Capítulo 56: Conociendo más a Alenka (Parte 2)

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—¿Qué es lo que más te molestó de esta carta?

—¿Por qué asumes que me molesta?

—Porque está arrugada como si la hubieras hecho bolita, tirado diez veces a la basura y recogido para tirarla por el inodoro... o le lloraste un mar de lágrimas y te sonaste la nariz con ella.

De repente me da asco tenerla en las manos. Aunque ame a Lena, no quiero tocar sus mocos.

—La arrugué, no hagas esa cara.

—¿Por qué?

—Habla de Erich, así que... la arrugué y jugué ping-pong con ella.

—Okey, ¿estás segura de que quieres que la lea? —le pregunto volteando hacia ella para ver la reacción de sus ojos. Los cierra y asiente tres veces, agarrando inconscientemente la almohada para abrazarla.

Bueno, empecemos.

Cuarta carta de Svetlana sobre la investigación.

Lena:

Sé que me he ausentado varios días, pero el viaje a Akmola me ha ayudado a encontrar pistas sobre Erich.

Uno de los trabajadores de la mansión Sukhinova recordaba cómo se conocieron con Alenka. Él trabajaba de asistente en la librería de la ciudad que ella visitaba —antes de ponerse su negocio de «arte»— y ya que es una institución pública, por ley, los datos específicos de contacto están publicados en una página de perfiles ciudadanos a la que tenemos suscripción. Por suerte esto ocurrió a finales de los noventa y sí está registrado. Lo encontré a él y a varios detalles interesantes.

Ya sabíamos —de mi visita hace unos meses— que Erich tiene cuarenta y cuatro años de edad, que es un inmigrante nacido en Berlín, Alemania, y que tiene tarjeta verde de ciudadanía desde hace dieciocho años. Ahora descubrí que se la dieron tras casarse con Alenka y haber sido declarado un ciudadano ejemplar. Sin embargo, no lo era.

Resulta que en esta página web también están registradas las huellas dactilares y las suyas coinciden con las de un hombre llamado Adler Schwarz que tiene más de siete detenciones y cinco convicciones por venta de drogas y distribución ilegal en Berlín, la mayoría de ellas realizadas en su adolescencia.

Si te preguntas por qué no encontraron esta coincidencia antes, es porque el sistema de registro público de criminales se instauró hace apenas unos años y cuando él ingresó al país no habían datos para hacer una búsqueda de este tipo.

Adler Schwarz fue un nombre fácil de encontrar en las bases de datos por internet. Encontré que sus padres todavía viven en los suburbios de la ciudad, en un barrio considerado el mismo ghetto, el sitio más pobre. Tiene un hermano llamado Klaus, quien se mudó a Munich al cumplir los dieciocho. Él sí es un hombre ejemplar y dueño de una pequeña heladería.

También pude encontrar mucho material impreso. Según un reportaje de periódico del año 1987 —que hallé re-publicado en la página web de la editorial—, él aparece como miembro de una pandilla callejera que dominaba el sector y se dedicaba a la venta menor de drogas y robo a mano armada. Te adjunto una impresión de la fotografía, aunque no se lo distingue muy bien. Es el chico de la derecha, rubio desgreñado y muy delgado.

Su lista criminal se extiende hasta el año 1992, cuando desaparece del mapa después de una serie de asesinatos entre pandillas. Tal parece que un nuevo líder quería dominar el mercado y se armó una guerra entre sus miembros. Él, como muchos otros muchachos, se cambió el nombre y se escondió. Sus contactos debieron haber sido muy buenos para conseguir una vida tan perfecta que lo ayudara a viajar fácilmente a Rusia.

Así fue que llegó aquí, más no porque cambió su biografía, él sufrió modificaciones.

Logré hablar con doña Ksenia. Ella gentilmente aceptó recibirme ayer y conversamos por un largo rato en la tarde. Me confirmó lo mismo que me había contado Paulina. Alenka se convirtió en su mano derecha «una chica muy cordial y buena, sobretodo dulce y cortés», fueron sus palabras. No tardó nada en sentirla como una hija con la que compartía todo lo que tenía. La ayudó a continuar sus estudios, a cuidar a Katya como si se tratara de su propia nieta. Fue por ella por quien comenzó a involucrarse con proyectos de educación infantil y apoyo a madres solteras. Dijo que sin Alenka, habría abandonado el mundo en muy poco tiempo, ya no le encontraba sentido a vivir. Tantos años sin su esposo y prácticamente sin familia más que sus empleados, ya no la llenaban. Alenka le cambió la vida en 180 grados y todo fue mejor.

Y entonces llegó la parte en la que se conocieron con Erich/Adler. Alenka estaba asistiendo a la universidad cuando se topó con él en una feria de arte. Él se hizo pasar por un joven extranjero muy humilde y amable que se vio atraído por ella. La invitó a salir y ella con miedo aceptó. Ksenia dijo que el chico parecía una buena persona. Llegó muy limpio y bien vestido, no elegante, pero sí casual para su edad; con los zapatos y el peinado impecable. Fueron al cine y a cenar, después la llevó a casa y no se sobrepasó robándole un beso, se comportó como un caballero.

No solo su actitud de ciudadano estrella les gustó a ambas; también estaba su presencia física, su cabello sedoso rubio, sus ojos claros y su porte; medía casi dos metros. Todo las hacía pensar en que era el candidato ideal para iniciar una nueva relación.

Estuvieron de novios por dos meses antes de que su personalidad saliera a la luz. Para ese entonces ya tenía a Alenka metida en el bolsillo y frecuentemente la drogaba. Cosa que a doña Ksenia le molestaba enormemente.

Un fin de semana, simplemente no volvió de su salida. Cuando regresó a casa el lunes por la mañana tenía en el dedo un gran anillo barato, símbolo de la unión que ambos habían efectuado en las afueras de la ciudad. Alenka se había casado bajo los efectos de las drogas y el alcohol y llegaba tan solo para recoger a su hija, sus cosas y mudarse con él.

«No es que yo creyera que esa era su intención. La vi temerosa e insegura al irse. Sé que él la había amenazado de alguna forma y la dejé ir sin protestar», fue lo que Ksenia me dijo, asegurándome que no la dejó sola. Contrató a un grupo de guardaespaldas/investigadores que la seguían y la protegían a donde quiera que fuera.

Pasaron más de ocho semanas desde que se había ido y doña Ksenia comenzó a perder la esperanza de poder sacarla de esa pocilga a la cual la llevó a vivir. Cuando, de un momento a otro, le llegaron las noticias de su embarazo contigo. La mujer hasta ahora se lamenta no haber protegido a Alenka de una decepción más. Estaba convencida de que solo la usó para volverse ciudadano y poder reclamar derechos y asistencias del estado. No lo tomes a mal, Lena, la mujer nunca te conoció en realidad y tu existencia —no de forma literal— para ella fue la caída de Alenka.


"Auch, ahora entiendo por qué arrugó de esta manera esta carta".

"Lo sé".

