Capítulo 10: Encantos y extrañezas

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El transporte público y yo no nos llevamos bien. Pasando de la absurda lentitud y el tráfico, también están esas personas que, sin pena, llegan y se sientan a tu lado para imponer su olor tan particular y natural.

Me tomó cuarenta minutos llegar a la parada del centro comercial que queda justo a media cuadra de la entrada y, cuando pensé que no entraría ni una pluma en ese bus, se subió aún más gente. Me hice camino a empujones hasta la puerta, pero apenas llegué, la mitad de los pasajeros se bajaron conmigo, porque... al diablo la vida que aparentemente me quiere caer a golpes.

Ahora doy un fuerte respiro y me sacudo un poco la ropa. Siento que sobreviví una batalla, al menos ese último minuto intentando llegar a la salida.

Es una tarde de sábado así que el lugar está repleto. Hay gente en la acera caminando apresurada, otra tomándose selfies junto al letrero, haciendo muecas y labios de pato... Absurdo, ¿quién se toma fotos en un centro comercial?, ¿o en el baño de la casa? Cosas que jamás entenderé de la raza humana.

Alguien me llama la atención por su contextura, parece conocida, pero quién es. Camina en dirección a la puerta como yo, pero frente a mí. Debió venir de la calle contraria.

Estamos a más de cien metros de distancia, pero su caminar, el movimiento de sus cader... ¡¿Lena?!

No, no puede ser. Camino un poco más, fijándome dos, tres veces, antes de confirmar que sí es ella.

Casi no la reconozco. Nunca la había visto con esa mudada; unos jeans negros apretados, completamente cortados transversalmente, una camiseta blanca y vieja de una banda de punk, con unas botas negras que iban muy acorde a ese estilo y una gorrita negra de lana que, para qué mentir, no le quedaba nada mal. No es una pinta que veamos seguido en nuestra dulce y tierna...
Lena Katina.

Bien pudo haber sido su hermana gemela (su genial y malvada hermana gemela), pero no, era ella. Como siempre, me vio y me dio esa sonrisa tan típica.

-¡Yulia!

-Hermana malévola de Lena -le respondo, viéndola de pies a cabeza. Sigo intrigada-. No sé si debo decir que es un gusto verte "así" o asustarme por tu cambio.

-Oh... ¿lo dices por el atuendo? -me pregunta, revisándose a ella misma de arriba hacia abajo.

-¿Qué haces, Katina? ¿Vas a una fiesta de disfraces o qué?

-¿Tiene algo de malo lo que visto? Yo creo que me veo bien.

Muy bien, en realidad, pero ese no es el punto.

-¿A qué estás jugando?

-¿Yo? -Realmente está sorprendida de que me llame la atención su nuevo look o es que quiere convencerme de que no es raro. No lo logra.

-¡Sí, tú! ¿Qué bicho te picó? Porque no tengo idea de quién eres. Te agarró un virus o...

-Lo dices porque no llevo mi típico "uniforme" -puntualizó, ayudándose de un gesto con sus dedos-, ¿o es por lo que viste ayer?

-Vamos, Lena, eres la chica buenita, la hija perfecta, la estudiante estrella. ¿Desde cuando fumas, tienes un tatuaje y vistes... relativamente decente?

-Tal vez sí me contagié de algo en las vacaciones. Acaso ¿importa? -me pregunta alzando los hombros, manteniendo su sonrisa.

¿Por qué estoy haciendo una escenita de esto? ¿Si a ella no le importa su cambio, por qué a mí? Ah, ya, ya recuerdo. Porque de repente se convirtió en un maldito misterio que mi desorden compulsivo tiene que resolver.

-¿Tú qué haces aquí, Yulia? Pensé que le habías dicho a Nastya que tenías cosas que hacer, "cosas importantes que hacer", por eso te ibas temprano a casa.

-Me quedé afuera... -digo y ella me devuelve una mirada confusa-, dejé las llaves adentro de mi casa cuando salí a tomar un poco de aire, así que vine a perder el tiempo hasta que mi
mamá llegue y me deje entrar -le explico-. ¿"Tú" que haces aquí, vestida así? Todavía no es Halloween.

Ríe con el comentario, agitando su cabeza de lado a lado.

-Vine a ver una película. Inicia a las siete de la noche. Hasta eso pensé, en ir a leer algo en la librería o a ver que hay de nuevo en la tienda de música. ¿Quieres venir?

Hmm, venimos a lo mismo. Puedo usar esta oportunidad para preguntarle sobre su tatuaje, ¿cuándo se lo hizo?, ¿qué significa o desde cuándo fuma?

Aceptémoslo, la curiosidad que tengo desde ayer no va a esfumarse así nada más. Debo hacer algo.

-Iba a hacer esas mismas cosas... sola. No necesito compañía, Katina.

Lena insistirá en que la acompañe. Ella es así, una persona de hacer las cosas en equipo.

-Okey.

¿Qué? ¡No, tenía que insistir! ¡Diablos! Me retuerzo por dentro sin dejárselo saber. Mi plan, tirado a la basura por su nueva actitud.

-Nos vemos el lunes, entonces, cuídate. -Se despide y sigue su camino sin regresar a verme.

¿Qué le pasa? Ella no es así.

Va a unos metros delante de mí y yo la sigo como si mi objetivo fuese perseguirla como un cachorrito sin dueño.

"Espera... ¡¿qué demonios?!"

Me escucho gritarme a mí misma cuando la razón me golpea, haciéndome caer en cuenta de que estaba por subir las mismas escaleras eléctricas que la llevaban a la segunda planta.

