Capítulo 44: Cerrando un capítulo importante

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Entro a la cafetería y me encuentro con el genuino duende esclavo de Santa. Ade trae una gorra navideña roja y un suéter del mismo color que la hacen ver adorable y sus labios brillan con un rojo muy prendido, pero se le ve bien ese color, ella es muy blanca, así que le queda.

—¡Feliz Navidad, jo, jo, jo! —me saluda ante mi sorpresa. Me esperaba con un regalo mediano en brazos.

—Se supone que no iba a haber de estos en esta salida —le digo recibiendo el paquete. Su felicidad desborda.

—Dijimos que no compraríamos nada y yo no no lo hice. Lo tenía guardado y mejor que alguien la use a que coleccione polvo en mi armario. ¡Ábrelo!

Sigo sus instrucciones antes de que le de una embolia de lo emocionada que está.

—¡Es una cámara! —me anuncia antes de terminar de abrir el primer lado. La saco completamente del empaque y la observo; es hermosa, antigua, claramente usada, pero en buen estado—. Era de mi papá, pero me la regaló cuando era niña. Funciona a la perfección.

—Es de rollo. —Me percato, más no es un reclamo, es un halago. De estas ya no venden y hablando de estilo fotográfico con Illya me dieron ganas de buscar una para experimentar. Él dice que hay algo especial en el planear y conocer técnicamente a una cámara, lo suficiente como para tener la absoluta confianza en que lo que estamos encuadrando saldrá tal y como lo queremos; esas cosas que en la era digital se han perdido y que son tan importantes en el arte de la fotografía—. Me encanta, Ade. Gracias.

—Adentro hay tres nuevos rollos en blanco y negro. Papá solía decirme que las fotos más bonitas son las que destacan el contraste y esas cosas que tú conoces mejor.

—Estoy de acuerdo con él —le cuento—. Te traeré algo de Sochi, prometido.

—Me contento con una foto. Puede ser una de las que te tomes para tu perfil de Facebook o si se puede una en pelotas, mejor.

Hmm, le sonrío hipócritamente, ella ríe con gusto y llama a la camarera para que nos tome la orden; dos capuchinos y un pie de manzana para compartir.

—En fin, sé que estás muy metida con tu proyecto y pensé que... ahora que te vas de nuevo a tu ciudad —menciona en un tono burlón—, te gustaría tomar fotos de «cosas lindas» que luego puedas enmarcar y tener en tu velador.

Astuta manera de sugerir que retrate a Lena.

—No me ha hablado, así que imagino que no tiene ganas de verme.

—Que ella no quiera hacerlo no implica que no la veas.

—¿Quieres que la espíe? Estás loca, no quiero convertirme en su acosadora. Ella sabe que voy a ir, si quiere verme, me lo dirá.

—Tal vez está esperando que des el primer paso.

—No lo sé. Fue muy determinante cuando dijo: Yo te llamaré.

—Pero ya han pasado quince días...

—Veintitrés.

—¿Ves? Con más razón, llámala, dile que la recogerás este sábado para llevarla a cenar y después le preparas algo muy romántico en la playa, con música, una flor, besos... y otras cosas.

—Ajá...

—¿Por qué no? A las chicas nos gustan los detalles, ella no será la excepción.

Sí, de hecho, eso le gusta. Recuerdo haberlo leído en su diario actual, del día en que Marina le regaló esa cadena; que la caja de madera tallada, que bla, bla, bla, miles de cosas empalagosas.

—¿Qué le gusta? Te ayudo a planear su cita ideal —me sugiere, mi cara es una de incredulidad. Esto es raro. Lena está enojada por besarme con ella, precisamente, y quiere ayudarme a recuperarla. No sé como lo tomará si llega a enterarse.

—Emm... cantar, la música, las películas ochenteras, las series de acción...

—Okey, es persona. —Se burla—. ¿Pero qué le gusta hacer? Se más específica.

—Emm... pfff... pues...

—¡¿No lo sabes?!

¡Qué quiere que le diga! Lo que sé de Lena es lo que hicimos juntas ese tiempo que viví en su casa, lo que básicamente fue ver televisión, hacer tonterías sin importancia, dormir, tener sexo... Eso, le gusta el sexo, de leerla sé que le gusta, además de ir a bailar y tomar café, ir a la playa y nadar —algo que yo no haré—... son muchas cosas, ¿cuáles son importantes?