Eso es todo lo que pude conversar con la señora Sukhinova. Me dio una cita para continuar la historia en un par de días. Mientras tanto me dijo que te hiciera llegar las fotos que tenía guardadas de Alenka, además de algunas de Katya y un oso de peluche que le pertenecía. Cosas que conservó de su estancia en su casa. Te las enviaré pronto en un paquete más grande de lo normal, también anónimo.

Suerte y cuídate.

Svetlana.


—Así que eso debía tener la caja, recuerdos de tu mamá con tu hermana —le digo entregándole el papel estrujado.

—Mmm hmm.

—Y eso no te gusta.

—No quería ver cómo mi hermana tuvo una linda niñez y yo... yo no tengo nada que me ate a ella y lo poco que recuerdo es el día de su muerte.

Entiendo el sentimiento aunque no pueda relacionarme con él. Debe ser horrible sentir que fuiste el motivo por el que tu mamá salió de una buena vida, aunque en realidad ella llegó después.

—En todo caso, la caja no solo venía con esas cosas. Svetlana me dijo en la siguiente carta que había encontrado evidencia sobre un negocio turbio que encubre la tienda de arte de Erich.

—Esa caja es importante. Podríamos usarla como soborno para que nos devuelva a Marina.

—No, Yulia. No quiero jugar con Erich, él me pidió que fuera sola y lo voy a hacer. Aquí no hay plural.

—No empecemos una pelea, ¿quieres?—le digo con enojo. No le permitiré ponerse en peligro... negado.

—Ten la última carta y nos pondremos a hablar sobre lo que haré... mos luego.

Hagamos eso, no quiero indisponerme aún con el tema del encuentro. Lena se queda en esta casa así la tenga que esposar al respaldar de la cama.


Uno... Dos... Tres... Cuatro... Trato de calmarme...


Quinta carta de Svetlana sobre la investigación.

Lena:

La situación en Akmola se ha tornado incierta. Descubrí a dos hombres siguiéndome, intentando ser prudentes, mas mi ojo de detective me alertó de su presencia inmediatamente. Entré en un local de ropa y esperé a que se dispersen, esto no sucedió. Uno de ellos ingresó quince minutos después de mí y quiso hacerse el simpático preguntándome quién era, destacando que no me ha visto por la ciudad antes, preguntándome qué hacía por allí.

Le respondí con la misma simpatía, diciéndole que venía a cubrir una historia como reportera de una revista de negocios y tenía cita para entrevistar a la esposa de Alexander Sukhinov. Me preguntó sobre qué tema, si sobre él específicamente o sobre ella y sus obras benéficas. Le aclaré que se trataba la empresa que manejaba su esposo, algo corto para la siguiente publicación.

Se mostró interesado, mencionó que la viuda Sukhinova no da acceso personal a nadie, a menos que trabajen directamente a su cargo, indicándome que me sería muy difícil acceder a ella. También me comentó que la labor de obra social la ejecuta desde su casa y rara vez sale. Mostró verdadero asombro cuando le contesté que la cita ya es un hecho y hablaría personalmente con ella.

«La pieza es por los veinte años de la muerte e su esposo, ella misma fue quien pidió el reportaje», le contesté esperando que la justificación sea suficiente para satisfacerlo, pagué un par de piezas de ropa que me vi obligada a comprar y salí para el hotel, despidiéndome de forma casual del tipo.

Sin falta, me siguieron hasta allí y se mantuvieron atentos a mis movimientos durante el resto del día. Yo intenté actuar normal y desapercibida, sin levantar sospecha. Apenas tuve oportunidad entré al internet para contactarme con papá por un canal seguro. Me comunicó que nuestras fuentes en la ciudad le habían alertado del inminente peligro y le recomendaron que dejara la ciudad de inmediato.

Erich es peligroso y tiene asustada hasta a la misma policía. Nadie conoce la extensión de miembros de la fuerza que tiene metidos en su bolsillo.

Lamentablemente, me vi forzada a cancelar la cita con doña Ksenia. Le expliqué la advertencia que recibí y ella se ofreció a poner seguridad a mi disposición para llegar en auto hasta Korsakovo y desde allí tomar un avión de regreso a Sochi.

En este punto creo que lo más prudente de tu parte es entregarle la información que hemos descubierto a Sergey. Él sabrá qué hacer y cómo ponerte a salvo hasta el momento que logren capturar a Erich. Piensa también en tus hermanos, probablemente sea el mejor momento para que tus padres les pongan al tanto de la verdad. Ustedes tres podrían ser blanco de este hombre.

Enviaré la evidencia que encontré sobre las irregularidades de su negocio de arte y el archivo completo de su verdadera identidad junto con las cosas que doña Ksenia me entregó apenas llegue a casa en Sochi.

No te preocupes por lo que queda por descubrir de su historia. Ella me ofreció viajar para encontrarse conmigo y continuar nuestra charla con más calma. Sabremos el fondo de su relación pronto.

Cuídate por favor y reconsidera compartir esta información con tu padre.

Svetlana.


—Sabes que coincido con ella, Len —le menciono entregándole la carta que dobla y guarda junto a las otras.

—Sí, pero de qué sirve ahora hablar con papá.

—Ayer retaste a Ruslán por no querer ir con él por la desaparición de Marina y, ahora, tú te niegas. ¿Dónde está la lógica en eso, bebé? Como tú misma dijiste, Sergey es policía, él puede ayudar.

—No después de la nota y la caja, tengo que ir a encontrarme con Erich yo sola y...

—¿Ponerte en peligro? Porque eso es lo más racional que puedes hacer, ¿no? —Ya me cansó con su necedad y se lo digo de mala manera.

—Marina puede estar muerta, Yulia. Probablemente lo está.

—No digas eso, no lo sabes.

—¡Han pasado doce días desde la última vez que la vieron! ¿Qué crees que ha hecho todo este tiempo? ¡¿Jugar poker con mi padre?!

No dice nada que yo no haya contemplado, es la conclusión más acertada el que Marina ya no esté más en el mundo de los vivos o que la esté pasando muy mal. Por eso mismo es que debemos hablar con un adulto con autoridad.

—Somos dos chiquilinas, Lena...

—¡Habla por ti!

—¡Hablo por las dos! ¡Tienes dieciocho años, legalmente ni eso, yo tengo diecisiete, ¿qué crees que vamos a hacer frente a un hombre de cuarenta y cuatro años que es un criminal de toda la vida?!

—Se lo recuerdo porque parece no entender la gravedad de lo que quiere hacer—. Marina está ahí afuera, tú no puedes hacer nada. La policía...

—¡La policía está comprada, ¿qué no leíste la carta?!

—¡No toda la policía, tu papá sabrá en quién confiar!

—Antes de poder decirle a papá sobre esto necesito saber qué es lo que Erich quiere conmigo.

—¡¿Para qué?!

Ya nos pusimos a gritar, levantándonos de la cama y persiguiéndonos por el departamento.

"Esto no va a terminar bien, cálmate".

—La policía tiene la orden de no cumplir ninguna demanda de un extorsionista, ni siquiera un vaso de agua. Si Erich quiere algo personal de mí para recuperarla, y yo se lo puedo dar, lo voy a hacer sin involucrar a las personas que me imposibilitarán de hacerlo.

