Capítulo 50: Café y TV

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Liv Tyler con un suéter pupero color celeste y una minifalda a cuadros en plena portada, invita. La mujer se ve espectacular y joven, ¿de qué año es esta película...?

Doy vuelta a la caja del DVD y busco el detalle en la parte inferior.

¡¿1995?! ¡Yo ni nacía aun!

—¿Qué tienes ahí? —me pregunta Lena, apareciendo por mis espaldas.

Resulta que el sábado pintaba increíblemente aburrido y, después de desayunar y vernos las caras por media hora, decidimos salir a alquilar unas películas para hacer maratón o algo así. Su idea, no la mía. Yo quería prender la tele, poner Netflix y terminar de ver la serie del asesino inculpado, me faltan cuatro capítulos y no quiero spoilearme leyendo noticias al respecto. El problema es que me pareció muy insensible con Lena y la historia de su papá asesino. Digo, nadie quiere verse reflejado por cuatro horas, pensando en cada detalle del crimen que le quitó a su madre y le cambió la vida, así que cambié de parecer y acepté el reto de buscar películas como cuando no existía el internet. Al menos, de esta manera, no nos encontraríamos a primera vista con el gran listado de ese género que he guardado en mi lista personal.

Es tan extraño esto de saber a detalle lo que sucedió cuando era niña; que su papá mató a su mamá y sigue libre por ahí. De hecho, que ella pueda vivir sin pensar en eso cada minuto del día me parece más raro todavía. Yo en su lugar, lo haría, escribiría un diario completo sobre el tema, una novela, no, una saga.

—Encontré una película ancestral sobre... una tienda de discos en los años noventa —le comento leyendo a breves rasgos el sumario de la película—. Además, Liv Tyler.

—¿La de los videos de Aerosmith?

—Mhmm —le confirmo.

—¡Suena bien!

¿Ven? Esa emoción por cosas simples y randómicas es lo que no me cuadra. ¿Cómo te acostumbras a que tus genes están plagados de maldad?

La otra noche veía un documental sobre criminales y las condiciones mentales que los llevan a cometer delitos graves, crueles y sádicos, y la relación cercana con la genética humana. Y bueno, debe ser, porque para que exista un programa completo —de varias temporadas— sobre gemelos asesinos, es porque hay muchos gemelos que son asesinos, creo que ya he hecho este punto antes, en fin.

Quizá Lena se parece mucho más a Alenka que a su papá. Ella decía en el diario que eran casi clones. Me pregunto qué heredó de él, solo espero que no sean los genes criminales.

—¿Qué encontraste tú? —le pregunto viendo una pila de cajas de películas en sus brazos.

—Hmm... Seven, Taxi Driver, Watchman, Fight Club, Gone Girl, Zodiac y... Pulp Fiction.

Ajá, todas películas de crimen, asesinatos y violencia.

¡¿Por qué diablos no sugerí quedarnos en casa y ver la serie del asesino inculpado?!

—Veo que andas con ánimos oscuros. ¿Tantas películas de crimen? ¿Estás segura de que no vas a hacerte bolita y a llorar como bebé?

No luce segura, es más, mi comentario la saca de onda por un momento. Y es que Lena no es de las que elegiría películas de ese tipo, ella es más del género 3 a 12 años. Bueno, exagero, de 1 a 15, pero nada pasado mucho de tono o muy sangriento, recordemos que El Exorcismo de Emily Rose la asusta mucho.

—Pensé que... ya que estaba obligándote a pasar conmigo el sábado, deberíamos ver algo que a ti te guste y yo sé que el misterio y el suspenso son tus favoritos.

Genial, ahora me siento culpable por molestarla. Solo trataba de complacerme y yo imaginándome que quería estudiar su lado criminal.

—No te olvides de las de miedo, esas son mis favoritas, las de terror.

—Lo sé, pero no encontré ninguna de las que recomendaban en la página de crítica —me aclara enseñándome un listado que encontró en una página web. No está nada mal, pero son películas de culto, no las vamos a encontrar en un lugar tan comercial como este, donde únicamente se venden películas de Hollywood.

—Propongo que veamos algo ligero hoy y mañana. ¿Qué tal...? —Miro hacia mi izquierda, justo estamos en la sección de comedias románticas—... Nick and Norah's Infinite Playlist, ¿ya la viste?