—Sé, pero qué... Llego y le digo: Lena, veamos una película, luego pasaremos por la playa, donde nadarás sola porque yo ni loca me meto en el mar, y después, cómo sé que te gusta el sexo, podemos regresar a la habitación de mi hotel y... ¿viva la noche?

—Eres demasiado cínica.

—Es que eso le gusta y no veo por dónde es un buen plan como están las cosas entre nosotras.

—¿Alguna vez te sacaron en una cita?

—Aj, obvio. Tuve novio antes de... saber que era lesbiana.

—¿Y él qué hacía cuando quería conquistarte? —me pregunta.

—¿Íbamos al cine? ¡Yo qué sé, tenía catorce años!

—Okey, un novio sin experiencia y a quién parece que no le hacía falta tener imaginación porque a su chica no le importaba si repetían la misma cita el resto de sus vidas —dice poniendo cara seria. La mesera llega con nuestro pedido y lo acomoda en la mesa.

—Feliz navidad. —Nos desea con una sonrisa al terminar.

—Es linda, invítala a salir —me dice Ade, mirándola irse, es decir, fijamente a su trasero.

—¡¿Qué?! Estoy por irme a Sochi por dos semanas y no quiero salir con la camarera.

—Necesitas practicar, ella es linda. No es como si fueras a sufrir de verla dos horas.

—No, lo siento, no soy tu juguete.

—¿Quieres recuperar a Lena?

Sí, quiero, ¿pero cómo voy a hacerlo invitando a alguien más a salir?

—No de esa forma.

—¡Está bien, necia! —Se queja algo irritada, mi terquedad es casi igual a la suya—. Harás esto: Llegarás hoy a casa y pensarás en ella, únicamente en ella y en cosas que te gustan... de ella —me aclara, no se me vaya a ocurrir ponerme a pensar en animales disecados—. Después, tomarás un pedazo de papel y empezarás a escribir una carta. Serás sincera, le expresarás de una forma dulce, cariñosa, «amable» —puntualiza—, que la quieres, lo que significa para ti en tu vida, lo mucho que la necesitas, lo incómodo que es estar lejos de ella, etcétera.

—Una carta...

—De muchas hojas, muchas, por lo menos tres —me indica, yo asiento, está muy metida en su papel de tutora como para interrumpirla—. Después, pensarás en una secuencia de eventos que iniciarás tú.

—Te escucho.

—Bien, así me gusta. Llegarás, seguro irás al hotel con tu mamá y luego saldrás con una excusa idiota como: Iré a buscarme un hombre apuesto que me deje embarazada, cosa que a tu mamá le encantará y no pondrá peros...

No puedo evitar reírme con esa escena, de verdad que mamá pondría una sonrisa enorme en su rostro si se lo digo tal cual.

—Pasarás por una buena floristería, comprarás una flor linda y fresca, un girasol o una orquídea... No compres rosas, son demasiado trilladas. —Hace hincapié en ese detalle—. Irás a su casa, golpearás su puerta y cuando la abra, le sonríes, no hablas, sonríes, cuando te regrese la sonrisa, le dices: Hola.

—Asumes que me abrirá la puerta, además que me sonreirá. ¿Qué hago si me lanza la puerta en la cara?

—Fácil, regresas a la floristería y compras otra flor más. Repites la acción y esperas la sonrisa.

—¿Y si vuelve a tirarme la puerta?

—¡Re-pi-tes-la-acción! Para cuando le lleves la docena tendrás tu sonrisa.

—¿Y después?

—Invítala a un lugar donde puedan hablar con calma. Llévala a la playa.

—No, el mar no.

—No vas a meterte, boba conquista delfines.

—Muy graciosa.

No vuelvo a contarle nada.

—La llevas a la playa y punto. Máximo caminarán por la orilla, se tomarán de las manos, eventualmente, al menos es lo que tú intentarás que suceda, luego se pueden sentar a ver el atardecer y ya, ahí tienes tu momento romántico, la besas y todo bien.

—Y vivimos felices por siempre, ¿no?

—¿Ves a esa chica? —me pregunta apuntando discretamente a la camarera—. Invítala a salir.

—¡Que no!

—Pues si quieres recuperar a Lena, o te aprendes el arte de la insistencia y los detalles románticos o te vas a la mierda y te compras cien gatos.

