Capítulo 27: Corriente Eléctrica

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—¡Yulia! —Nastya llegó dando saltos en mi dirección, bueno, en la dirección de su casillero, pero decía mi nombre y eso me molestaba. Todo me molestaba.

—¡No!

—¡Vamos, Yulia! Hoy es la cena y comeremos algo delicioso no lo dudo, además conocerás a Leo.

"Gracias, ya conocí al mastodonte, rubio y ¡hermoso!", pensé, porque lo es y eso me molestaba infinitamente. Leo es... una versión más madura y atractiva de THOR. No tiene esa cara angelical de niño, pero es alto, fornido como él. Su cabello largo le quedaba muy bien, igual que su look ligero, despreocupado, con una barba que... Dios, si no fuera porque lo vi besando a Lena habría pensado que era el tipo perfecto... físicamente hablando, por supuesto. ¿Qué tal si su voz sonaba a ardilla? Todo se iba al diablo.

—¿Por qué estás tan enojada? ¿Viste a Aleksey? Eso me enojaría mucho. Por suerte no viene hoy noche a la casa de Lena.

—No, vi algo que... me molestó y no sé ni por qué.

—¿Qué viste? Tal vez te pueda ayudar a descubrir el porqué.

—No puedes, Nastya.

—Pero dime qué viste, así lo sabremos.

—¡Ajjj, que no hay nada que puedas hacer! —le contesté—. No sé ni por qué me molestó tanto. No es como si me importara... nadie.

—Bueno, pero si estás así de enojada es por algo, si sabes qué es tal vez te relajes y solo vas a hacerlo hablando. Ahora, cuéntame —insistió, suspiré con cansancio. Era una batalla que no iba a ganar.

—Vi a un chico besarse con una chica. Ya, ¿contenta?

—Viste a Aleksey, lo sabía.

—¡Que no es Alyósha!

—¿Segura? —me preguntó y casi la incinero con la mirada—. Okey, ¿y te gusta ese chico?

—No, ni lo conozco.

—¿Y... te gusta esa chica?

—¡¿Qué?! ¡Por supuesto que no! A mí no me gustan las chicas, Nastya.

—¿Cómo sabes? Lena dijo que tampoco sabía que le gustaban las chicas hasta que conoció a su amiga Marina. Tal vez a ti te guste...

—¡No soy lesbiana!

—Puedes ser bisexual o pandasexual.

"Dios, cuando a Nastya se empeña en algo se empeña".

—Es pansexual, no pandasexual. Y no lo soy tampoco.

—Okey y ¿por qué te molestó que ella se bese con el desconocido?

—No lo sé. Ella no me gusta.

—Lena es linda, te podría gustar.

—¡¿Qué?! ¡¿Quién habló de Lena?! —le pregunté, porque mi amiga no era psíquica, no que yo supiera, y su inferencia era demasiado acertada.

—No has dejado de verla desde que llegó y fue a su casillero. Ni siquiera me has visto a mí y estamos conversando hace vaaarios minutos.

Volteé hacia mi amiga. No llevaba puesto su típico vestido, o su saco de hilo de color rosa. Hace tiempo que no la veía con unos jeans negros, con una remera amarilla brillante y unos zapatos de lona del mismo color. Su cabello resaltaba más con esa vestimenta

—¿Te gusta? —me preguntó.

—¡¿Lena?!

—No, boba, mi atuendo de hoy. Irina lo escogió. Acordamos que ella elegiría mi ropa hasta el día que me vaya.

—¿Por qué haría eso? Tú sabes vestirte sola.

—Sí, pero Irina quiere que sea más arriesgada, que experimente.

—No creo que sea una buena idea.

No es que Nastya no luciera bien con lo que traía puesto, es que Irina está un poco loca y puede ser tan cruel como yo, hasta con sus amigos.

—Prometió no elegir cadenas o mandarme solo con ropa interior.

—Bien —le dije, volteando a mi derecha una vez más. ¡Fue inconsciente lo juro! Maldito cerebro traicionero.

—Hola, ¿emocionadas por la cena de hoy? —Nos saludó Lena. Yo buscaba en su cuello algún rastro de actividad sexual, digo un chupón o algo... o... algo.

"Tiene un lindo cuello, largo, lindo".

—Yulia, estás bien? —me preguntó, pasándose la mano por el lugar donde yo había fijado la mirada.

—Sí, bien... Tienes una pelusa en el hombro —me justifiqué— y me acerqué a «quitársela».

—Gracias. —Me sonrió. Nastya soltó una risita nada discreta y la jalé hasta la clase.