Niega. Me fijo en su selección y hay una que se puede quedar, la guardo y dejo las demás en la repisa, que las acomode el encargado.

—Nos llevaremos Gone Girl, Nick and Norah, Empire Records y... Across The Universe —digo tomando la última que queda.

—Cuatro películas no nos van a alcanzar para los dos días.

—Cierto, emm... —Vuelvo mi atención a la sección romántica, pero temo que terminaré empalagada si llevamos otra de estas—. En el fondo de la tienda hay la sección de series, buscaremos una y listo, maratón completa.

Lena hace una nueva pila con la nueva recopilación y caminamos directo al área de televisión.

—¿Has visto Lost Girl? —me pregunta enseñándome la portada con una mujer de ojos azules que brillan por la impresión del empaque.

—No, ni idea de qué trata, ¿la has visto tú?

—La primera temporada, nada más. Es interesante, pura ciencia ficción y tiene muy buenas actrices.

Oh, «buenas» actrices, o sea guapas. Puedo manejar un fin de semana rodeada de chicas atractivas frente a mis ojos... y a mi lado, por supuesto.

—Okey, nos llevamos esa. ¿Algo más?

—¿Palomitas? —dice marcando esos hoyuelos en su rostro, mostrándome sus dientes perfectos y su genuino entusiasmo por unos granos de maíz.

Emoción absurda por cosas intranscendentales, dije. Es una linda criminal en potencia.

—Tengo dos cajas enteras de las de microondas en casa —le informo acercándome a la caja para pagar y veo su corto desánimo—... Mejor te invito un café. Hace frío afuera.

—Un café sería genial —responde con su ánimo arriba otra vez.

No sé en donde están escondidos sus genes criminales, pero los de seducción los tiene ahí, en cada célula de su ser. Yo creo que es Alenka purita.

Creo que su madre, lo sabe...



—¡Ya, ya! Deja de insistir. —Me rindo, y agarro con ambas manos la taza de café amargo que tengo en frente.

La especialidad de la casa es un grano recién molido fuertísimo que promete no dormir en días, pero su sabor es tan amargo, que no puedo evitar hacer caras al darle un sorbo. No estoy acostumbrada a tomarlo así, pero dadas las circunstancias, no quiero tomar nada que vaya a aligerar mi conciencia por un segundo.

—Voy a contártelo, pero no puedes interrumpirme o suponer cosas hasta que termine de hablar, ¿entendido?

Dicho esto me acomodo mejor en la silla y vuelvo a beber otro poco de café, como si estuviese buscando emborracharme con él, y es que estoy a punto de contarle a mi amiga la experiencia más absurda y demente que he tenido en la vida... Sí, en la vida... espera, lo pienso mejor... Sí, en la vida.
Ade ladea curiosa, pero no se tarda en sujetar con sus dedos el cierre imaginario de sus labios, haciendo una mímica de un lado al otro. Al terminar levanta sus pulgares poniéndome toda la atención del caso.

Bien, aquí vamos.

—Estamos en semana de exámenes, ya lo sabías porque te lo comentamos el viernes pasado en casa de Rach mientras Lena nos azotaba en el Monopolio. ¿Qué buena resultó ser para ese juego, no?

Estoy divagando y ella me lo hace saber cruzándose de brazos. Que difícil es ser tan frontal con ella en este tipo de temas cuando su posición es tan parcializada.

Ajjj, en momentos como este es cuando extraño al idiota del psicólogo. Aunque también había escogido un equipo para el cual jugar, al menos pretendía. Lo que me recuerda, debo buscar un nuevo terapeuta a la velocidad de la luz...

Estoy divagando otra vez.

—Bueno, estaba estudiando en la sala ayer, recostada a lo largo del sillón, mirando al balcón. El primer examen de la semana era el que rendimos hoy de matemática y es la única materia que de verdad me cuesta, así que necesitaba completa concentración.

Ade no dice nada aparte de un: «Mhmm» a labios cerrados.

—Resulta que a la mitad de mis estudios, a Lena, la pequeña genia matemática, se le ocurrió poner música en su celular a unos pasos de mí. Ella estaba sentada sobre un cojín en el piso, junto a la ventana—le cuento describiendo la escena—. No voy a poner la excusa de que no puedo estudiar con música, o que me desagradó su selección, porque para qué miento, Lena tiene muy buen gusto y me sorprendió con algunas canciones, pero dime con sinceridad, Ade, ¿cómo diablos estudias con una mujer divina bailando al frente de ti? ¡¿Cómo?!