—No creas que no entiendo tu punto, Lena, pero ¿qué puedes darle a un hombre que tiene mucho más poder que tú? ¡Eres una niña de dieciocho años que ni siquiera puede salvarse de sus propias pesadillas y llora si se lastima el dedo gordo del pie contra la pata de la cama!

"Error, Yulia, cál-ma-te".

—¡No me calmo nada!

—¡No te dije que te calmaras! ¡Te dije que iría y punto. Tú no tienes derecho a prohibirme esto, a encontrarme con él y exigirle que me devuelva a la chica que me abrió el corazón y me enseñó tantas cosas que tú jamás vas a poder entender! —me dice dejándome muda. ¿Qué diablos significa eso?— ¡Voy porque voy y no te atrevas a intentar impedírmelo!

Su furia es inmensa. Camina decidida y con fuerza hasta la salida y abre el pequeño closet para sacar su chaqueta, se la coloca buscando sus llaves y me advierte:

—Si llamas a papá y le cuentas algo de esto, tú y yo terminamos, y no me volverás a ver en los días de tu vida.

Abre la puerta y la cierra de un portazo que retumba en las paredes de todo el piso.

"No corras tras ella, respira".

Linda hora de volver, ¿no creen?

"Sentimos haberte dejado sola, pero ahora estamos aquí. Trata de volver a un estado racional y dale un poco de espacio a nuestra novia, lo necesita".

Puede correr peligro. Erich sabe donde vivimos, puede seguirla, puede...

Para qué discuto conmigo misma. Tomo mi chaqueta y salgo a buscarla. No puedo permitir que le pase algo.

...la necesito.

Llego a casa buscando las llaves en el bolsillo izquierdo de mi chaqueta. Mi visión está borrosa y cansada, mi cabeza explota de la tensión y mis piernas no dan más de tanto caminar.

Me paseé durante horas por restaurantes, cafeterías, el parque, los cines, los centros comerciales. Parecía una pobre demente preguntándole a la gente si habían visto a la chica que les describía porque, del apuro de ir tras ella, no saqué mi celular y no tenía una foto para mostrarles o para poder realizar una llamada a Ade y pedirle que me ayudara a buscarla. Ella es buena para eso de encontrar una aguja en un pajar, habría sido de mucha ayuda.

Mi pecho suspira solo con intermitencia. No he parado de llorar desde que me di cuenta de que era imposible encontrar a Lena; desde que entendí lo que sus palabras quisieron decir.

Ya es tarde, dan las once de la noche y hace más de siete horas que la busco. El departamento está vacío, frío, silente. Camino hacia el sofá y me tumbo en él adivinando su ubicación en la oscuridad, no tengo deseos de encender la luz. Estoy realmente agotada.

La familiaridad de este sentimiento me molesta, me agobia. No fue hace mucho que pasaba mis noches así, sola en este lugar, sin ella, con el corazón igual de roto porque Lena no me hablaba, ahora en cambio es porque me sacó en cara algo que no esperaba.

«...la chica que me abrió el corazón y me enseñó tantas cosas que tú jamás vas a poder entender».

Eso.

Ella cree que no la entiendo. No sabe cuanto se equivoca. ¿Quién cree que es ella para mí? Exactamente lo mismo que Marina para ella.

Mis ojos se cierran combatiendo las ganas que tengo de mantenerme despierta y pensar qué más puedo hacer para recuperarla. Pero es la intranquilidad de no saber qué es lo que quiero recuperar lo que logra abrirlos de nuevo.

"No te duermas, llama a Ade. Salgamos una vez más por el barrio".

Pasé por su casa, fue mi primera parada de hecho. Llegué a su edificio esperando que Lena haya decidido visitarlas; no había nadie, ni ella, ni mis amigas. Comenzaba a desesperarme el frío y el desconocer su paradero. No podía quedarme sentada al pie de la entrada toda la noche, necesitaba empezar a buscarla y me fui caminando hasta el centro, que no queda muy lejos de allí.

"Llama a Ade".

Para eso debo levantarme y tomar el celular que dejé sobre la cama. Mi cuerpo vencido se niega a moverse, mis ojos vuelven a pelear por cerrarse, por dormir.

"¡Despierta!"

"Yo estoy con Yulia, déjanos dormir cinco minutos y nos levantamos renovadas".

"¡Lena puede estar en peligro, levántate!"

Esa voz tiene razón. Me pongo de pie en un santiamén y me acelero hacia la habitación. Busco en la lista de llamadas recientes a mi amiga y le marco.

—Hola, perinola. ¿Cómo les fue en el viaje? Pensé que me llamarían ayer —me contesta alegre, esperando una actitud menos idiota que la que tengo.

—Ade, ¿has visto a Lena?

—No, ¿qué pasó? ¿Se pelearon?

—Sí, genio, nos peleamos y salió como loca del departamento.

—¿Y crees que vino por aquí?

—Te llamo para que me confirmes sí o no. ¿La has visto?

—No... en los últimos diez días, no.

Exhalo todo el aire que contenía cuando me quita la última esperanza que tenía de que estuviera a salvo.

—Calma, Yulia. Dale espacio, ya va a volver —me dice con el tono más relajado del mundo.

Cuanto quisiera tener esa tranquilidad, que no me aceche la desgracia si camino dos pasos. Desearía tanto pasar una noche con mi novia comiendo palomitas mientras nos ponemos al día con alguna serie que le guste. Sería genial.

—Ade... ¿y si no vuelve?

—Ay, no —se queja con la boca medio llena—, ¿qué hiciste?

¿Se lo cuento, todo lo que ha pasado?

Por supuesto, ajem, ajem.

Ade, mira. Lena es hija de un criminal que mató a su madre cuando tenía cuatro años y la está acosando. Oh, ¿y te acuerdas de la rubia? Pues hace días que la secuestró y nos mandó una prueba de que la tiene. Lena cree que está muerta, pero de todas formas va a encontrarse con su papi, porque Marina sí le abrió su corazón y ella sí le dio cosas que yo nunca, jamás en lo que me queda de vida —o si reencarno en cincuenta vidas más— podré darle. Porque yo no entiendo lo que es amar, yo no entiendo cómo se ama y no entiendo por qué se ama. ¡Mierda, yo no entiendo nada! Yo soy solo la amante de turno y ya, ¿no? La que quién sabe por qué se robó su tiempo con Marina. Ellas merecen estar juntas. Lena no debería estar conmigo, porque yo no entiendo, yo no sé lo que es sentir, yo no tengo un corazón, tengo un hueco ahí, y sí... ¡sí que lo tengo! Un maldito vacío en el pecho. Y me duele, porque yo no entiendo nada.

—¿Yulia?

—Ade, ¿si supieras algo muy importante que alguien no quiere que le cuentes a alguien más, pero es tan, tan importante que de ello podría depender la vida de otro alguien... lo contarías?

—¡¿Cómo?! ¿Cuántos alguien existen y quienes son?, aparte de Lena que no quiere que cuentes algo.

Al menos Ade sí entiende. Es que ella no es yo, es por eso.

—¿Yulia, estás bien?

—¿Sabes, Ade? No entiendo.

—¿Qué cosa?