Durante el resto del día pasé divagando entre ver a Lena y ver a Nastya, mientras pensaba ¿por qué me molestaría el beso? Ese beso. Entre esas dos personas.

"Si todavía me gustara Aleksey y lo encontrara besándose con alguien, ¿me molestaría? Sí, lo haría, lo ha hecho antes, cuando todavía me importaba como novio, y sí, eso me pondría de este genio. Pero a mí no me gusta Lena... Acordamos que no nos gusta Lena, pero tal vez a una parte de nosotros... ¡Basta con el plural!... Pero es una posibilidad... ¡Que no!... Ya, ya, a ti no, Yulia de piedra... ¡Cállate subconsciente!".

—El yin y yang. —Escuché a la maestra decir a lo lejos—. Representa una dualidad; cómo fuerzas contrarias son en realidad complementos y tienen una interconexión en el mundo natural—. Yulia, ¿puedes darnos un ejemplo?

No estaba concentrada en la materia. Lo que acababa de preguntarme no se había registrado con lógica en mi mente. Mis pensamientos estaban ocupados discutiendo.

—Lena y yo —contesté, llamando la atención de todos los presentes.

La clase entera se calló, expectante a una explicación. Su mirada clavada en mí, esperando por varios segundos. Mis ojos gravitaron hacia la chica en cuestión, tenía un gesto indescifrable en el rostro, sus cejas fruncidas hacia abajo, sus labios apretados y su quijada levantada, sacando un puchero casi imperceptible. No parecía enojada, pero si curiosa por mi respuesta.

Mi mente estaba en blanco. Había hablado del estómago, lo primero que pasó por mi boca, nada que haya analizado, nada que tuviera sentido. Tenía nuestros nombres atorados en la garganta, necesitaban ser escupidos al aire, ser libres por ahí, fuera de mí.

—Creo que lo que Yulia quiere decir es que ellas son dos fuerzas opuestas que se ayudan y encuentran equilibro juntas —respondió Nastya por mí. Las miradas de nuestros compañeros y maestra cambiaron a ella, junto con la mía—. Lena es el yang, la luz; Yulia el yin, la oscuridad. Pero son buenos complementos, por ejemplo cuando cantan. ¿Las han oído cantar? Son perfectas como dúo.

La clase seguía esperando una explicación más lógica o más filosófica, el silencio continuaba. La maestra no tenía idea de como seguir con su clase o contestar lo que acababa de escuchar.

—Yulia es la tranquilidad y Lena es la tormenta... —Nastya volvió a hablar.

—¿Yulia?, ¿la tranquilidad? —preguntó Vladimir, interrumpiéndola con unas risitas que fueron seguidas por algunos de nuestros compañeros.

—Yulia es una persona muy calculadora, Vova —le contestó—, y eso no es malo, Yulia —dijo dirigiéndose a mí por un segundo, regresando luego su mirada a la clase—. Ella puede idear el plan más detallado que una persona pueda imaginar y para eso se necesita pensar en frío, hasta para insultar con estilo, como es su costumbre. Y esto tampoco es malo, Yulia —volvió a dirigirse a mí. Lena la veía aún más extrañada—. Y Lena, pues ella es más explosiva, ella no piensa mucho de principio, es más activa. Y eso no es malo, Lena —dijo virando en su dirección—. Pero ¿las han visto juntas? Porque yo lo he hecho y son un buen equipo. Lena suelta las ideas, Yulia las analiza, Lena suelta más ideas, Yulia construye una mega idea, Lena realiza la idea, Yulia se lleva el crédito... y así.

Con eso último me hizo sonreír y a la maestra despertar finalmente de su trance.

—Nastya tiene razón en muchas de sus aseveraciones, chicos. Cada uno tiene al yin y yang adentro, actuando, desarrollando nuestros pensamientos. Un claro ejemplo de eso es nuestra conciencia. ¿Alguna vez se han preguntado de dónde sale la idea de la «buena» conciencia que se sienta en nuestro hombro derecho y de la «mala» conciencia que se sienta al izquierdo?

—¿Como en las caricaturas?

—Precisamente, Nastya. Son el yin y yang jugando en nuestro pensamiento, ayudándonos a tomar decisiones. Cuando nuestra parte arriesgada quiere hacer algo, nuestra parte calmada busca posibles escenarios de peligro y nos advierte de lo que estamos por hacer. Por el contrario, cuando estamos demasiado tranquilos, nuestra parte activa nos despierta, nos pone de pie —explicaba la maestra con ímpetu, lo que Nastya había dicho, la emocionó—. Lo que su compañera destaca es una de las partes más importantes en las relaciones humanas, tanto en la amistad como en el amor. No es una casualidad la existencia del dicho: «los opuestos se atraen».