Es una pregunta retórica y ella lo sabe, pero se esta divirtiendo mucho, ya tiene colgada esa mueca pervertida en la cara.

—No niego que es linda, lo es, es hermosa, es todo lo que quieras, pero hay cosas en el mundo que deberían ser prohibidas con sentencia de cárcel o, dependiendo de la mujer, con la misma muerte. Lena bailando es una de ellas, Lena bailando en ropa interior es una sentencia inmediata a la guillotina.

Su sonrisa se prende en su rostro.

Maldita cupido, si por ella fuera, nos encerraría en una caja fuerte tamaño humano hasta que resolvamos nuestras diferencias... o tengamos sexo loco y salvaje.
Mejor continúo con la historia.

—A unos diez minutos de que se levantó para darme un espectáculo que no le pedí, y que ella parecía hacer inconscientemente, sonaba una melodía muy relajada y suave, realmente agradable; pop con algo de R&B. Cuando regresé a verla por el más puro y sano instinto —aclaro y Ade rueda sus ojos burlándose de mis palabras—, Lena me dio un vistazo rápido de pies a cabeza.

Mi amiga suelta una pequeña y cómica risa, pero ella no entiende que lo que sucedió a continuación no fue planificado, lo juro. ¡Yo soy inocente en este barullo!

—¿Vas a seguir? ¿O era eso todo lo que ibas a contarme? —me reclama tras un silencio que no pude evitar. Las imágenes de lo que pasó son tan claras que me aturden.

—¿Estás muy divertida, no?

—¿Me culpas? Solo quiero que confirmes lo que ya me estoy imaginando.

—¡Oh, por Dios! Basta, dije que no hablaras.

—Okey, okey. Tú sigue, yo me callo.

—Bien, bueno... —Doy un respiro para tranquilizarme y sigo—. Ella estaba cantando y yo únicamente podía concentrarme en sus labios vocalizando las palabras de la canción. Su voz era muy baja, pero impecable; clara, suave y entonada. De ahí, mi atención bajó a su semidesnudez. Sus piernas se veían tan lisas, tersas. ¡Dios, no sabes lo que me moría por tocarlas!

—Lo imagino.

—¡Silencio, dije! —le advierto, ella vuelve a callar, mas su rostro me grita todo lo que quisiera decirme con palabras. En fin.

—Se dio la vuelta, y te prometo que comencé a salivar de tanto ver su cola moverse al bailar, ¡su suave y agarrable cola! —me lamento.

No puedo más con los recuerdos. ¡No puedo! Mi frente golpea la superficie de la mesa con toda la frustración que tengo adentro.

Ade sigue en silencio, lo que quiere decir que debo seguir.

—Traté de meterme adentro del libro que tenía en las piernas y casi hago un túnel a Narnia a través de sus hojas, no miento. Y fue ahí..., ¡ahí cuando Lena se aprovechó de mí!

—¡¿Tuvieron sexo?! Wow...

—¡Wow mi trasero! Y, claramente pedí que nada de suposiciones.

—¡Llega al punto entonces, me estás matando con la intriga!

—Ella, Lena, ella, ¡ella!... Me quitó hábilmente el libro y lo soltó en el piso. No más de dos segundos después, se sentó a horcajadas sobre mis piernas a nivel de..., ya sabes, ahí, y se dedicó a jugar al caballito al ritmo de la canción, sosteniéndose de mi cuello para no perder el equilibrio.

—¡Oh, oh, oh, oh!

—¡Oh, sí! Toda yo encendidísima con esa acción, ¿pero crees que pude reaccionar para quitármela de encima? No, no pude mover un dedo. Lo único que atiné a hacer fue a cerrar los ojos con fuerza, hasta que sentí su pecho firme tocando el mío, acariciándome. En nada comencé a ponerme muy incómoda y...

—¡No! —exclama con una carcajada tan fuerte que debe taparse la boca para tranquilizarse.

—¡Sí, Ade! ¡Lena me tenía hecha una cascada, ¿okey?! ¿Eso era lo que querías oír?

—Tranquilízate, Yulia. Tampoco es para tanto. Tuvieron sexo y ya, gran cosa, como si no lo hubieran tenido antes.