—Nada. No entiendo cómo... ¿cómo amas a alguien?... ¿Cómo?

—Yulia, ¿qué pasó? Me estás preocupando.

—Dime, ¿cómo puedes decir que tú amas a otra persona, si no sabes qué es eso? No lo sabes, porque tú no puedes abrirle el corazón y darle cosas... porque ella ya tiene a esa persona y no eres tú.

—Yulia..., ¿qué te hizo Lena? —Su tono es molesto y serio, pero la verdad es que no me hizo nada, solo me dijo la verdad.

—No entiendo... No entiendo por qué sus palabras me duelen así.

Mis lágrimas caen con un genuino desconsuelo en el pecho. Lena se fue, no está en ningún lugar en esta ciudad, no está aquí. Si Erich se la llevó, quizá ya ni esté con vida.

Por otro lado, esto podría ser bueno. Digo, si Marina está esperándola, Lena estará bien, porque la rubia la ama y ella si entiende lo que es eso. Lena estará bien... sin mí.

Yo entiendo muy bien eso y entenderlo me duele.

—Voy a verte, espérame y no hagas estupideces, ¿entendido?

—No ven... gas, quie... ro estar so... la —le digo son suspiros porque mi llanto no me deja hablar y lo odio. Detesto entender que no soy yo la chica que Lena quiere a su lado, porque yo no puedo darle lo que Marina sí.

—¡No me importa lo que quieras, estoy saliendo para tu casa, no te muevas! —Me exige enérgica y me cuelga.

"Llama a los papás de Lena y cuéntales qué pasó. Ade hablaría con Sergey sin preguntarte. Lo hizo con tu padre cuando te perdiste, ¿recuerdas?"

Sí, pero en esa circunstancia era yo la del peligro. Esta vez es Marina y si le llega a pasar algo porque yo hablé con la policía, Lena...

¡¿Díganme qué es lo que no entiendo?!

Yo la amo, esto es amar. El misterio de no saber si mi novia sigue viva o no, duele. El saber que ella quiere, o mejor dicho, ama a alguien que sí le abrió su corazón, duele.

¡Yo entiendo todo esto, lo entiendo!

"Deja de pensar cosas que no son. Lena estaba enojada, dijo algo que no tiene sentido. No es que no entiendes qué pasa o cómo se ama, es que no entiendes la impotencia que ella siente".

"De acuerdo con mi otro yo. Deja de pensar en que Lena, de buenas a primeras, dejó de amarte. No es así, entiéndela".

¡Es que yo no entiendo nada! No en-tien-do.

"Okey, seamos inteligentes. Estamos cansadas de tantas preguntas que hicimos, las vueltas, el pensar y nuestros pies nos matan..."

"Pésima elección de palabras, idiota".

"Diablos, cierto. Yulia, tranquila, Lena está bien. Si Erich hubiese querido llevársela lo habría hecho hace tiempo y la cita es mañana. No va a hacerlo ahora".

"Sí. Pensemos en positivo. Lena salió y se está escondiendo de ti. Ya va a regresar".

Son casi las doce de la noche.

"Por eso, recostémonos en la cama y vamos a dormir".

No, tengo que salir a buscarla...

"Ade va a llegar y si no te encuentra aquí, te encuentra en el infierno y te regresa a él de una patada. Acuéstate en el sofá y esperemos a que ella llegue con su sexto sentido del hombre araña".

Con dificultad llego a la sala y logro sentarme apoyando la cabeza sobre un cojín. Se me hace difícil respirar, siento más lágrimas recorrer la longitud de mi rostro y me escucho sollozar.

Cada vez más cansada, cada vez más pesada...


... no se que hacer con este sufrimiento.


Me despierto con los gritos a voces de mi amiga a unos metros de donde dormía. La poca luz que alumbra la sala entra del pasillo de afuera del departamento, filtrándose por la puerta semi abierta.

Me toma respirar un par de veces para entender los reclamos que estaba escuchando.

—¡Yulia no es un juguete y te equivocas si crees que voy a dejar que la hagas añicos, con o sin intención!

—Necesitaba salir y despejarme. No tenía en mente preocuparla...

—¿Pero sí herirla?

—¡Por supuesto que no!

—¡¿Entonces qué diablos es todo eso de que alguien más sí te abrió su corazón y Yulia no, o aquello de que no entiende qué es el amor?!

—¡Oh, por Dios! —Se lamenta Lena—. Ya le explicaré que quise decir..., cuando te vayas.

—No me voy a ningún lado hasta no decirte un par de cosas que requieres escuchar y procesar en esa linda cabecita que tienes.

Lena no le contesta nada. No la veo porque mantengo mis ojos apretados, pretendiendo que sigo dormida, pero me la imagino cruzada de brazos con su puchero enojado y las cejas caídas en medio.

—Yulia se las da de dura y fuerte, pero es de las personas más sensibles que conozco, no hay momento en que no esté preocupada por alguien y, cuando ama, lo da todo.

—Cuanta experiencia acumulaste en cinco meses de conocerla, wow —le responde sarcástica mi novia.

—Sé esto porque, para tu información, la he visto enamorada de ti desde el minuto en que la conocí, y ese amor le ha hecho muchísimo daño.

—Vaya, gracias.

—¿Esperabas un halago? Tú no fuiste testigo de su auto destrucción cuando la ignorabas. Tú no la viste deprimida, o fumar más de veinte tabacos en una noche, o tomar media botella de vino para intentar dormir, o qué tal cuando, para dejar de sentir dolor, se metió dos pastillas de quién sabe qué y desapareció por días.

—¡Su mamá tuvo mucho que ver en eso, no puedes culparme de todo a mí!

Medio punto para Lena porque tiene la mitad de la razón.

—¡Eres tan ingenua!

—¡Y tú... algo metiche!

—¡Metiche pero con la verdad! Yulia hubiese preferido irse con ella mil veces, así la siguiera golpeando, pero no lo hizo por defender lo que sentía, especial y exclusivamente, por ti.

Doble punto para Ade.

—Yulia te permitió besarla en el aeropuerto, sin empujarte o ridiculizarte, aunque eso le costó caro en su relación con su madre y por qué, o mejor dicho, por quién crees que hizo ese sacrificio. ¿Por la Rosa de Guadalupe?

Un silencio más extendido de la contraparte germano-polaca.

—Punto uno que debes entender, Lena. Yulia puede hacerse lo dura que quiera frente al resto del mundo, pero tú y yo sabemos que es un algodón de azúcar con quienes quiere y a ti, lamentablemente, te ama. No hay cosa que no haría por ti y así mismo deberías tratarla, con cariño y consideración. A mi no me vengas con la excusa de que yo la conozco menos tiempo y no sé de qué hablo. Al menos yo sé que se muere por tenerte cerca, por abrazarte, por besarte y se merece que le respondas con las mismas atenciones, porque tú eres su novia y su perdición.

Hmm, gracias por reducirme a una criatura mágica estilo poni color lila y destruir la imagen que me costó años construir. Bueno, siendo justos, este año me bajó la torreta del ego.