¡Basta, Yulia, a lo que vinimos! Otro día le preguntas sobre su tatuaje. Ahora lo que importa es saber de quién es el diario.

Cambio mi camino y voy directo a la tienda de música que queda en ese mismo piso. Amo el lugar, o lo hacía cuando tenía el dinero para comprar discos. Es el único local en toda la ciudad que todavía hace importaciones de ediciones americanas de álbumes que no se pueden conseguir aquí... y a buenos precios que es lo más importante.

Reviso la sección de música alternativa por un rato, deteniéndome para leer las listas de canciones. Hay dos chicos atendiendo, no recuerdo haberlos visto antes, pero tampoco es que me fijo mucho en quién me atiende. Usualmente vengo, tomo lo que quiero, pago y me voy.

Finjo interés en varios discos y de paso le coqueteo al empleado que está más cerca. En unos minutos me acercaré a hacerle unas preguntas.

-¿No encuentras lo que buscas? -Se me adelanta.

Vamos, los chicos en su gran mayoría son tan fáciles, apenas lo miré y le medio sonreí. Es lindo, tiene una barba dejada de un par de días y una quijada con un hoyuelo en medio

-No, en realidad, no. Estoy tras un disco antiguo de Radiohead. El chico que me atendió en el verano dijo que me avisaría apenas llegue -le digo "avergonzándome" cuando me devuelve la sonrisa-. Sigo esperando su llamada.

-Hmm, no sabría qué decirte. No trabajé aquí en el verano -me responde, confirmando que perdí mi tiempo.

-Pero debes conocer a los que lo hicieron, ¿no? Tal vez tengas su número anotado en algún lugar...

-¿Y si mejor me dices qué álbum buscabas?, podría ver si lo tenemos en la bodega -contesta cambiando completamente la dirección de la conversación. Como si no tuviera ya todos los discos de Radiohead en vinilo.

-Es el The Bends -le miento con un suspiro. Él se apura a buscarlo y yo me dirijo al otro encargado a preguntarle lo mismo, sin un céntimo de simpatía.

No tarda en informarme que la tienda tiene la política de rotar a sus empleados durante las vacaciones de verano y que suelen contratar a pasantes que los cubran. No tiene idea de quién trabajó esos meses y el único empleado fijo es un tal Vasili que, convenientemente, no viene los fines de semana.

Me doy por vencida, no voy a sacar nada aquí y no tengo dinero para comprar la buena música que encontré. Mejor me voy antes de que el simpático vendedor regrese. Todavía tengo un par de horas antes de verme obligada a regresar a la pocilga y... podría intentar nuevamente con Lena, iniciar la conversación que quería.

Ahora, ¡no seas idiota y la mandes a volar a la primera! Está muy rara, así que con tino.

Recorro el local entero, pasillo por pasillo, hay mucha gente y se me dificulta hallarla. Subo al segundo piso, desde allí podré divisar mejor entre la gente. Me escabullo por la zona de niños, la de amantes del tejido en lana, la de jardinería, la de manualidades con escarcha dorada y nada.

Este no es mi día.

Doy un último vistazo desde el tope de las escaleras y, exhalando mi cansancio, decido ir por un libro para sentarme a leer. No la voy a encontrar jamás.

Voy a mi sección favorita, literatura clásica, hay muy buenas obras allí. Paso con mi vista por varios libros, deteniéndome en uno que me llama la atención por su encuadernación. Lo saco para darle un vistazo y escucho un susurro a mis espaldas que me hace brincar por dentro:

-No sabía que te gustaban las historias románticas. -Es ella-. ¿Jane Austen?

-Orgullo y Prejuicio es un buen libro -le respondo sin mirarla-. Además no iba a leerlo, solo veía la edición, es nueva.

-Ajá... -Se burla con una risita.

-¡¿Lo has leído siquiera?! -le pregunto fastidiada. Me intriga, pero es una idiota.

-Tres veces, Yulia. No digo que sea malo, solo creí que eras fan de otro tipo de literatura... ya sabes, algo más como... Cincuenta Sombras de Grey... -dice, logrando que la mire fijamente... con rabia-, lo digo por lo de la tortura y el placer, ¡no me mates! Me imagino que te gusta el sadomasoquismo y esas cosas.

-En tus sueños, Katina.

-Hmm, ¿entonces te gusta el romance hasta en el sexo? Definitivamente no es algo que esperaba de ti.

-¿Y tú, muy de esposas en la cabecera de la cama? -rebato más que irritada. Desde cuando ella asume cosas de mí, ni siquiera me conoce y seguro es súper virgen-. Dime, ¿se las robas a tu papá, o te compraste unas con plumas de color violeta y, de paso, un látigo?

Me sonríe de forma traviesa, moviendo sus cejas provocativamente, dejándome saber que no es que tuviera unas, es que no le molestaba la idea de usarlas.
"¡No quiero más preguntas, necesito respuestas!", me reprocho en medio de mil ideas que acaban de volar en mi mente. Volvamos al tema que me interesa.

-¿Es por eso que te tatuaste una cruz? ¿Para no tener que pedir perdón cada vez que haces tus cochinadas?

-No creo que el sexo sea "cochino" y no fue por eso.

-¿Entonces? -le pregunto gestualizando lo obvio, quiero la razón.

-Eso... quizá un día, Yulia, si te ganas mi confianza, te lo diré -enuncia y, por el mismo camino que vino, se marcha a devolver el libro que había tomado prestado, saliendo del local, así, tal cual, sin siquiera un adiós.

¡Lena Katina...!

¡Diablos, lo hizo otra vez!



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