Capítulo 18: Karma Police

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—Aquí está...maldita factura —digo desdoblando el papel que saqué del bolsillo interno izquierdo de mi chaqueta de cuero, el último lugar donde se me ocurrió buscar ese recibo.

Miércoles, 1 de junio, 2015
Contratación de espacio de bodega válido por un mes.
29.99 Rublos

Maldición, la fecha coincide con la primera entrada del diario. ¡Maldición, maldición!

El día anterior a ese miércoles, Román pasó por la casa para cenar y mencionó «casualmente» que muchos de mis discos de vinilo podrían venderse por cientos de dólares en , y que si lo hacía, tendría un buen fajo de dinero, según él podría «comprarme un auto usado». Pero ¿para qué iba a querer yo un auto, peor uno usado?, el mío estaba en perfectas condiciones. Lo que Román quería eran mis vinilos, venderlos e ir directo al casino, le diría a mamá que él lo necesitaba más que yo, que con lo que ganaría me repondría lo perdido. Meses atrás hizo algo parecido con los juegos de Xbox de mi hermano. Vendió más de cincuenta títulos y jamás le devolvió un centavo. Mikhaíl lloró todas las noches, por semanas.

Esa misma noche recogí todo lo que tenía de valor que entrara en las dos cajas de cartón que tenía a la mano, las escondería de alguna forma, pero tenía que ser fuera de mi propia casa. Lo único que se me ocurrió fue llamar a Nastya, si no ponía objeción, podría encargarlas en el ático de su abuela. Y no hubiese sido una mala idea, si no fuera porque Olga, a veces, es tan imaginativa con las cosas ajenas como lo es Román.

Mi amiga me recomendó que lo mejor sería contratar un servicio de bodegaje —como el que sus papás habían arrendado antes de mudarse— y que guarde mis pertenencias allí. Nadie tendría acceso más que yo, estarían seguras.

Ese 1 de junio —en el cual Lena escribe que «el ogro» pasó a cobrarle el dinero que le prestó—, fui yo quien la visitó. Me faltaban siete rublos para el pago de la bodega y recordé que ella me debía cinco. Después de timbrar como loca —cuando por fin me abrió la puerta—, la extorsioné por los siete diciéndole que me debía impuestos por mora; me había dicho que me pagaría al día siguiente y nunca sucedió. Sacó un billete, dos monedas y me fui.

Yo, soy el ogro.

Eso quiere decir que... ¡¿Aleksey, es el amigo mete cuernos?!

—¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaj! —grito con todas mis fuerzas bajo el cojín que termina camuflando toda mi maldita frustración.

¡El muy descarado se atrevió a decirme... no, a ponerme de excusa! ¡Me llamó egoísta! ¡¿Egoísta yo?! Él era quien andaba metiendo su egoísmo en quién sabe qué hueco y...

¡Oh-por-Dios!...

—Grgrgrgrgrgrgrgrgrgrgrgrg —Respiro—. Grgrgrgrgrgrgr grgrgrgrgrgrgr. —No existe, en el mundo, suficiente enjuague bucal—. Grgrgrgrgrgrgrgrgrgrgrgrg.

Listo, me terminé la pasta dental lavando mi lengua. La pobre quedó lastimada, pero ya me siento menos sucia, puaj.

Diablos, tengo que hacerme exámenes médicos. ¡Por los siguientes seis meses! Él tendrá que pagarlos, por caliente y mete cuernos... ¡Basta, ya me oirá! No vale la pena seguir pensando en ese estúpido. Aunque... ¡soy un maldito ogro! ¡Puedo quejarme e insultarlo las veces que me de la regalada gana!... ¡Ogro, dije!
Lena...

¡No, aún no puedo pensar en nada más que en el maldito de Aleksey! Algo tengo que hacer, tengo que vengarme, porque justo ahora él debe estar tirándose a su amiguita en su casa. Ya no espera que yo llegue, así que: ¡Viva la central del sexo, wooohooo!

¡Ajjjjjjjjj, lo odio!