—Y punto numero dos, guárdalo como el mejor consejo que podrías recibir en la vida —le advierte con mucha dureza—. Yulia no está sola. Yo estoy aquí, así que cuida tus palabras y tus acciones, Lena, que si vuelves a lastimarla de esta forma yo...

—¿Me golpearás? —Intenta burlarse Lena.

—Ya quisiera ser el tipo de persona que te bajaría la prepotencia junto con la mitad de tus dientes, pero no. Eso sí, puedes estar segura de que te haré la vida imposible.

—Creo que será mejor que te vayas, Ade. No quiero despertar a Yulia a medios gritos.

—Me voy porque Rachel está esperándome en casa, ya son las dos de la mañana, pero quedas advertida.

Escucho a mi amiga tomar violentamente lo que supongo es su chaqueta de una de las sillas del comedor que suena con el movimiento. Sin despedirse camina con decisión y cierra la puerta tras ella, la poca luz que existía desaparece.

Escucho a Lena respirar con cansancio. ¿Dónde estuvo todo este tiempo? Bueno, no me corresponde saberlo. Yo... creo que es importante reconocer el lugar que ocupo.

¿Por qué tuvo que irse Ade? Este silencio trae de nuevo esa pesadez en mi pecho y quiero desaparecer.

Sin aviso, la siento darme un beso en los labios y se aleja tan solo unos centímetros para susurrarme que despierte mientras me acaricia el cabello sobre la oreja.

—Bebé... vamos a la cama —me dice y abro mis ojos adoloridos, arden por las lágrimas que otra vez se apresuran a salir.

Hacerme la dura mi trasero, soy tan débil en su presencia.

—Hey —expresa con pena al verme—, no llores, por favor. Lo siento, no quería preocuparte así. —Me toma de la mano y me obliga a enderezarme, pero no quiero ir con ella. Me quedo sentada en el sofá e, intentando de evitar más lágrimas, respiro profundo, apoyando la espalda en el respaldar del sofá. Su mano izquierda estira la mía y se detiene al sentirme estática.

—Yulia —dice como súplica—, bebé...

Escuchar esa palabra, ese cariño que ya no me debe, me duele. ¿Por qué todo me duele? ¿Por qué duele el amor? Es porque yo no lo entiendo, seguro.

Lena regresa sus pasos y se acerca otra vez a mi rostro.

—Vamos a dormir, hablaremos con tiempo en la mañana.

Niego con esfuerzo. Prefiero quedarme aquí, a compartir cama con alguien que ya no me pertenece. Cierro mis ojos, quizá si los mantengo presionados las lágrimas se queden adentro.

Ella se hace espacio sobre mi regazo y se sienta a horcajadas de mi cuerpo, abrazándose fuerte de mi cuello. Su cara a un lado de la mía y su pecho sobre mí.

—Te debo una disculpa. Lo siento —me repite y rompo ahí mismo. Mis ojos cerrados no sirven para nada, las lágrimas junto con mis lamentos se permiten salir.

Quiero abrazarla, quiero poner mis manos en sus muslos, subirlas hasta su espalda y apretarla para sentir que está conmigo, pero no lo hago. Estas son las cosas que le pertenecen a ella. No importa si Ade la retó, explicándole que quién las merece soy yo. El amor no funciona así. Ella ama a otra chica, ya no soy yo la que tiene permiso de tocarla de esa manera, a pesar de que todavía tenga el título de novia.

—Yo... —trato de hablar, pero se me ahoga la voz. Trago e intento controlar mi respiración, guardando un poco de compostura—. Yo... sé que no entiendo... como son las cosas. Pero entiendo que si Marina está viva... —Paro, erré—. No, cuando Marina regrese, porque está viva. Cuando eso pase... tú te irás con ella, yo lo entiendo. No entiendo muchas cosas, pero entiendo eso.

—Yulia...

—Y está bien, Lena. Uno no elige a quién ama y no porque yo crea que sé que te amo...

—Shhh —me susurra acariciando mi nuca, meciéndonos apenas—. No me entendiste.

—Es que yo no entiendo nada...

—No, no. No comprendiste lo que quise decir. Es mi culpa, nunca te lo expliqué.

Y ahí caen más gotas sobre su hombro. Así de cerca está de mí y yo no puedo tocarla.

—Yulia, bebé, cuando dije que Marina me abrió el corazón no me refería a ella, hablaba de mí. Ella me permitió abrir mí corazón, ¿entiendes? Ella me enseñó a soñar con alguien, a querer esto que tenemos tú y yo —me explica con tanto cariño que se me hace muy difícil no creerle—. No amo a Marina, pero sí le debo... nosotras. Se lo debo.

Por primera vez me permito descansar mis manos sobre sus piernas. Escucharla me relaja. Asumo que mi desesperación y confusión también venían de creerla en peligro. Ella se separa un poco de mí y coloca su frente sobre la mía. Mantiene sus manos apoyadas en mi cuello, sus pulgares me acarician suavemente. Me pide con calma que la mire, que abra mis ojos y la mire.

—Yulia..., por favor.

No lo hago, no hasta que siento las yemas de sus dedos limpiar las lágrimas de mi rostro, derramo una cuantas más sobre ellos. Mis labios buscan apoyo con desesperación en su pecho, encontrándose con los huesos de su clavícula. Mis manos se acomodan apretándola por la espalda.

La necesito, quiero creerle y lo hago, en parte porque ya está conmigo y eso me tranquiliza. Estoy tan perdida sin ella; es un horrible sentimiento. El amor... duele. El amor, sin correspondencia, puede hacerte miserable.

—Debí aclararte a qué me refería —me confiesa con arrepentimiento—. Debí, pero temía que no lo entenderías.

—Si me explicas, puedo intentarlo.

—Es que no es fácil. No quiero que pienses que todavía siento algo por ella de la manera que lo siento por ti... —me dice, dándose por vencida el final—. Está bien.

Se desliza sobre mis piernas bajando unos centímetros y vuelve a mi rostro, acariciándome los labios con sus dedos delicadamente.

—Marina y yo vivimos una linda relación, a pesar de que nunca tuvimos un noviazgo. Ella fue la primera persona con la que me proyecté, con quien quise un futuro, a quien soñaba en las noches, con quien fantaseaba durante el día. Aquella que al enviarme una cara feliz por mensaje me alegraba por horas. —Lena baja sus manos y es ella ahora la que me oculta la mirada—. Marina fue una noche a mi casa. Tú estabas en mi habitación durmiendo. Llegó borracha, pidiéndome que no la deje por ti. Me dijo que me amaba, que nosotras podíamos tener algo importante, que le de una oportunidad.

Recuerdo esa noche, yo escuché esa conversación.

—Marina sentía muchas cosas por mí, cosas dulces, románticas... Se enamoró, pero yo no pude devolverle el sentimiento. Mirando atrás, creo que fue porque mi corazón ya te pertenecía a ti.

—Lo siento...

—No, tú no tienes la culpa. El amor es así y yo no me arrepiento. Te amo.

Me alivia escucharla porque es sincera. No lo estoy imaginando. Es el tono de su voz, el calor que emana su cuerpo, es lo bien que se sienten sus caricias.