Y otra vez volvíamos al: «Lena y yo». ¿Eso éramos, fuerzas opuestas que se atraen? ¿El yin y el yang?... Nada más.

Cuando el timbre sonó y terminó el día de clases, corrí a la bodega más rápido que humano en apocalipsis zombi, ya que estamos en esa época del mes. Necesitaba el diario. Estaba más que confundida de por sí, para además tener dudas de quién mismo era Leo; su novio, su amante, su amigo con derechos, el premio de la lotería, ¡¿qué?! Porque hasta donde yo sabía, Lena nunca me dijo que era su novio, pero... Tenía que saberlo. No iría a casa de mi amiga que «no me gusta» a enfrentarme con una realidad que desconocía. Aún tenía cuatro horas para empaparme de información.

"Bien, ¿dónde me quedé?", pensé al hojear el ya conocido cuaderno. Me salté todo lo que tenía que ver con su estadía en no sé donde y varias después que no hablaban nada de lo que sucedió con Aleksey. Salté hasta la entrada del 22 de agosto, un día después del cumpleaños de Vladimir.

Entrada número cuarenta y dos del diario.

22 de agosto, 2015

Castigada eternamente según mis padres, por estar en «cosas» que no debo.
¡Ajj, me lleva el demonio! Lo único que hice fue pedirle que sea sincero. Él decidió no serlo, él escogió la alternativa. Es un idiota. Nunca más volveré a confiar en él.
¿Qué diablos hizo? ¿Me siguió? ¿Qué más sabe?, ¿lo de mi madre?, ¿lo de Svetlana?

"¿Svetlana? ¡¿Otra chica más?!", pensé indignada.

—Eres menor de edad y en esta casa se hace lo que yo digo —dijo papá con la boca llena de hipocresía, ellos saben que no es así. No tengo diecisiete años, no soy la niñita virginal que ellos quieren tener de trofeo.

"Lena cree que no tiene diecisiete años, check. No tengo idea por qué lo dice, pero este no es el momento de leer las entradas pasadas, lo descubriré después. Si no morí durante dos semanas por no saberlo, no voy a hacerlo ahora".

—¿Quién es? —insistió mamá. ¿Quién es? ¿Quién es? ¿Quién es?

Como si se los fuese a contar, para que me prohíban verlo o lo demanden por abuso de «menores». Jamás conocerán a Leo, nunca.

—¡Dame tu teléfono! —demandó papá. Me negué— ¡Dámelo!

—¡No tienen derecho! —grité, sintiéndome acorralada, violentada por su actitud, por sus mentiras y exigencias absurdas—. ¡Es mi vida!

—¡Eres nuestra hija y yo no voy a permitir que un hombre adulto abuse así de mi bebé!

Yo no soy su bebé, no soy ni siquiera su hija, no soy nada para ellos. ¿Qué diablos quieren de mí? ¿Por qué estoy aquí, en esta casa, en esta familia?

—De hoy en adelante no saldrás de esta casa, apenas dejarás tu habitación para comer...

—¡Tengo un trabajo y no voy a renunciar por esta locura!

—¡No tienes opción! —gritó papá al tope de sus pulmones, obligándome a retroceder unos pasos—. ¡Tendrás un trabajo cuando te gradúes de la universidad, mientras tanto te quedarás en casa, cuando entres a la escuela saldrás allá, vigilada, y regresarás de la misma forma a seguir encerrada!

—¡Yo no soy un animal de circo, y mi habitación no es una jaula!

—No, pero eres mi hija y yo no voy a dejar que un depravado te toque un pelo.

—¡No es un depravado!

—¿Es tu novio? —se atrevieron a preguntarme y qué iba a decirles: ¿No, no lo es? Me callé—. ¿Dónde lo conociste? ¿Qué hace de su vida? ¿Qué diablos has hecho con él?

—Ese es «mi» problema —les aclaré.

—Estás muy equivocada. Ese es problema nuestro y de este tipo.

—¡Jamás sabrán quién es, así yo no lo vuelva a ver! ¡Jamás!

—¡Perfecto, no lo verás porque no saldrás de esta casa en los días que te queden de vida! —concluyó papá, enviándome a mi pieza de inmediato. Mamá se quedó callada casi todo el tiempo, manteniéndose firme junto a mi padre.

Al menos no me quitaron mi celular, pero tendré que llevarlo conmigo hasta a la ducha porque no dudo de que quieran confiscármelo, o mi computador.

"Denso, sin duda. Lo que Aleksey le hizo estuvo tan mal. La engañó, la siguió, la extorsionó, tan solo porque ella le demandó que haga lo correcto conmigo. Y luego la hundió, como el maldito Titanic, imbécil", pensé y pasé a la siguiente entrada.