Quisiera tener un rollo de papel higiénico y a él atado a una silla. Así podría preparar bolas mojadas en arsénico y metérselas por la boca hasta que no entre una más y se muera ahoga... ¡Papel higiénico, no es una mala idea! Podría hacer engrudo... o no, ¿para qué pasar tiempo cocinando? Puedo comprar tres cajas de huevos, hacerles un pequeño hueco con un clavo para que se pudran hasta el otro día, ir a su casa cuando sé que no va a estar él o sus padres, reventarlos todos sobre la casa rodante esa donde finge vivir su dependencia y aventar los rollos de papel para que se endurezcan con la clara. Además de apestar infinitamente, será casi imposible despegarlos. Compraré un frasco de miel y lo pondré en la unión de la puerta para que todo esté tan pegajoso y meloso... no, mejor uno de salsa de tomate o salsa BBQ... sí, esa dará peor olor y el empaque suele tener una punta, será más fácil para mí colocarla en el borde de la entrada y en la ventana superior del techo. ¡Ja, será genial! Mañana pasaré por el supermercado y, el miércoles, ¡ejecutaré el mejor trabajo de manualidades que jamás haya hecho en mi vida!

Ya..., ya me siento más tranquila. Ahora sí, Lena.

Así que es ella. El novio mayor que mencionó el idiota de mi ex, es Jesús o Leo, es el brasileño. Hasta donde yo entendía no era su novio, aunque a estas alturas quién sabe. En el diario él aún pensaba que Lena tenía diecinueve años, pero si la recoge todos los días de la escuela —o casi todos, porque hoy fuimos juntas a su casa y él no apareció—, ya debe saber que le mintió y que todavía es menor de edad, lo que parece no importarle. Lena mencionó que tiene veinticuatro años, no es un anciano, tampoco un niño, debe saber que lo que hace es ilegal.

Lo de sus padres me sorprende. Hoy en su casa todo parecía normal. Aparte de la inconfundible tranquilidad por la ausencia de su hermana —que ahora vive en San Petersburgo por la universidad—, todo, y me refiero a todo, estaba exactamente igual. Las fotos familiares, las decoraciones, los muebles. Uno asume que en una separación, el que se va, se lleva sus cosas y unas cuantas más; el que se queda destruye toda evidencia de la existencia del otro, principalmente las imágenes que le recuerden su vida juntos. Más aún si en esa casa se quedó su mamá y ella ahora tiene otro novio. Espera... ¿Están divorciados o solo separados? Eso no lo mencionó, ¿o sí?

Tendré que volver a leer las entradas. Ahora que sé que es Lena quien narra entenderé mejor qué le sucede, a qué se refiere...

Diablos, ¿debo hacerlo? Me siento como una asechadora, peor, estaría violando su intimidad...

—Hmmm —Suspiro y observo ese cuaderno de cuero negro. No debería... No... No debería...

Y como si un rayo me hubiese caído en la cabeza, una idea me paraliza por completo.

—Alguien la secuestró de niña. ¿Fue su papá? Mamá me contó que se sospechaba de un mal manejo del caso por parte de la policía. ¡Él es policía! Sergey Katin pudo haber vivido en Korsakovo cuando ocurrió, se robó a Katia y a Lena, y las llevó con su esposa a Soshi. Pudo haber falsificado papeles con la ayuda de un juez corrupto amigo suyo y listo, tiene dos hijas de la nada y en la nueva ciudad nadie sospecha nada.

Debo hacerlo, tengo que terminar el diario y descubrir qué más pasó. Saber si Lena no está siendo extorsionada por los Katin o algo peor y dejó el diario en la escuela, para que alguien lo encuentre y la ayude. Aunque eso sería bastante estúpido. Lena tiene demasiada libertad para ser una prisionera, se habría escapado hace tiempo.

"¿Ves? Por esa razón debes leer el diario", me repite mi yo interno. "No violarás su intimidad. El diario es ahora de «tú» propiedad".

La Yulia de mi mente no colabora. Como sea, lo leeré. Esta será una larga noche.


...


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