—¡Es que no tuvimos sexo, porque...! Solo cállate hasta que termine —le exijo, ya quiero concluir este ridículo relato, que me aconseje algo para que no vuelva a suceder e irme a casa. Tengo que estudiar para el examen de historia.

—A ver, ¿cómo termino su noche de domingo?

—Okey —Me termino el café como si fuese un shot de tequila y sabe mucho peor que uno, puaj—. Ew, ¿cómo me dejaste pedir esto? Es la muerte en una taza.

—Jmm, jmm —Ade me obliga a centrarme en lo que vine a decirle.

—Sí, bueno. Entonces ya no me resistí y la apreté de la cintura, quitándola de mi pelvis, porque ya no aguantaba más estimulación y la recosté sobre el sofá, colocándome sobre ella. Comencé a empujarme en su cuerpo, pero mi centro se sentía tan urgido, que me levanté para quitarme el pantalón de un solo tirón y regresé a ella con mis manos para quitarle esa bombacha que ya me estorbaba...

—Ajá, ¿y?

—Y que me quito la mía y... y...

—¡¿Y?!

—Y tenía un maldito pene, ¿entiendes? ¡Yo tenía un pene!

—¡¿Yulia?! —Ade se ríe, me reclama, se frustra y se enoja en una sola mención de mi nombre—. ¿Estabas soñando?

—¡Sí! ¡Que tenía un pene!

Ade no puede evitar morir de la risa, literalmente está muriendo, el aire no le entra, se está poniendo colorada.

Extraño al psicólogo.

—Perdón, perdón, pero...

Espero, dos minutos, no para de reír. Cinco, ¿diez?

—Ya, ya... perdón. Es solo que, ¿hablas en serio? Pensé que algo real había pasado.

—¡¿No te parece suficiente que a punto de hacerlo me creciera un pene?!

—Antes que nada, es super normal querer tener uno o soñar que lo tienes.

—¿Ah, sí? —de repente algo de alivio me da, dentro de lo que cabe.

—Sí, vamos. Es evidente que te estás proyectando.

—Proyectando, ya...

—Quieres a Lena, pasaste un fin de semana con ella metida en tu casa y viendo ¿Lost Girl, si no me equivoco? Esa serie tiene mucho sexo.

—Sí, eso es verdad. Por cierto hay una actriz ahí que es idéntica a tu novia.

—Oh, que lindo, las amigas enamoradas de dobles de actrices.

—¿Nina? —admito.

—Nina —me confirma—, pero analicemos tu sueño. Estás caliente, eso es evidente; te mueres por tener algo con Lena, está clarísimo; y de cierta manera quieres reclamarla como tuya.

—No, no, no, no. Yo no quiero nada con mi ex.

Me va a crecer la nariz hasta que se parezca a la de Adrien Brody y eso no es bueno.

—Acéptalo, la quieres, la amas, lo sabes, ¡me lo has dicho!

—Que la amo, sí, pero...

—¿Pero qué? ¡Invítala a salir!

—No.

—Está bien, no lo hagas —me dice, rindiéndose demasiado pronto. Suele insistirme incesantemente, pero bueno, demos gracias por los pequeños milagros—. Eso sí, tú y yo iremos a una tienda para adultos.

—¿Qué, para qué?

—Necesitas quitarte con «algo» las ganas que tienes y por lo que veo los dedos no te están ayudando mucho.

Eso es lo que me gano por confiarle lo que me pasa. Que me crea una loca desesperada y urgida. No que no lo esté.

—¡Ya sé! Llevaremos a Lena —agrega y mi frente vuelve a golpearse contra la mesa, esta vez buscando un poco de tierra firme donde enterrarse como si fuese una zanahoria.

—A ella también debe estarle haciendo falta un...

—Un nada, no le falta nada —le digo levantándome al escuchar sus intensiones.

—Yo me imagino que extraña tener uno, así sea falso.

—¡Aj, que asco! No quiero imaginarme a Lena y al mastodonte... demasiado tarde.

—Hmm, podemos comprar un Feeldoe, ya sabes esos dildos que son para dos. Te pones una parte tú y... tenga su dulce —me informa haciendo un movimiento sugestivo con sus manos. Qué poca tarea he hecho al respecto de los juguetes sexuales desde que descubrí que soy más gay que Kristen Stewart.

—¿Y esas cosas sirven, o sea, son realmente estimulantes?