Entrada número cuarenta y tres.

23 de agosto, 2015

Tuve que enviar un email solicitando una semana de permiso por enfermedad en el trabajo. Esperando con todas mis ganas que en unos días mis padres se calmen y me dejen volver a ver la luz afuera de mi ventana.

Hablé con Leo también. Le dije que estaba en problemas pero no mortales, que le contaría los detalles cuando nos volvamos a ver. Se preocupó, me dijo que iría a buscarme donde sea, me preguntó sobre lo que sucedió, insistió en que se lo cuente, le respondí que si lo hacía podía meterlo en problemas a él y conmigo bastaba. Fue dulce, dijo que poco le importaban los líos que tuviese que enfrentar, que estaba a mi lado, sea como sea.

Pero yo no puedo hacerle eso. Legalmente mi acta de nacimiento dice que tengo diecisiete años, que mi nombre es el que mis padres me pusieron. Discutir mi identidad verdadera y la legalidad de mi consentimiento, serían dos cosas muy complejas de lograr si es que mis padres lo demandaban por violación de menores.

No los entiendo, de verdad que no. Ellos, así no me lo digan, saben que yo ya soy mayor de edad, lo soy desde antes de conocer a Leo. Lo que he hecho con él es mi decisión. ¿Por qué pelean con ellos mismos en esto? Quizá Svetlana tenía razón y yo debería hablarles, explicarles lo que sé, cómo lo supe, exigirles una explicación, dejar esta estupidez de mi castigo a un lado.

En unos minutos estará listo el almuerzo y sé que ellos me esperan con mil preguntas, con miradas de desaprobación, con inferencias de mi relación con Leo y cómo inició todo.

Maldito seas... ex amigo, esto no te lo voy a perdonar.


Entrada número cuarenta y cuatro.

24 de agosto, 2015

Mamá entró a mi habitación ayer en la noche. Me trajo un de chocolate, mi postre favorito. Se sentó y tranquilamente me preguntó algunas cosas.

—¿Dónde lo conociste?

—En una fiesta —le dije, no le especifiqué de qué tipo, ni en dónde.

—¿Qué sientes por él?

—Me agrada, es divertido y generoso. Le quiero, mucho.

—¿Lo amas?

—Le quiero, dejémoslo ahí.

—¿Entonces no son novios?


"Buena pregunta Inessa, buena pregunta. ¡Vamos, Lena, dilo ya!", pensé. Comenzaba a desesperarme.

—No. —Fue lo único que le contesté.

—¿Están usando protección?

La conversación se ponía más incómoda con cada pregunta. Mamá y yo no hemos tenido «esta» charla en particular... en la vida y, la verdad, no esperaba hacerlo bajo estas circunstancias. Le dije que visité a una ginecóloga hace unos meses y estoy con tratamiento anticonceptivo. Ella insistió en preguntar si estábamos usando condones y le dije que sí. Claro que no le conté sobre el susto que tuve hace unos días.

"¡¿Qué?! ¿Susto? ¿Lena pensó que estaba embarazada? Bueno, no importa... mucho. ¡Diablos! Debería leer esto en orden. Pero no tengo mucho tiempo. Mañana, listo, mañana leo lo que me salté".

—¿Te está presionando de alguna manera? —Inquirió, muy seria y era evidente que le costaba mucho esperar por mi respuesta.

—No, mamá. No me presiona, no me ha hecho daño. Él... no sabe que yo... Él cree que tengo diecinueve años.

—Así que le mentiste, él no tiene idea de en qué está metido.

—Mamá...

—¡Quieres que te tratemos como una chica madura y te comportas como una niña! Él tiene derecho a saber que está violando la ley porque la inconsciente de su «amiga» —puntualizó despectivamente—, lo engañó.

No le dije nada. La dejé criticarme, reprimirme, decirme que ninguna hija suya fue criada para engañar de esa manera, para poner en peligro la seguridad e integridad de otra persona, que lo que había hecho estaba mal por todo lado que lo vea, que debía terminar la relación cualquiera que fuere, aclararle la situación y permitirle ser libre del lío. Tenía razón en que mentí, en todas esas cosas menos en una. Yo soy mayor de edad, biológicamente lo soy. Legalmente pueden protestar, pero sin justificación, porque ellos conocen la verdad. El detalle es que creen que yo no lo sé y eso cambia todo.

Si quiero proteger a Leo, debo hablar con mis padres sobre lo que descubrí. Debo hacerlo.


«Yulia, necesito pedirte un favor» - Nastya me envió un mensaje de texto, justo cuando terminaba de leer la entrada.

