Lo extraño. Las extraño.

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Son más de las que me gusta admitir las veces en las que busco debajo de la mesa sus figuras. Si algo se me cae, o si estoy en el piso, espero encontrarme esos bollos peludos durmiendo sobre alguna de las sillas.


Extraño alejar uno de los asientos de la mesa al momento de sentarme, pero en lugar de ver un almohadón vacío, tener un par de ojos amarillos observándome.


Son más los años de mi vida en los que tuve aquello que en los que no, así que duele. Todavía duele.


Pero, tal vez, ahora sea capaz de acompañar la tristeza con una sonrisa melancólica.

Mariposas doradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora