Capítulo 19: Primero

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Entrada número nueve del diario.

18 de junio, 2015

Es una semana desde que decidí dejar a un lado las dudas sobre mi origen. Me costó mucho no escribir, pero me estaba volviendo loca; no podía dormir, todo lo que comía me caía mal y tenía un constante sentimiento de pérdida, de miedo. Ahora siento alivio, menos perseguida, más... amada, por así decirlo. He podido tener conversaciones amenas con mamá, he hablado más seguido con papá por el teléfono. No sé, quizá necesitaba dejar de pensar, dejar de buscar respuestas que no necesito. Yo estoy bien, por ahora. No me hace falta saberlo todo.

Acordé conmigo misma en darme un mes —por lo menos, quizá más—, buscaría tranquilizarme, regresar a mi «normalidad», volver a mirar la vida de colores... Dios, sueno tan... inocente, ingenua, hasta tonta. La vida no viene en blanco y negro, pero no es un arcoiris tampoco, no ahora. Durante este tiempo no haré preguntas sobre mi pasado, no investigaré más, no me preocuparé por nada. Un mes, empezando desde hoy.

En un rato más salgo para el club. Necesito relajarme, bailar, sudar, emborracharme si puedo. Me tiene sin cuidado que Leo no haya regresado de Brasil aún. Chicos guapos hay muchos y lo más probable es que me encuentre uno o dos con los que pueda perder el tiempo.



Tirar a la basura la imagen que tengo de Lena es lo que se me hace más difícil, no necesariamente leerla. Me repetí las entradas que ya había leído sin cargo de consciencia. Sé con seguridad que sus padres se estaban divorciando, que Leo es un chico que le gusta y con quien hace y comparte muchas cosas, un puerto libre, o parqueo gratis —como en el monopolio—, un amigo y nada más. De cualquier forma se me hace extraño imaginarla actuar así de «libre», por no ponerle otra palabra, una más descriptiva y menos apropiada. Ella es «libre» de hacer lo que quiera... ¿no?


Entrada número diez del diario.

19 de junio, 2015

Son las tres de la tarde... creo. Acabo de despertar con una cruda terrible, mareo, dolor de cabeza, de cuerpo, especialmente en mi pelvis. ¡Uf, pero lo de anoche... se merece ese dolor, el de mi muñeca, el de mi cuello, el de mi boca!

Nunca había besado a alguien de tal forma que me dolieran los labios y todavía recuerdo el cosquilleo que sentía cuando me quedé dormida en su cama. Sí, debí irme, pero ella insistió en que durmiera un par de horas...


—¡¿Ella?! ¡Lena, ¿una chica?! —Mejor, continúo.

... y yo acepté, me acomodé con mi cuerpo desnudo a sus espaldas y adiós realidad. Desperté a las siete de la mañana de hoy y vine volando a casa. Estaba más que segura de que mamá me mataría, se supone que pasaría aquí el fin de semana completo, pero me equivoqué o ella cambió de planes. Volví a acostarme después de un corto baño para quitarme el olor a cigarrillo que todavía tenía mi ropa y mi cabello, me puse mis pantaloncillos cortos de pijama, una camiseta vieja de béisbol y caí rendida sobre la almohada, con el pelo mojado. Pescaré un resfriado, lo sé, pero después de lo que pasó anoche, ¿a quién le importa?

No fui al club con el propósito de cuestionar mi sexualidad... y no creo haberlo hecho. En ningún momento me asustó que esas dos chicas se acercaran a mí y me llevaran a la pista para bailar a mi alrededor, como si fuese la carne de su hamburguesa. Nuestros cuerpos se tocaron, demasiado y nunca me incomodó. Me sentía excitada, volando, aunque no había fumado ni un mísero tabaco.

La chica más masculina —que aparte de ese detalle era divina, con unos ojos azules hermosos— me veía con ganas de besarme, de comerme en realidad. Posó sus manos sobre mi cintura, fue delicada, se acercó a mí, usando sus manos como guías y su mirada como método de conquista. Los dientes que mostraba al apretar sus labios me dejaban saber que me deseaba. Me hizo sentir importante, como si la decisión recayera sobre mis hombros. Era evidente que quería que yo tomara la posta y la besara. No consiguió su objetivo y se acercó con sus labios a mi cuello, posándolos sobre mi piel. Largué un gemido en su oído, dándole una corta satisfacción que expresó con una sonrisa al separarse. Sus manos me apretaron más fuerte y comenzaron a recorrer mi espalda por debajo de mi camiseta de algodón.

—No seas tímida. —Volvió a mi oído para susurrarme—, déjame probarte.

Se me hizo agua a la boca porque su olor era exquisito. Quería permitírselo, pero su amiga detrás de mí, tenía otra idea. Me tomó por las manos, subiendo las suyas, recorriendo mis brazos hasta llegar a mis codos y me jaló hacia ella, separándome de mis juegos con la chica que tenía en frente.

—Eres hermosa —me dijo, chupando enseguida el lóbulo de mi oreja.

Mis ojos se cerraron de inmediato, mi boca abierta por la sensación. La chica no tardó en aprovechar la oportunidad y cubrió el espacio con sus labios. ¡Uf, el beso de una mujer!

Recordándolo ahora, la noche no hubiese terminado bien con ellas. Lo que querían era competir, yo no importaba, no me tenían en cuenta para complacerme; era su trofeo. Cuando me cansé de los juegos que ambas pusieron, de los jalones, de las mordidas, de los insultos conmigo en medio, me hice a un lado y las dejé a que resuelvan sus problemas solas.

—¡No eres tan bonita de todos modos! —gritó la una, la otra la secundó con un «por eso odio apostar a ganarme a una hétero, no aguantan nada».

Antoine, el chico que atiende en la barra y amigo de Leo, me sirvió un y se rió conmigo después de terminármelo.

—Ibas a terminar de cadáver bajo esas aves de rapiña.

—Sí, intensidad total con esas mujeres. Lindas, pero... no gracias, paso.

—Por lo menos te divertiste un rato —dijo sirviéndome un segundo shot—, hasta yo lo hice.

Alcé mi vaso concordando con él y me lo tomé de un solo sorbo. Esperaba a que Antoine me sirviera otro cuando escuché a mi lado a Marina decirme:

—Esas chicas no saben lo que hablan, eres muy hermosa. Mucho más que bonita.

Le sonreí cuando terminó de elogiarme.

—¿Quieres un trago? —le ofrecí y me enseñó que ya tenía uno en la mano—. Antoine, ¿me das uno de esos, por favor?

—No te aconsejaría que mezcles bebidas, pero uno no te hará mal —contestó, observándola por unos segundos. Ladeó su cabeza ligeramente mientras me la servía, alentándome a conquistarla. La rubia a mi lado era linda, muy, muy linda y habíamos tenido un agradable contacto inicial.

—Te va a gustar, es fuerte y tiene un término a menta muy agradable.

Di un corto sorbo y sentí el alcohol casi puro inundar mi boca de inmediato, tenía un gusto refrescante al tragar. Rico, no muy dulce, pero si un poco.

Lo terminamos entre una ligera conversación. Me dijo su nombre y me contó que estaba cursando unos seminarios de economía que dictaban en el verano en la universidad. Me confesó que era la primera vez que se atrevía a salir sola, pero estaba harta de ir a bares con sus amigas y no poder hablar con una chica sin que la critiquen. Me preguntó como me llamaba, se lo dije; qué estudiaba, le contesté, no mentí; qué edad tenía en realidad, reí; y luego fuimos a bailar.

Su cabello rubio natural caía perfecto en ondas muy suaves, sus ojos tras esos lentes de marco grueso y su piel blanca... parecía magia. Muy, muuuy linda.

Al contrario que las otras dos, Marina no intentó conquistarme, su forma de ser lo logró por ella. Unos cuantos tragos después, me acerqué a su oído en medio de la pista y sin miedo le dije que me moría por besarla. Ella me respondió de la misma manera:

—¿Y qué esperas?

No tengo idea qué se apoderó de mí, pero en segundos la tuve sujetada de la cintura, acercándola a mi cuerpo y... ¡Dios, besar a una mujer!

Ella sugirió ir a un lugar más tranquilo y caminamos hasta los dormitorios de la universidad. No nos tomó más de veinte minutos llegar desde donde estábamos. Vive sola, por suerte. La habitación era pequeña, su cama, una mesa de estudio, un closet y una pared que había llenado con carteles de sus películas favoritas, La Naranja Mecánica, Star Wars, Saw. La luz de la mesa de noche era suave e iluminaba apenas las paredes y la cama, donde me senté a esperar a que pusiera un poco de música. Cuando volteó se apoyó de espaldas al escritorio, esperando que fuera hasta ella. Lo hice. ¡Dios, hice tantas cosas!

Cuando sonreía se le marcaba un hoyo en el cachete izquierdo, uno solo, adorable. ¿Cómo puede haber gente a la que no le gusten los hoyos en la piel, en donde sea? Y sus pecas, infinitos puntos sobre esa extremadamente blanca piel.

Nos besamos tanto, nos tocamos tanto... Fue genial y ahora me duele todo. Iré por otro baño, una ducha caliente que dure una hora al menos, y después por un bocadillo porque muero de hambre. Puedo decir que es el mejor sexo que he tenido. Marina puso la barra demasiado alto.



—Wow...

Me duele la cara de tener la boca abierta del asombro mientras terminaba de leer. Lena se acostó con una chica, una chica, ¡u-na chi-ca! Eso quiere decir que... ¿es lesbiana?, ¿bisexual?, ¿curiosa?, ¡¿heteroflexible?!

Esta no es la imagen que tengo de ella. Y no me importa si es cualquiera de esas cosas, es solo que, con sus novios oficiales, siempre fue reservada. Ahora es la diosa del sexo. ¡Virgen mi culo!, literalmente. Su tatuaje tiene otro significado y yo quiero saber cuál.


...


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