«¿Qué pasó?»

«¿Podrías pasar por mi casa antes de ir a lo de Lena? La moto de Irina se descompuso».
¿No podía tomar un taxi? Estaba en medio de algo muy importante que me ayudaría a decidir cómo diablos sentirme.

«Estoy ahí en no más de cuarenta y cinco minutos» - le contesté y fui a alistarme para salir. Lo único que había descubierto es que, hasta ese punto, no habían establecido una relación. La única manera de confirmar qué estatus tenían era verlos interactuar.

Y así fue que llegamos hasta aquí. El momento preciso en que caigo en cuenta de que Nastya tenía razón.

Estuve molesta todo el día porque Lena me gusta y mucho, me gusta del tipo: definitivamente, ¿heterosexual?, no soy. Lo supe cuando abrió la puerta de su casa y abrazó a Nastya, a mí solo me sonrió y deseé con todas mis ganas que no fuese así, quería un abrazo también, quería percibir su perfume, estar cerca de su cuerpo, sentir su calor. Lo supe cuando me presentó al mastodonte, lo tomó de la mano, entrelazando sus dedos y dijo:

—Él es Leo, mi amigo, el chico de que te hablé —lo confirmó, era su amigo nada más y sentí un alivio enorme. Celos también, aceptémoslo, porque a pesar de que era tan solo un chico, era «el» chico y, aparte de lo hermoso, tiene algo que yo no, la tiene a ella.

Me gusta Lena. ¡Maldición, cuánto me gusta! Y este es un sentimiento nuevo: Celos por alguien que no es nada tuyo.

Check, va a la lista de experiencias que necesito para poder triunfar en la vida... y también a la de cosas que duelen porque fuiste estúpida. Ahí hay muchas, como dejarse engañar por Aleksey y salir a escondidas la noche del Orina Fácil con THOR.

Dios, mis ojos no dejan de mirarlos y es que son tan... Ajjj, no quiero verlos, pero mis ojos, ¡tienen vida propia, voluntad y un gusto por esos dos que no me explico!

La había visto con novios antes, pero esto es distinto. Comprendo perfectamente a su papá por no querer estar aquí, presenciando esto. Si yo pudiera irme lo haría. Ahora mismo estaría con mis no-suegros y mi no-cuñada en San Petersburgo, disfrutando del sol, de ir de compras y ver Katia en cincuenta cambios diferentes de ropa, de lo lindo que es caminar por las calles empinadas llenas de bolsas de zapatos.

Lena se vuelve a separar del grupo para ir a la cocina a ver cómo va Leo con la comida. Le pregunta si puede ayudarlo en algo y lo abraza por la espalda, llevando sus manos lentamente hasta su abdomen que debajo de esa camiseta es una piedra de lavar. Yo misma lo vi ese día en la playa y eso que estaba lejos, pero los vi, así de marcado tiene el cuerpo. A Lena le deben encantar esos músculos. Yo jamás podría tener el vientre tan definido. Tendría que hacerme físico culturista y parecería... Hulk, no gracias. Leo es un mastodonte y a ella le gusta.

Se para en puntas, intentando llegar con su quijada al hombro del chico... ¡hombre!, hombre, él no es un chico. En fin, lo intenta pero no hace más que rozarlo en el hombro, él sonríe y se hace un poco para atrás, ayudándola a alcanzarlo. Ella ríe también, haciendo equilibrio, apretando el agarre de sus manos sobre la tela blanca, presionando su piel. Lena hace un esfuerzo más por subir y le da un beso corto en el cuello desnudo por detrás. Le susurra algo gracioso y lo suelta con la misma sutileza, regresando a la sala con nosotros.

Mis ojos intentan no delatarme y cortan el contacto. De reojo veo como se acomoda junto a Nastya, está feliz. Él la hace feliz, nosotros la hacemos feliz, pero él más.

—Yulia, quieres un poco más de soda? —me pregunta Ruslán, parándose en medio de ella y mis ojos. ¡Mis ojos que regresaron a verla segundos después que se sentó! ¡Traición!

—Sí, gracias.

Lo veo irse hasta la mesa para servir las bebidas y llego a entenderlo. El lugar que ahora ocupo fue suyo por mucho tiempo, viéndonos a Aleksey y a mí como pareja. Sé que no es culpa de Lena y Leo, como no era nuestra tampoco. Nadie le pidió al Número Tres colarse con sus sentimientos donde no tienen cabida. ¿Por qué reprimirían ellos su cariño? Aleksey y yo nunca lo hicimos. Por supuesto que yo no sabía que indisponía de esta forma a un amigo.