Ya, qué elocuente. Entonces, si entendí bien, o planeo algo de verdad conmovedor y dulce, y básicamente fuerzo a Lena a salir conmigo para poder hablar y aclarar lo que pasó o me resigno a perderla y quedarme sola por siempre, porque conociéndome, no haré el más mínimo esfuerzo por una chica en la vida.

Todo era más fácil cuando era heterosexual, no es por nada, pero seamos honestas, solo tenía que esperar a que venga ese chico que se muere por un beso y si me gustaba le decía que sí, si no, le tiraba la puerta en la cara, regalado.

—Flores, playa, beso; entendido —repito los pasos a seguir que acaba de indicarme. Qué más me queda. Haré la tarea, llegaré a casa a pensar en Lena, como si no lo hiciera todos los santos días mirando al teléfono y marcando un día más en mi calendario.

******

Pensar en Lena, como Ade me lo encargó, me hace querer continuar su diario. He pasado las últimas dos horas tratando de decidirme. Él está ahí, descansando sobre mi almohada mientras yo miro al techo y pienso.

No faltaba mucho por leer y hay cosas que quiero saber como: ¿Cómo la convenció Inessa para que regrese a casa? ¿Qué le dijeron sobre sus verdaderos padres? ¿Qué sucedió con Leo que continuaron siendo buenos amigos? En realidad cómo decidieron seguir lo que tenían. Eso en especial, ¿cómo logró él, después de todas las cosas que hizo mientras ella vivió en su casa, ser su amigo taaaan querido? ¿Cómo? Por que es lo que yo necesito hacer.

Giro sobre mi lado y miro fijamente ese cuaderno. Hemos pasado por tantas cosas juntos. Quizá con quien tengo una relación es con ese diario y no con Lena, o para ser exactos, con la Lena del diario. A ella la entiendo, a ella la conozco, a ella la tengo en frente.

Me enderezo y arrimo la espalda al respaldar, cruzándome de brazos para no agarrarlo.

¿Por qué tengo este remordimiento como si estuviese engañando a la verdadera Lena? Es su diario, suyo... no estoy saliendo con alguien más, es ella.

Miro al frente, perdiendo la vista en el infinito de mi escritorio y todos los libros que he acumulado estos últimos días de semestre. Tengo examen de matemática mañana, también de geografía y física. Mis maestros accedieron a mover los finales del jueves y del viernes para que pueda viajar a media semana, pero no es una suerte, rindo las tres materias mañana y después regreso para hacer mi maleta y salir con mamá al aeropuerto. Estaremos llegando a Sochi a eso de las nueve de la noche, seguramente iremos de allí directo al hotel y no podré salir hasta el día siguiente.

El jueves hay clases en la escuela, lo que significa que, o me aparezco como idiota para ver a gente que no quiere verme y a Lena —quien quizá tampoco quiere verme—, o espero a que llegue de la escuela para ir a verla a su casa. También debe estar en exámenes, y con lo aplicada que es, estudiará toda la tarde. Si voy a verla, tiene la excusa perfecta para echarme y no queremos eso.

"No, no lo queremos".

"Mejor planeemos a donde llevarla el viernes".

¿Y si tiene planes? Qué tal si sale en una cita con Marina...

"¡Qué negativa eres!"

"Así tenga cosas que hacer deberíamos planear la cita. Queda una posibilidad de que no haga nada más que ponerse pijama y ver una maratón de algo en la tele".

"O puede salir a bailar. Yo, si fuese ella, saldría con Marina al club, la besaría sin cesar, bebería como si fuese inmortal... Es viernes, último día de escuela. ¡Baile, tequila, wooo!"

Casi puedo escuchar los grillos sonar en mi cabeza ante esa declaración que no entiendo de donde diablos salió. Esta voz alegre y doble cara es nueva o una de nosotras está en drogas.

"Mejor léela, descubre qué hizo con Leo".

"Apoyo esa moción".

"Tienes tres votos a favor y uno en contra de la parrandera. ¡Vamos, agarra el diario!"

Parece que estamos completas, la mayoría gana en contra de mi indecisión y la nueva amante de la fiesta. Abro el cuaderno en donde me quedé, es una de las hojas que más daño sufrió. Paso mi mano intentando estirarla y comienzo.

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