—No necesariamente para todas las mujeres, pero estamos hablando de Lena, así que...

¿Qué quiso decir con eso?

—Hay muchos colores, texturas y tamaños. Para ustedes tendrá que ser uno de quince centímetros, cuando menos. Solo así compensarás lo que perdió.

—¡Aaaaaade, qué mierda!

—Bueno, yo decía, ya. Cómprate uno de doce si quieres. No creo que le haga ni cosquillas.

—¡¿Han hablado de Leonardo?! ¡¿De sexo con Leonardo?!

—Mis labios están sellados —dice y repite la acción del cierre, esta vez para no romper su promesa con la culpable de mi desdicha, genial.

No fue buena idea hablar de esto con mi amiga. Necesito a alguien completamente neutral. Mejor me consigo un buen psicólogo, o psicóloga, mujer. Una psicóloga, mujer y lesbiana.

Ella si me va a entender.


Eso espero... porque creo que voy a volverme loca.



Hay pequeños rayos de colores que refractan del vidrio al servir la soda en nuestros vasos. La luz del ambiente es ligeramente más débil de lo normal, es algo romántico, pero no fue planeado de esa manera. La verdad es que metí la pata en el último viaje al supermercado y compré las luces de baja luminiscencia para el comedor. Es agradable de todos modos. Me gusta la forma en la que nos miramos la una a la otra en estas circunstancias, lo cual es raro porque no tengo idea de dónde estamos paradas en lo que respecta a nuestra relación.

—Espero que te gusten las empanadas —me dice esperando lo mejor. Amaría cualquier cosa que ella cocine, incluso si se tratara de agua tibia y no me gusta el agua tibia, la detesto, pero...

Como un bocado y me tomo mi tiempo apreciando la suavidad de su contenido. La mezcla es perfecta, una combinación de salado y dulce, perfecta.

—Está deliciosa —le digo aún con la boca llena, imposible esperar para complementar esta exquisitez.

Ella inclina la cabeza, mordiendo un pedacito de la suya y asiente con la cabeza también.

—Papá estaría orgulloso —dice con una mano cubriendo su boca, sin terminar de saborear su comida.

—¿Sergey cocina mucho?

—Es el único que realmente lo hace. Mamá sólo sabe cómo hacer pastel familiar y porque él le enseñó.

—Oh, bueno. Lo sacas de él, entonces...

"¡Estúpida!"

"¡Es adoptada, idiota!"

¡Oh, mierda! Se me olvidó.

—Lo hago —concuerda, y esto lo hace más incómodo que antes. Soy una tonta, y ella está tratando de cubrirme—. Está bien, Yulia —añade, divertida—. Me gusta pensar que soy lo que mis padres hicieron de mí. Así que, sí, lo saco de él, tanto como saco la ridiculez graciosa de mamá. Tengo el aspecto físico de Alenka y Erich, y yo prefiero creer que eso es lo único que heredé de ellos.

Puedes escuchar una sentencia así y — conociendo su historia— entender el porqué, aceptarlo, respetarlo, pero dudo que esto sea todo lo que ella quiere o necesita descubrir en sí misma sobre sus padres biológicos. No pasó tanto tiempo indagando para conformarse con lo poco que descubrió. Aunque, pensándolo bien, debe ser por esa razón que prefiere no profundizar más en memorias y verdades ocultas.

—¿Qué hay de ti? —me pregunta—. ¿Tu mamá cocina mucho?

—Lo normal, yo tampoco soy un genio en la cocina, pero me defiendo.

—¿Heredaste algo de ella que te guste?

De repente me sentí como si estuviésemos haciendo conversación de una primera cita.

¿Estamos en una cita?

Como otro bocado de la empanada para no responder y le señalo mi boca llena para que espere, mientras pienso qué decirle y qué se hace en esto de las citas para zafar, porque yo no estoy lista para una cita, no sé ni qué hacer en una cita. Todo estaba bien en casa de Rach el viernes porque estábamos las cuatro y ahora solo estamos Lena y yo, y esto es muy extraño, extrañísimo. Siento como si estuviera acorralada por cámaras de uno de esos programas baratos de citas de la televisión real, donde un soltero sale con como treinta mujeres que quieren con él, por fama, fortuna y «amor», y todas aparentan que son tiernas, dulces, sinceras y le cuentan un evento triste de sus vidas para causar empatía y él no se cree nada, porque está pensando con cuál le será más fácil meterse en el jacuzzi y que le hagan el favorcito bajo el agua. Vamos, el soltero es un hombre hormonal saliendo con treinta chicas simultáneamente, treinta que están a su sola disposición, es obvio que el tipo está pensando en marcar el récord de con cuántas de ellas se acuesta en el primer episodio.