Veo a Nastya unirse a Ruslán con dos vasos, el suyo y el de la chica que ahora se me acerca en el sofá. Quiere decirme algo pero no lo consigue, la tengo presente en el rabo de mi ojo, pero en lugar de verla, obligo a mis ojos a mantenerse donde están, en el infinito y más allá.

Larga una pesada exhalación y habla:

—Tú... también crees que no deberíamos estar juntos, ¿no?

Ahora sí la veo. Intenta sonreírme, lucir tranquila mientras espera mi respuesta, pero está incómoda. Asumo que es por mí.

—Se ven bien juntos, de hecho. Te vez más madura con él. —Le soy sincera, quizá el único gesto que puedo brindarle.

Sonríe muy ligero, aún hay algo que la molesta.

—No tienes que fingir por mí —me dice y siento mi frente arrugarse con esa declaración.

—¿Crees que te estoy mintiendo para alagarte o algo?

—Creo que estás indispuesta. No has dejado de darnos las mismas miradas que he visto de Aleksey.

—No-me-compares-con-él, ¿quieres? —le respondo de muy mala manera, pero es que tocó un nervio sensible—. No soy nada como Alyósha.

—Está bien, lo siento. Solo creí que te caería mejor... Como sea. —Intenta irse, yo la detengo sosteniéndola de la muñeca y vuelve a sentarse, un poco más distanciada esta vez. Se rehusa a verme a los ojos, se concentra en un punto en el medio de la pared que tiene en frente.

¡Me gusta, maldición, me gusta y odio verla así! Me molesta demasiado porque es por mí. Es feliz con él y yo... lo estoy arruinando.

—Se me hace extraño verte de esa forma con alguien —le confieso—, me gusta... la sonrisa que tienes cuando estás con Leo.

—¿Y entonces por qué estás así? Hace rato me preguntó si te cayó mal y... ¿qué le digo? ¿Ella es así no te ofendas?, ¿Yulia me detesta, acostúmbrate a que me haga malas bromas y no te enojes con ella, por favor? ¿Qué? Porque Leo no es un niño como nuestros compañeros. Él aguanta muchas cosas cuando son con él, pero cuando alguien se mete conmigo, pone un límite y no quisiera tener que dividirme entre los dos porque...

—No le digas nada y ya.

Suelta un bufido, frustrada y mueve su muñeca, dejándome saber que todavía la tengo atrapada con mi mano. La suelto. Ella se acomoda mejor de espaldas al respaldar del sillón y se cruza de brazos. Ya no tiene ese aspecto alegre de hace unos minutos.

Fui demasiado evidente. Si esto fuese un ejercicio calificado de algún curso de actuación, sacaba una F, un cero redondo.

¿Qué estoy haciendo? Porque seamos realistas, bien, bien realistas; tomemos una foto de este momento. Lena y yo nos estamos haciéndonos amigas hace muy poco. Ella tiene una vida y relaciones que son muy suyas, es su derecho tenerlas, hacer lo que quiera con quien quiera y yo no soy parte de esa ecuación.
Nastya, por ejemplo, ella es su mejor amiga, conversa con Leo y Ruslán por igual, le sonríe, le hace bromas. Leo le corresponde y los tres disfrutan juntos. Yo por otro lado estoy sentada como un ogro en el sofá de alguien a quien le importamos tanto, que incluyó a un hombre adulto en nuestra reunión con el riesgo de que él piense que somos tontos o infantiles. Y viéndolo compartir de lo más relajado con mis amigos me doy cuenta que Leo para nada nos considera de esa forma. No es un esfuerzo para él estar aquí porque quiere a Lena, la quiere de verdad, ella lo hace feliz. Y en esa ecuación yo-no-quepo.

—Te envidio —le miento, a quien envidio es a él—. Tienes algo con Leo que yo quisiera tener, ¿sabes? —Ya no miento—. Me gusta verte así, feliz.

Su atención cae sobre mí y espera sin saber que contestarme. Unas carcajadas fuertes de Nastya seguidas de las de Leo y Ruslán nos hacen regresar a verlos. Lena sonríe... ¡Dios, es tan feliz!

—¿Vamos con ellos? —le pregunto dejando mis asperezas de lado.

No sé como sentirme. Descubrir que me gusta es bastante, querer saltar a tener algo con ella es extremo. Por el momento, amigas es suficiente. Manejaré las cosas como vayan llegando.

Pero si tengo algo claro es que: me gusta ella, me gusta verla feliz, me gusta como me sonríe a mí ahora mismo, me gusta como toma mi mano para llevarme hasta donde están todos.