—Cuando dije que hay cosas que ella me dio... Esa noche, me rompió el corazón decirle que hablaríamos cuando te fueras de la ciudad, que arreglaríamos las cosas porque, para ese entonces, yo ya sabía que mis sentimientos por ti eran mucho más fuertes de los que tenía por ella. Le estaba mintiendo.

Recordar esto la lastima, lo puedo ver en sus ojos.

—El día que nos vimos para conversar, le devolví el pendiente. Ella ya no estaba borracha, ya no insistió. Entendió al verme con el pendiente en la mano que solo seríamos amigas y me dijo: «Lo tomaré de vuelta con una condición. Tú tienes mi corazón, puedes no quererlo, pero lo tienes. Yo aceptaré la realidad, pero te pido tiempo». No la entendí inmediatamente. Se colocó el pendiente en el pecho, la piedra le caía a la altura de su corazón y poniéndose una mano sobre él me pidió: «Guárdalo por un tiempo, está contigo y aún no puedo llevármelo. Cuídalo y, cuando yo esté lista, te invitaré un café y te pediré que me lo devuelvas, ¿está bien?»

La que se ve obligada a secar sus lágrimas ahora soy yo. Lena sufre porque lastimó a alguien a quien que quiere, aunque no la ame. La entiendo.

—Marina está muerta, Yulia.

—No digas eso...

—Lo presiento.

—Mantente positiva.

—Lo intento, pero ya no la siento aquí... conmigo —me dice golpeando su pecho—. Trata de comprender, tengo que ir por ella.

—Lena, no...

—Debo, es mi obligación, esté viva o muerta. Yo tengo su corazón... —me dice con un pesar tan grande que me conmueve. La entiendo, perfectamente de hecho, la entiendo—. Debo traerla de regreso, entregársela a sus padres y susurrarle al oído que le devuelvo lo que me encargó, que es libre y que lamento con mi vida entera haberla metido en esto, porque es mi culpa, que le hayan hecho daño, es por mí.

—Len...

—No espero que compartas lo que pienso, solo que me dejes hacer lo que tengo que hacer para recuperarla.

Vuelve a aferrarse de mi cuello, apegándose lo más posible y suelta toda la frustración que tiene adentro. Yo la mezo, como ella hace unos minutos.

Estoy en sus zapatos y la entiendo, porque si Lena me hacía prometerle lo mismo, encontrarme con ese demente habría sido mi primer instinto. Aun así, no permitiré que vaya a buscar a su padre sola. Hay otras formas de conseguir lo que necesita, una de ellas es hablar con Sergey. Lo haré la primera oportunidad que tenga, sin pedir permiso. Eso es lo que hacen los amigos, me lo demostró Ade esta noche y aquella cuando desaparecí.

—Encontraremos una solución, te lo prometo.

—Yulia...

—No te quiero perder.

Suspira sin insistir. No me convence la falsa derrota que veo en su gesto.

—Hablaremos en la mañana sobre qué hacer, ¿okey? —me pide cansada y se pone de pie estirándome la mano otra vez—. Es tarde, vamos a dormir.

—Vamos...

... Deseo que lo amargo ya termine.


—¿Que fue lo último que te dijo?

Este niño detective me interroga como hubiese sido yo quién secuestró a Lena. El resto revisa entre nuestras cosas... Dios, hasta se meten en el cajón de mi ropa interior. Debí comprar ese dildo con vibración que Lena tanto quería... o no, mejor uno de doble penetración para que se espanten por algo.

Tener lencería negra no es nada del otro mundo idiotas... ¡Aj!

—¿No lo recuerdas?

Por supuesto que lo hago, pero no necesito decirles cada detalle, no es importante para que empiecen a buscarla, eso al menos no.

—Es personal.

Mamá suspira, no sé si con cansancio o con asco de imaginar las últimas palabras que mi novia dirigió a mí. Quizá se imagina —acertando totalmente— qué fue lo que hicimos.

—¿Tienes alguna idea de a dónde pudo haber ido, su plan, que quería demostrar?

—¿Dónde venden de esas? —le pregunto señalando la insignia que tiene colgando de la correa del pantalón. El tipo regresa a verla.

—¿Esto?

—Sí, dónde me consigo una.

—Tienes que ir a la academia de policía y luego seguir el programa de detective. No la compras.

—¡Aj! Eso ya lo sé... —No intentaré explicarle mi sarcasmo, si debo hacerlo deja de llamarse sarcasmo—. Olvídelo, ¿no cree que si supiera a dónde iba Lena y qué pretendía, los habría llamado?

—Yulia —me reta mamá, comienza a exasperarse de mí, al igual que yo de ellos. Ella odia cuando me pongo con esta actitud, pero qué espera con preguntas tan estúpidas como las que hace este infante llamado detective Vadim.

"Contéstale, no pierdes nada. Además, es parte de su trabajo ahondar en los detalles. Así, si hay un juicio, saben que hicieron una investigación a fondo y los criminales no quedan libres".

Es que no está preguntándome detalles importantes, como qué ropa vestía la última vez que la vi, o cómo era su estado de ánimo...

"Claaaro, porque tú les vas a decir: Estaba desnuda, busquen a una mujer desnuda".

"Tampoco conoces exactamente qué pensaba cuando decidió irse. Terminó súper feliz anoche, ¿cómo íbamos a imaginarnos esto?"

¡Eso... eso no importa! ¿Por qué diablos no están buscando a Lena allá afuera? ¿Por qué revisaron cada una de mis prendas íntimas? Digo, ¿creían que la iban a encontrar entre el encaje?

¡Necesitan salir a la calle, buscarla en las paradas de los buses, poner carteles con su cara por toda la maldita ciudad!

—¿Tu amiga Adelaide nos dijo que hace un par de días también desapareció?

Dios, mátenme.

—¿Me esta preguntando si mi amiga se lo dijo o si Lena desapareció hace dos días?

—Lo segundo.

—Lo hubiera dicho en lugar de cuestionármelo.

—¡Yulia!

—¡Sí, se fue! Tuvimos una pelea, ella salió a caminar unas horas. No hablamos hasta la noche que regresó.

—¿Caminó por más de diez horas?

—Necesitaba su espacio, ¿okey?

Me mira. Me mira como si estuviese alucinando y todo se tratara de un malentendido.

—Esta vez no es como hace un par de días.

—¿Por qué lo aseguras?

—¿Por qué? ¡¿Por qué?! —Al diablo, que se jodan—. ¡Qué tal porque se llevó más de la mitad de su ropa y varias cosas personales, no dejó sus documentos o su celular; qué tal porque esta vez no peleamos, o porque hay un tipo que la está acosando; qué tal porque no tenía razón para irse... esta vez!

—Acabas de decir que alguien la estaba acosando, esa es una razón válida para huir.

—¡Obvio que huyó, idiota! ¡Con un demente que quiere algo de ella y tienen que encontrarla ya!

—¡Yulia, basta!

—Mira, entiendo tu frustración, pero la policía no puede hacerse cargo de buscar personas que deciden irse por su propia voluntad, así sea con criminales, no a menos que hagan algo ilegal.

¡Son idiotas, no hay otra alternativa!

