propio. [Ilustración de Peter Xiao, peterxiaoji en Instagram]