Se me está acabando el bocado, okey, lo trago, se fue. Realmente delicioso, pero ahora toca hablar.

—Creo que su mal genio.

Sé que hay muchas cosas más, como su pasión por lo que le gusta, por el trabajo, su perfeccionismo, su avidez, pero la que peor me cae es esa, el mal carácter.

—¿Te gusta su mal genio?

—¿Qué?

—¿Pregunté si heredaste algo que te guste de tu madre? Bueno, además de lo bonitas que son las dos.

Un cumplido que quiere pasar por desapercibido. Huele a cita.

—Perdón, no escuché bien esa parte —reconozco y pienso, acabo de enlistar varias, pero la que más me gusta, emm—. No sé.

Aunque sí sé... creo.

Cuando mamá me veía triste —antes de que ambas supiéramos que yo era gay—, venía a mí y se recostaba a mi lado y me acariciaba el cabello. Era tan tranquilizante y amoroso. Si no podía dormirme me abrazaba fuerte y me enrollaba con las cubiertas hasta que conciliara el sueño. Yo solía repetirlo con mi hermano Mikhaíl cuando era más chico; lo extraño tanto. Extraño cuidar de alguien y que cuiden de mí, extraño un buen abrazo, un: todo estará bien. Pero es algo que no voy a decirle a Lena. Creo que perdimos mucha confianza cuando terminamos tras esa pelea, aun no recuperamos ni siquiera una semblanza de amistad.

—¿Estudiaste con Ade para el examen de historia? —me pregunta cambiando radicalmente el tema personal. Se dio cuenta de que es un campo minado, algo que debemos trabajar.

—No en realidad, debo ir a leer los resúmenes que hice, antes de dormir —le contesto con sinceridad. De qué sirve mentirle, no le diré que hablamos de ella, eso sí que no—. ¿Tú, te sientes segura con el material?

—Sí, lo vimos hace poco en la vieja escuela, así que tengo la materia fresca en la memoria.

—Bien.

Ambas comemos lo que nos resta de empanada y nos callamos, hasta que un bip sale del teléfono de Lena.

—Perdón, es Ruslán —dice levantando el aparato para leer el mensaje—. ¡Oh, mierda!

—¿Qué? ¿Están bien tus papás?

No llega a contestarme cuando Nastya me envía un mensaje también.

«Aleksey está mal. Embarazó a Tanya, me lo contó Ruslán.»

El nerd no es nada discreto y este es un tema que yo consideraría delicado.
Inmediatamente entra otro mensaje, es de él, me pide que lo llame y termina con esa cara de urgente que nos inventamos cuando éramos pareja.

—Lena, gracias. Estuvo delicioso —digo dándole el último mordisco a la punta de la empanada y me levanto—, pero debo contestar esto, ahora.

Ella asiente sin protestar porque sabe de qué trata. Yo salgo del departamento y presiono el botón del ascensor, llamaré a Aleksey una vez que esté en el lobby, desde ahí podemos tener algo de privacidad y además no traje abrigo, no saldré a la terraza.

El elevador tarda unos minutos en llegar, saludo al portero, que está de guardia, y antes de marcar, me interrumpe entregándome un sobre blanco, inflado. No parece ser una carta, es pesado. Me pregunto quién me lo envía y comienzo a fijarme en los detalles, antes que nada, la persona que lo escribe tiene muy mala caligrafía, aun así es evidente que este sobre no es para mí, está dirigido a Lena y no tiene remitente.

—¿Lo trajo el cartero? —le pregunto, porque una carta sin información de quién la envía, no llega por correspondencia.

—No, llegó con un mensajero —me confirma e inquieta a la vez.

¿Quién le mandaría a Lena un sobre personal, directamente a mi departamento?

—Fue el mismo que trajo el que le envié ese domingo con su madre.

Ahora me da un fragmento de información demasiado importante. Mamá subió ese día sin invitación, Lena me comentó que le entregó las cuentas de pagos, pero ¿le dio también esa carta o se la quedó ella por curiosidad, o maldad, o qué se yo?