—Yo me largo. Voy a buscar a mi novia.

—¡No irás a ningún lado! —me exige mamá tomándome del brazo.

—Suéltame, yo iré a encontrarla ya que estos buenos para nada prefieren preguntar estupideces a hacer algo.

—¡Te quedas aquí!

—¡No!, me largo —me suelto agitándola con fuerza—. Me voy a pasear cada centímetro de esta cuidad. La buscaré en cada zanja, en cada basurero, la encontraré así me muera en el proceso...

—Señorita, el detective Sergey Katin pide que se acerque al teléfono —me dice uno de los agentes que vagabundea por mi departamento. Yo respiro tratando de controlarme y camino hacia él. Me acerca su celular sin decir otra palabra.

—Hey, pequeña. —Trago fuerte al escucharlo. ¿Cómo le fallé de esta manera? Yo debía cuidar a su bebé.

—Sergey.

—Yulia, créeme, comprendo cómo debes sentirte. Pero te pido de la manera más comedida, deja a los detectives hacer su trabajo.

—¡Sergey, no hacen nada!

—Lo hacen, aunque no lo creas y es duro, lo sé. Yo he estado de ambos lados y ahora mismo tengo la impotencia atorada en la garganta.

—Sergey, yo... no debí quedarme dormida, yo...

—No hay nada que hubieras podido hacer y no quiero que te culpes. Tan solo trata de no desesperarte. Lena está en las mejores manos con este grupo de agentes. Por favor, guarda la calma, responde a sus preguntas e intenta no entrar en pánico.

Me lo dice porque él mismo es policía y detective. Debo estar entorpeciendo la investigación, le estoy haciendo daño a su hija aunque no sea mi intención.

"Respiremos, él tiene razón".

"Ve y dile lo que quiere saber a ese joven y guapo muchacho que está hablando con mamá".

Ay, no. Una me salió hétero.

"No, pero está lindo, ¿no?"

—Está bien, lo haré, Sergey. Pero le pido, si sabe algo...

—Apenas tenga información que pueda comunicarte, te llamaré, día o noche. ¿De acuerdo?

No puedo hacer otra cosa más que aceptar. Cuelgo la llamada y con resignación se lo devuelvo a su dueño.

—¿Qué... es lo que necesita saber? —le pregunto al niño con la placa.

—¿Cómo te sientes?

—Tengo miedo, ese tipo es peligroso.

—Lo sabemos y haremos todo lo que esté en nuestras manos para mantenerla a salvo. La encontraremos, Yulia.

Resultó paciente y amable. ¿Les enseñan todo eso en la academia de policía? ¿A aguantar gritos y posiblemente golpes mientras intentan salvar vidas?

—Hablé con tu papá. Acordamos que lo mejor será que vuelvas a vivir conmigo —me informa mamá.

Ya lo imaginaba y estaba hecha al dolor, aunque confieso que me da alivio. No tengo idea de qué pasó con Lena. Sí, todo luce demasiado planeado, ella no salió de este departamento a la fuerza.

¿A dónde diablos fue? ¿Qué planea?

No sé de donde voy a sacar la fuerza para encontrar algo de calma. Mi primer instinto es correr tras ella.

—Vendremos por tus cosas el fin de semana. Guarda lo esencial en una maleta y vámonos.

—Mamá... —la llamo evitando que se aleje demasiado—, cuando lleguemos a tu casa...

—Nuestra casa.

—Como sea, podemos hablar sobre...

—Sí, pero ahora ve a preparar tus cosas. Escoltaré a estos hombres a la salida y te esperaré en el auto.

Mamá sabe cosas del asesinato de Alenka y podría contarme más sobre Erich, sobre la implicación que tenía la firma de abogados para la que trabajaba.

Mamá podría ayudar a encontrarla. Conseguir que me cuente lo que sabe podría ser la única manera en que puedo ayudar.

... la quiero cerca.

Debe ser porque estaba distraída con tenerla sobre mí de esa manera que no noté qué le pasaba o en qué estaba pensando.

Esa noche, instantes antes de quedarnos dormidas, le rogué que no fuera a verse con su padre. Ella me hizo callar con un susurro y se aferró a mí. No me prometió nada, pero en ese momento creí que habíamos llegado a un acuerdo.

No fue así.

A la mañana siguiente despertamos con un hambre voraz. Era el día del encuentro y todo indicaba que sería uno tranquilo, actuaríamos como si nada; nosotras dos, la cama, una maratón de películas de miedo —que Lena propuso ver— y un menú de desayuno que nos duraría todo el día.

"Que Lena propuso ver. Sí que somos idiotas".

Tienes razón. Lena, películas de miedo, Yulia estúpida y todas sus voces más estúpidas que no le advirtieron de lo que sucedía.

"¡Hey! Yo estaba disfrutando de mis besos".

Yo también, ese es el punto.

A eso de las doce Lena llamó a Ade. En altavoz conversaron y se pidieron disculpas por haberse hablado en tono de guerra. Acordaron ir por una taza de café en la tarde como un tratado de paz y hablar unas horas para ponerse al día, ellas dos, solas. Yo no sospechaba que esa salida era parte de su plan.

Alrededor de las siete regresó. La escuché afuera buscando sus llaves para abrir la puerta. Yo estaba en el refrigerador, haciendo lo mismo con la Nutella. Solo Dios sabe por qué Lena la guarda allí, pero cómo sea.

Entró con un peso en el corazón que en el momento confundí con cansancio, pero no estaba cansada, estaba angustiada. Eso lo sé ahora.

Se acercó por mis espaldas y me rodeó con su brazos por la cintura, recorriendo mi torso con sus manos y apretándome fuertemente hacia ella.

"Estúpidas, eso somos".

Dios, su agresividad, sus ganas... aquella mordida en mi cuello que me hizo saltar. Lena tenía hambre de mí, de sentirme, de tenerme, de poseerme y de hacerme dueña de su cuerpo.

Sus dedos se clavaron profundamente en mi piel, su lengua húmeda lamió mi hombro desnudo y su respiración se convirtió en gemidos imposibles de resistir. De la nada, comenzó a rasgar mi ropa con sus diminutas uñas, a lastimarme con placer.

¡¿Cómo?! ¿Cómo iba a saber el dilema en el que estaba?

Me di vuelta y la agarré por la cola, levantándola con mi poca fuerza hasta colocarla sobre el mesón. Le abrí las piernas y me acomodé entre ellas —con violencia—, la apreté lo más que pude y comencé a comerla a besos.

Ella no se quedó atrás, levantó mi musculosa negra de un jalón y siguió, quitándose su propia remera. Yo me apuré desabotonándole el pantalón.

—Cama —me dijo, lo único que me dijo... cama.

Quise cargarla, pero con lo delgada que es, pesa.

"O somos extremadamente débiles por la falta de ejercicio".

Aj... Como decía, llegamos devorándonos a la cama y me lanzó a ella, posándose inmediatamente sobre mi cuerpo. Sus movimientos agitados, su desesperación... ¡¿Cómo no lo vi?!

