Aunque hayan pasado ya varias horas, puedo sentirlo todavía. Esa cálida alegría que me da ganas de llorar por el simple pensamiento de que fue hermoso.
Escuchar a esa persona que tanto te gusta en vivo es especial, poder verla ahí y entender que vos la estás viendo es mágico. Ver su linda carita, su sonrisa, la forma en la que salta como si no tuviera que seguir cantando. Yo estaba viendo eso.
Veintisiete canciones sin parar cantadas a todo pulmón sin preocupaciones como tener que cantar al día siguiente. ¿Qué me importa? No hay otro lugar en el que quiera estar que donde estoy ahora.
Era todo inmensamente hermoso. Esa rosa gigante brillando en el medio, las grandes pantallas en las que lo podía ver a la perfección, la pantalla circular acompañando las canciones con hermosas imágenes, las luces en las manos de muchos bailando al compás de la música. Había tantas cosas por ver que no podía decidirme por cual.
Y la gente. Qué espléndida era la sensación de escuchar a miles de personas cantar aquellas letras con tanta pasión al unísono.
El seis de diciembre de 2019 se une, junto al diez de septiembre de 2017, a la lista de días en los que verdaderamente fui feliz.
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