—Boris, se lo devuelvo y le voy a pedir un favor. Todas las cosas que le lleguen a Lena, de hoy en adelante, solo se las debe entregar a ella personalmente, sin intermediarios, ¿entendido?

—Claro, señorita Yulia, no hay problema.

Me da curiosidad saber de qué trata o quién se la manda, pero esto es algo que no heredaré de mi madre.

¿Puede ser que, en su sed de venganza, no le haya entregado ese sobre?

Odio no poder estar segura de alguien en quien confiaba tanto, lo odio.

Un sobre sin remitente. Nada de esto se siente bien.


—¿Hablaste con él? —me preguntó Lena al regresar al departamento.

—Sí.

—Lo suponía. Te tardaste casi dos horas —comentó sin ánimo de reclamar. Y sí, me había dado cuenta, cuando entré en el elevador y subía a nuestro piso, noté que ya daban más de las diez de la noche.

—Teníamos mucho de que hablar —le respondí desanimada, la conversación fue pesada y llena de angustia. En ese punto lo único que quería hacer es dormir, pero todavía tenía que estudiar.

Aproximadamente una hora antes —mientras escuchaba a Aleksey—, había decidido que me sumergiría en la tina al volver, así que recogí mi ropa de dormir y mis libros, las bolitas de espuma para el agua, y estaba por encaminarme al baño cuando Lena se paró en frente de mí y me entregó sus tarjetas de estudio.

—En menos de una hora lo sabrás todo y... ¿Vas a bañarte? —se interrumpió, preguntándome al percatarse de mis intensiones, pero eso le arruinaba a ella los planes. Vamos, ya no somos novias, no iba a dejar que me acompañe. Verme en el traje en el que vine al mundo es un privilegio que le otorgaré a alguien especial, mi pareja, y Lena ya no es ese alguien.

—Emm... Mira —me quitó las tarjetas y comenzó a explicarme—, las que tienen marca roja en la esquina son los temas difíciles y los que tienen relación con otros eventos que están listados atrás; las verdes son las fáciles, fechas, nombres, lugares, datos importantes, ese tipo de cosas; y las azules son las de conjetura y análisis, para estas solo debes saber de qué trata el tema en esencia y formularte una opinión, el listado de temas relacionados lo encuentras atrás también.

—Terminó y me las devolvió, abandonando el plan de estudio.

—¿Qué tal si me doy una ducha y estudiamos juntas? No me tardaré más de diez minutos —ofrecí a cambio. Ella aceptó diciéndome que me esperaría en la sala y yo me di el baño más caliente y rápido que pude, pero no fueron menos de veinte minutos los que pasé en el baño.

Cuando regresé Lena estaba alterada, mirando la televisión con una peculiar rigidez, concentrada en distraerse, poniéndole una atención considerable al programa que en realidad no estaba mirando. La clara actitud de una persona que tiene un problema importante en que pensar, mas quiere perderse en la inmensidad de algo insignificante.

Mis ojos cayeron al resto del sofá, había llevado una almohada y se podían ver las arrugas del uso. Se había dormido mientras yo salía del baño. Me fijé entonces que Lena sujetaba la cobija con fuerza y su respiración era profunda. Estaba asustada.

—¿Estás bien? —La escarmenté al hablar. Dio un salto y, al verme, sacudió su cabeza queriendo quitarse las ideas que la perseguían, sonrió y me hizo un lugar a su lado.

—Sí, estoy bien. Es una tontería.

Sé que no lo era porque no fue lo único que sucedió esa noche que se salió de lo normal, si es que a la rutina en la que hemos vivido juntas por dos semanas y media ya se le puede considerar normalidad.



—¿Magnolias o girasoles? —me pregunta Ade, regresándome al presente—. Para Rachel, Yulia. Llevamos paradas aquí más de diez minutos y no termino de decidirme. ¿Crees que le gusten más las magnolias o los girasoles? —me repite viendo que le ponía poca atención, y me enseña dos arreglos sobre el mostrador.

—Magnolias, los girasoles son muy comunes.

—Bien, magnolias serán —me dice admirando la selección final y camina hacia la caja registradora, yo voy a unos pasos por detrás de ella—. Me gustaría ordenar una docena de magnolias para el domingo, yo misma las retiraré —le pide a la encargada de la floristería—. No, espere, mejor que sean dos.