Su lengua me buscaba por todos lados, sus dedos me memorizaban al milímetro, sus palmas me masajeaban excitándome de tal manera que perdí la cabeza. Nunca lo había hecho así, no con ella, no con Aleksey, ni lo había imaginado... no así.

—Date la vuelta —me ordenó con tal encanto que no pude debatir. Para esto ya no teníamos más que nuestras pantalonetas puestas.

Me quitó la mía y comenzó a besarme completa. Mordía mis pantorrillas con cada beso, presionaba sus pulgares por la parte posterior de mis rodillas, haciéndome alucinar con esa sensación insoportable que corría hasta por detrás de mi nuca. Después subió, presionando sus manos completas en mis muslos. Sentí sus senos desnudos acariciarme la espalda, forzándome a liberar fuertes y pesados gemidos en el colchón.

—Len...

—Eres tan hermosa, Yulia.

¡¿Cómo diablos te resistes a eso?! ¡A un gemido en tu oído con palabras que te alaban y con lo que vendría después!

Volvió a bajar, asegurándose de besar mi columna en cada punto de mayor excitación para mí. Con sorpresa se agarró a doble mano de mi cola besándome justo en ese punto, en el mismísimo final de mi espalda. Yo no sabía que ese era un punto demasiado débil para mí, yo no sabía que me rompería en dos y mi cordura dejó la realidad.

Ya nada me importaba, mis labios hormigueaban por mi creciente desesperación, mi respiración al tope de mis pulmones, demasiado acelerada.

Jaló mi cadera con ambas manos y coló la derecha por debajo de mi sexo. Sus dedos fueron directo a encontrarse con mi humedad, resbalando por toda mi longitud. La necesidad que sentía era tan inmensa y agobiante que comencé a arremeter en ellos. En nada, me tenía extasiada, pero el momento en que me perdí fue cuando apretaba ese punto urgido con sus dedos. Empujé mi cuerpo nuevamente sobre el colchón con su mano como único impedimento para tocar el cobertor. La presión junto con sus movimientos y los míos me dio uno de los mejores orgasmos que he tenido. Fui testigo de cómo la sangre hervía mientras llenaba mi cara completa, cómo el sudor resbalaba por mi mejilla, cómo mi vientre se contraía y mi cuerpo se sacudía solo.

Terminé... completamente vencida, con ella a mis espaldas iniciando una vez más.

No es raro. Cuando Lena quiere sexo, tenemos sexo varias veces, de diferentes formas. Le gusta experimentar, le gusta descubrirse, pero esto era distinto.

Ella se satisfizo en mí, yo en ella, pasamos horas así, sin hablar, tocándonos, comiéndonos, perteneciéndonos la una a la otra.

Lena terminó de satisfacerse de mí una última vez y yo me enderecé hasta sentarme arrimada al respaldar de la cama, no daba más, pero ¿quién estaba todavía con toda la energía de la primera vez, encima?

Lena.

—Te necesito... —gimió acomodándose a horcajadas. Juro que el olor de su piel después del sexo es exquisito—... necesito sentirte en mí.

"¡Eso, eso nos descolocó!"

"No que no la hayamos penetrado con los dedos antes, pero..."

Pero, pero, pero, ¡pero no así!

Tomó mi mano llevándola hasta su centro y se sujetó de tres de mis dedos en un solo apretón.

—Lena, no te quiero lastimar —dije entendiendo sus intenciones.

—No lo harás, créeme.

"Es que, tres dedos tuyos no se comparan con tingilí del mastodonte".

"Ni en largo, ni en ancho".

"Y a Lena le gusta así, varias veces ha repetido que quiere un juguete".

No me hagan pensar más cosas que no quiero, ¿sí?

"Pero, Yulia..."

¡Pero nada! Suficiente tengo con haberme dado cuenta de que buscaba con angustia olvidarse de todo, que para ese momento ya sabía que se iría.

Me lo confirmó Ade cuando me contó que se vieron por nada más veinte minutos y luego ella se excusó diciendo que regresaría a casa para pasar el resto de la tarde conmigo. Por tres horas volvió a desaparecer, pero con la coartada perfecta, yo no le preguntaría si fue a ver a su papá porque tenía la certeza de que estaba con mi amiga, todo estaría bien...

"Somos estúpidas, no hay más".

¿Qué fue lo que le Erich dijo? ¿Cómo la convenció de huir? ¿Le prometió entregarle a Marina? ¿Hicieron un intercambio, ella por la rubia? ¿La amenazó con que me mataría a mí o a su familia?

—Más rápido —me rogó forzándose en mis dedos. Yo traté de complacerla aunque mi muñeca quemaba del dolor—. Más profundo.

Sus palabras, sus ganas, sus movimientos... Dios, empujé lo que más alcancé. Llegué lo más profundo que pude mientras ella se agarraba tan fuerte de mi cuello que parecía que lo rompería.

Me tenía mareada, extenuada al máximo, pero seguí, me moví en ella intentando conseguir una vez más saciarla y rendirla.

Lena hundió su boca en mi hombro y pronto sentí sus dientes agarrar dolorosamente mi piel. Yo vengué mi suplicio empujando aún más. Su reacción no tuvo precio, su excitación elevada al punto máximo, su cuerpo desbaratado sobre el mío, sus manos temblando mientras sostenía mi rostro de cada lado, apoyando su frente en la mía, subiendo y bajando su cuerpo en mis dedos.

Como un instinto que no entendí Lena comenzó a aguantar la respiración, no sé si fue a propósito o no, pero me asusté al no escuchar más sus gemidos y cuando estaba por retirar mi mano para auxiliarla, explotó con una respiración desesperada, descansando finalmente en mi cuerpo.

Todavía no lo entiendo.

"Nos estaba diciendo adiós".

¡¿Así?! ¿Con tanta violencia? No, no lo creo.

Mi lógica apunta a que fue un intento desesperado por entregarse a mí de una forma física, totalmente irracional. Como si fuese la última vez que lo haríamos y eso le jodía, la molestaba, la irritaba, pero aun así tenía que hacerlo, porque me quiere... me ama y quería dejarlo clarísimo.

«Aquí estuvo Yulia Volkova y nadie más».

Precisamente así se sintió. Quiso borrar a todos sus amantes pasados conmigo; con fuerza, con dolor, con pasión, con pena, con las lágrimas que derramó en mi boca cuando terminamos, con ella completamente entregada a mí.

"No creo que. Sí, fue algo fuera de lo normal, nada comparado con las rosas sobre las sábanas y el te amo al venirnos juntas y los pajaritos cantando al terminar cuando sale el sol, pero no es para tanto. Un cambio no nos matará".

Ah no, ahora tenemos al sarcasmo personificado. Debería ponerles nombres, cómo en Intensamente.

"Ya, va. Pensemos en positivo, Lena se fue, pero te dejó algo, una noche increíble".

La prefiero a ella que a la noche.

—¡Yulia, baja a comer!

Aj, mi mamá.

—¡Voy!

El olor a macarrones con queso se huele hasta mi alcoba y lo amo, aunque admito que prefiero mil veces hacer lo que me de la gana en mi casa, a recibir órdenes.

—¡Ahora, Yulia! Se enfría.

¿Ven lo que digo?


...

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