—Chicos —nos dice el brasileño con un acento encantador. Lo admito, el mastodonte es hermoso, sexy, buena gente y malditamente suertudo—. ¿Qué tal si después de la cena vamos al club?

—¿Al club, club? —le pregunta Lena un poco nerviosa.

—Sí, Anatoli hará una fiesta privada, así que no necesitan identificación.

—¡Yo tengo identificación! —dice Nastya, emocionada.

—¿Qué les parece?

—Me apunto —dice Ruslán, Nastya lo secunda.

—¿Por qué no? —respondo yo. Quiero saber qué es lo que me oculta en ese lugar.

Me gusta el misterio que Lena trae, me intriga. Pero hay algo que me oculta. Así que no le doy más vueltas al asunto y decidí seguir sumida en la amena conversación que estábamos teniendo aquella noche.

Me encanta, me fascina su cara, sus ojos, su quijada tensa. Lindísima la forma con la que masacra la comida que su amarre nos preparó. Divina.

—Leo —lo menciono nuevamente, llamándole la atención y hago una pausa para comer otro bocado de esa exquisita ensalada con tajadas de almendras—, ¿te han dicho alguna vez que, no sé, tienes ese aire de Thor?

La lengua de Lena peligra con las mordidas tan fuertes que le da a su comida, mirándome como si pudiera fusilarme.

—¡Lena me dice Jesús! —exclama y ríe, lo hace con sinceridad. La terminación de la palabra le sale tan bonita. Vaya, amo los acentos. «Llesush», di-vi-no.

—¿Jesús? —recalco la respuesta, sor-pren-di-da. Ah, que sí sé separar las palabras, pasé el primero de primaria sin problemas—. Hmm, no creo que Jesús haya sido tan alto, fuerte y... rubio, muy aparte de las pinturas religiosas.

—Tal vez es por su personalidad. Leo es tranquilo... —menciona Nastya, como si lo conociera de años, creo que se han visto dos veces. Yo lo conozco más de leer el diario y de «tranquilo» no tiene mucho, por lo menos no debajo de las faldas de Lena.

—Yo también creo que Thor te va más —le dice Ruslán.

—Si quieres disfrazarte en Halloween, de Thor o Jesús, yo puedo ayudarte con el maquillaje —le ofrece Nastya. Él le toma la palabra, lo pensará y le avisará.

Leo le pregunta algo a Ruslán. Lena le había contado de su habilidad con la guitarra. Él se retrae y ella lo toma del brazo ligeramente, negando, dejándole saber que no fue muy prudente. Hace tiempo que no vemos al chico hacer uso de su magnífico instrumento de madera y es un tema delicado.

—Lluliya —Ese es mi nombre—, Lena me cuenta que eres fantashtica produzindo canciones —menciona el portugués, cambiando de tema. Ella me mira, ya no tan enojada como cuando yo no paraba de interrogar a su amarre como si fuese su suegro. Me suplica ayuda con sus ojos.

—Es verdad —respondo y me río, jugando a la poca modestia—. Este año produciré una, ya estoy pensando en el nombre. Debo superar mi tan genial: «Si yo fuera tú» del año pasado.

—Si todavía estoy aquí, adoraría escucharla.

—Estás cordialmente invitado —le digo, obviando el incómodo comentario.

Esa información debería alegrarme, ¿no? Leo no va a quedarse mucho tiempo. Debe ser la razón por la que no son novios y es que quién quiere una relación a distancia. ¿De verdad funcionan?

Me conmuevo y regreso a verla para asegurarme que dicho comentario no la haya puesto de bajo humor. Ella solo me regala medio segundo de una sonrisa sincera y... miente, cambiando de cara a una alegre, vuelve a hacer bromas, ríe con los chicos; con su chico. Me deja fácil la tarea de leerla, le dolerá su partida. De verdad lo quiere.

—Leo —repito su nombre una vez más—. Explícame esto del fútbol en tu país.

—Claro, ¿qué precisas saber?

—Brasil es rival de Argentina, ¿no?

—Yulia...

—Históricamente, sí —me responde, ambos ignoramos la voz de Lena diciendo mi nombre.

—¿Y ustedes ven partidos juntos? —los señalo para que quede clarísimo que me refiero a Lena y a él.

—Vimos algunos de la Copa das Mulheres en verano, ninguno de futebol masculino —Ahora él la mira extrañado.

—Ah, ya, entiendo. Entonces, así funciona. Gracias por aclarar mis dudas.

—Yulia...

—¿Qué quieres decir?

—¡Yulia, no!

—Ah, pues a que el fútbol es importante para un brasileño y cuando juega su equipo debe ser como «pecado» —puntualizo—, eso de estar en el mismo cuarto que un fan del equipo rival.