—¿Blancas?

—No, me gustan más las de color púrpura.

—Listo, son 79.99, puede pagar con tarjeta si lo desea.

—En efectivo por favor —le contesta y da media vuelta con una sonrisa de satisfacción total.

—Ay, el amor. Espero que le gusten. ¿Porque gastar ochenta rublos por unas flores? —le digo asombrándome de lo mucho que unas plantas muertas pueden costar. Seguro es por la maldita fecha, todo sube de precio porque así funciona el consumismo. A más demanda la oferta se hace la estrecha. Como las mujeres lindas, mientras más admiradores tienen más exclusivas se vuelven. Pasa en la vida, pasa en el comercio.

—Tu cinismo es exquisito, ¿sabes?

—Solo no le veo el punto a la fecha.

—¿No planeas hacer nada con Lena?

—¿La palabra soltería no te dice nada? —le recuerdo nuestra situación amorosa. No tengo idea por qué tiene una insistencia con que estemos juntas, no sabe siquiera qué es lo que pasó que nos separó.

—Necesitas una sacudida o una patada en el trasero, lo juro, yo misma te la daría, ya me tienes harta —me dice volteándose para no verme.

—¡Aj! Ade, eres insoportable ahora que son tan amigas.

—Esto no tiene nada que ver con que yo hable con Lena. Tiene con ver con tu bipolaridad. La amas, pero no haces un solo movimiento hacía ella; pasaste más de un mes lamentándote sobre su pelea, pero ahora que la tienes a tu lado ni le hablas, vives recordándole que para ti todo ya se acabó. Dime, ¿qué mierda piensas hacer? ¿Quieres ser su amiga?, ¿quieres volver a tener algo con ella?, ¿piensas olvidarla a los tres minutos de que regrese a Sochis y luego correr tras los de artes para drogarte hasta que te mueras? ¡¿Qué?!

Su tono y su enojo me molestan, me enojan, me llenan de ira.

¡¿Yo que diablos sé?!

Ni siquiera tengo idea de por qué Lena hizo lo que hizo ayer en la noche, por qué las cosas son tan extrañas, por qué está siempre tan ausente y tan presente, porque es así. La bipolar es ella... Bueno, yo también. ¡Es que no sé, no sé qué hacer, cómo comportarme, no tengo idea de qué nos espera, de qué debería hacer, si hablarle o no, si ser amable o no, si buscarla románticamente o alejarme lo más rápido posible!

¡No-lo-sé!

—¿Sabes qué? Haz lo que quieras, Yulia. Yo solo te diré esto, faltando completamente a mi promesa con tu amiga, porque es más tuya que mía, pero... como sea —menciona con dureza—. Lena si tiene algo preparado para ti y mejor será que te decidas sobre lo que quieres antes de que ella se ilusione con ideas de que ustedes pueden arreglar su relación.

La cajera nos mira, sorprendida por el cambio de la conversación entre nosotras y le entrega el cambio. Ade lo guarda en su cartera y me enfrenta otra vez, aun muy alterada, yo también lo estoy.

—Y tú, puedes ser mi amiga, pero no voy a ver como le partes en tres el corazón a alguien que se encuentra tan vulnerable y que se muere por recuperarte.
¡Decídete y dícelo, ya!

Terminada su advertencia se hace a un lado y sale de la tienda sin esperarme. Ade sabe que, con el orgullo que tengo y el coraje que siento, ni loca regresaría a mi casa con ella.

"No es por nada, pero tiene razón. No nos decidimos".

"Es que, que podemos decidir. Lena ya no confía en nosotros y sin confianza cómo iniciamos algo".

"Pero eso depende de nosotras".

Y de ella.

"Y de nosotras, Yulia".

"Yo solo quiero decir que no quiero romperle nada a Lena, ni las ganas. Lo que hizo ayer me dejó pensando".

A todas.

"¿Por qué lo hizo?"

"Buscaba algo de nosotras".

¿Pero qué?

"Necesitamos hablar con ella".

Acordado.

Subo mi vista y veo a la cajera que tiene clavada la mirada en mí como si estuviera viendo a una loca que escapó del loquero, como si me hubiese escuchado hablar sola o... Esperen, ¿hablamos en voz alta?

Abro mis ojos como si quisiera que ocuparan toda mi cara y doy media vuelta para irme.

—Diablos.


...

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