—¡Es hincha y...!

—¡¿Eres hincha de Arshentina?! —le pregunta él, sor-pren-di-do.

—¿Alguien quiere postre? —pregunta ella, levantándose de la mesa.
¡Dios, como me encanta jugar con Lena! He visto esa camiseta en su closet, tenía que hacerlo, no lo siento.

—La comida estuvo riquísima, Leo —le agradezco.

—Todo por esta linda menina —responde alzando su jugo hacia Nastya—. Lena, meu amor, vamos a hacer un brindis —la llama.

La pequeña frase me golpea. "Mi amor, auch".

Regresa y agarra su vaso, abrazándolo por detrás de la silla, el toma su mano con delicadeza y juega con sus dedos, esperando a que el resto de nosotros esté en la misma posición. No toma más de dos segundos.

—Espero que tengas un bom viaje y que seas muito feliz con tú familia. —Le hace una venia—, gracias por cuidar a minha Lena todo este tiempo, eres una bom amiga.

El acto de entrelazar los dedos debería estar extremadamente prohibido para algunas personas. Se ven tan malditamente lindos.

¿Es justo? No, ¿es normal que te guste la pareja que hace la chica que «te gusta», cabe recalcar, con un hombre que podría ser un Dios nórdico?

¿Por qué Jesús tenía que ser tan Thor?... ¡Digo, Leo!

—En breve vamos al club, mas quería saber si podía falar contigo por un momento —me dice Leo, los chicos ayudan a Lena a limpiar la mesa, yo estaba por hacerlo también—. ¿Cigarro?

Salimos al jardín, él cierra la puerta y, con calma, se sienta en la jardinera, enciende su tabaco pasándome después el encendedor.

—¿No es ilegal ofrecerle cigarrillos a menores de edad? —le pregunto con el mío entre los labios, absorbiendo el aire para prenderlo al terminar de hablar, y le devuelvo la fosforera.

—¿Es por eso que has pasado la noite importunándola? No piensas que lo nuestro esté bem —me contesta, si está molesto no lo deja ver.

—Siempre la molesto, es como mi pasatiempo. No te lo tomes muy a pecho.

—Me pareció que era más que un hábito.

—No lo es. Lamento si te molestó.

—Si a ella no le incomoda, a mí tampoco. De verdade me caíste muito bem. Lena fala muito bem de ti.

Ellos han compartido conversaciones con mí nombre en medio. Debe saber del lugar donde vivo al menos, él la acompañó esa noche.

—Yo quería pedir un grande favor —me dice. Se ve preocupado, ahí, con una mano ocupada con su cigarrillo y la otra metida en el bolsillo del pantalón.

—Voy a viajar a Brasil en diciembre, no queda muito tiempo, tal vez unas semanas antes. No voy a volver. La visitaré en un tiempo.

Confirmado, se va.

—Agora que Nastya se muda y Lena se peleó con sus outros amigos... Yo preciso saber si la vas a cuidar.

—Lena es mi amiga, estaré ahí si me necesita.

—Eso lo sé, por eso quería falar. —Su tono sigue siendo demasiado serio—. Lena parece muito dura, muito segura. No vendrá a pedirte ayuda cuando sea necessário. Debe cuidar dela. Aproximarse así parezca que te lanzará da varanda.

Habla gracioso, es lindo, más si se preocupa tanto por ella... y repito ¿es normal esto de shipear a la chica que te gusta con alguien más?

—Lo haré —le aseguro.

—Ella es alguien que... Es fácil enamorarse de Lena. Míranos —dice y me mira cálidamente.
Me pierdo en la inmensidad de lo que acaba de implicar.

—Yulia —escucho mi nombre en la puerta. Lena se me acerca, pidiéndole unos segundos a Leo antes de salir para el bar. Él entra en la casa después de apagar su cigarrillo y ella me quita el mío de las manos para terminárselo.

—¿Por qué no quieres que vaya? —le pregunto directamente.

—No es que no quiero que lo hagas, pero...

—Pe pe pe pe pero... ¿Qué? Dímelo ¿es tan malo? ¿Tienes miedo a que me encuentre con otro Leo por ahí? Nastya me contó de Marina, ella cree que eres pandasexual. —Manipulo un poco la verdad. No es «exactamente» lo que me dijo.

—No tengo miedo de que conozcas a nadie.

—¿Entonces? Prometo no joderte con lo que descubra de ti esta noche.

Su semblante se mantiene curioso, pensativo, para ser exactos. Sigue ocultándome algo.

—Mejor vámonos —dice, decidiendo callar.

—¿No me vas a decir?

—No, todo a su tiempo.


...

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