Traté de concentrarme en la lectura que tenía frente a mí, pero me fue imposible. Tenía que encontrarme con Lena esa tarde para que siga llenándome de interrogantes la cabeza como si fuese el misterio mejor guardado del planeta?
¡Por favor! ¡Es un simple tatuaje de una cruz, no los jeroglíficos ancestrales de una tribu perdida!
¿Qué diablos puede significar su tatuaje para que tenga que esperar a que yo «me gane su confianza» para decírmelo?
¡Yo tengo un tatuaje, finalizando mi cuello! Una palabra en arabe: Hiyam. Significa la pasión, la emoción más poderosa; el amor. Me lo hice para no olvidar lo que más quiero en esta vida, que todo lo que haga, lo hago porque me gusta; punto.
El suyo es una cruz. ¡Una pequeña y sobria cruz negra!
Cuál más podría ser su representación que: uno, es virgen y quiere mantenerse pura por el resto de la eternidad —aunque le encante la idea de que la nalgueen atada a una cama—; dos, que encontró la salvación en Jesucristo y se unió a uno de esos grupos raros de oración que más parecen cultos y danzan desnudos alrededor de una fogata o; tres, no pudo aguantar el dolor de la aguja y el dibujo quedó en esa pequeñez.
... O es henna, aunque ella diga que no.
Sea cual sea su razón, ¿cuán relevante puede ser que viene envuelta en tanto secreto?
—Yulia, ¡por fin!
—¿Mamá? —Me asombro de escuchar su alivio al entrar al apartamento. Está sentada en mi supuesta cama, con una seria cara de preocupación.
—¡Pensé que algo te había pasado!
—¿Por qué me pasaría algo? Fui al centro comercial.
—Llegué temprano y no estabas. Te llamé y encontré tu celular tirado en el piso junto al sofá y la puerta entreabierta... —Me informa, entregándomelo.
—¿Qué? No, no, no. Yo me quedé afuera porque olvidé sacar la llave y la puerta estaba cerrada... completamente cerrada. —La reviso para asegurarme de que no tenga un defecto, pero no, la
puerta cierra.
—No creo que nos hayan robado, ya revisé todo —dice mamá, dando una última mirada a las cosas que podrían considerarse de valor.
—¡El diario! —Recuerdo y me apresuro a buscarlo sobre el sillón dónde lo había dejado, pero no hay nada allí. Giro rápidamente en todas direcciones y me agacho, todo en una fracción de segundos, o así se siente por el mareo que acaba de darme.
—¿Te refieres a esto? —Mamá me pregunta, agitándolo en sus manos—. ¿Es tuyo?
—¡Pudiste decirme que lo tenías, en lugar de provocarme un paro cardíaco! —le reclamo, estirando la mano para que me lo regrese.
—Te pregunté si era tuyo —insiste con una actitud demasiado severa. Seguro lo leyó y no le hizo gracia.
—Sí... bueno, no. Lo encontré en un basurero, me interesó y...
—¡Es un diario!
—¡Eso ya lo sé y es evidente que tú también! Lo leíste, ¿no?
Se queda callada hasta que la vence un «no».
—¡Mamá!
—¡Yulia, estaba preocupada! Solo le di una hojeada, pensé que quizá dejaste una nota adentro.
—Bueno, dámelo —le exijo, más ella no me hace caso. Me queda mirando, pensando en su siguiente acción—. ¡Ahora es mío, devuélvemelo! —Me adelanto.
—¿Sabes quién lo escribió?
—No, no dice nombres, ni del autor, ni de sus padres o sus amigos, de nada... no todavía —le respondo, ella ni se inmuta—. ¿Qué te pasa? Es un simple diario. Dámelo. Hace cinco minutos jurabas que yo lo había escrito.
—Pensé que se trataba de una de tus historias y si era así... no tendría problema en devolvértelo.
—¡No, no, no, no! El diario es mío. Yo lo encontré y tu sabes muy bien que la ley dice que si rescatas algo de la basura es tuyo.
—En realidad es de la cuidad...
—¡No si todavía no lo ha recogido el camión!
—¡Hija...! —Vaciló—. Creo que deberíamos entregarlo a la policía.
—¡¿Qué?!
¿Me está jodiendo? No es como si me hubiera encontrado un millón de euros o las joyas de la corona.
—¿Por qué se lo entregaría a la policía? Estás exagerando, mamá, es un simple cuaderno.
—«Esto» es lo que me preocupa —menciona, entregándome el recorte de periódico viejo. El papel es de un tono amarillo adquirido por el tiempo.
—¿Qué es esto?
—Es el reportaje de un caso muy notorio a principios del año dos mil, lo recuerdo muy bien. Una niña de tres años de Korsakovo, llamó a emergencias para que ayuden a su mamá. Cuando la policía llegó se encontraron con la horrible escena de una mujer muerta en una piscina de su propia sangre y dos niñas de tres y cuatro años de testigos.
—¿Asesinada?
—No se supo, no salieron esos detalles al público.
—Pensé que dijiste que había sido un caso muy famoso.
—Lo fue, pero no por la mujer.
—Como sea, ¿qué tiene que ver todo esto con el diario, mamá?
—Ese reportaje estaba dentro del compartimento de la tapa del cuaderno —me aclaró—. Mira la fotografía.
Me concentro en ella, pero es tan pequeña y borrosa que no se distinguen demasiados detalles. Hay par de niñas de las manos de unos oficiales, afuera de una casa blanca de mediano tamaño y un enorme jardín verde. No se ven sus rostros.
—Ahora mira ésta —Me alcanza una foto vertical de un hombre de tez blanca y cabellos claros con una niña pequeña en sus brazos. Él le cubre el rostro con su cabeza reposada sobre su hombro—. ¿Lo notas? —me pregunta esperando unos segundos, pero no entiendo qué...
—El vestido... los zapatos.
—Son los mismos. Ahora voltea la foto, Yulia.
Hay dos inscripciones al reverso. Una hecha años atrás con tinta negra difuminada que lee: «Papá y yo». Y otra, claramente reciente, en color azul fuerte: «La niña soy yo».
—Aún sigo sin entender.
—Ambas niñas se perdieron en el sistema de Servicios Sociales días después del incidente. La prensa aludía un manejo irresponsable del caso por parte de la policía, hasta se sospechó que habían sido secuestradas y vendidas en el mercado negro para trata de blancas —me explica y, claro, eso fue lo que hizo notorio al caso—. Las buscaron por meses, años y nunca hubo una sola pista. Lo recuerdo porque la niña menor... tenía tu edad.
Me corre un escalofrío por el cuerpo de contemplar esa posibilidad. ¡Eran niñas diminutas de tres y cuatro años! ¿Fueron vendidas en el mercado negro? Tan solo pensarlo es grotesco.
—Y tú crees que la persona que escribe el diario es una de ellas?
—Creo que es algo que la policía debería investigar.
—Dijiste que fue negligencia suya que las niñas desaparecieran ¿y así quieres darles todas las pistas que puedan existir?
—¡Alguien debe investigar esto, Yulia!
—¡No será la policía, el diario es mío y no se los voy a entregar!
—Yulia, ¿no me digas que ya te obsesionaste con esto? —me reclama porque me conoce muy bien—. Jamás debí haberlo mencionado.
—Mira, mamá. Lo leeré y tomaré muy en cuenta lo que me dijiste. Si encuentro una pista o evidencia te lo haré saber, pero el diario se queda conmigo.
—No, Yulia. Esto es más importante que tu capricho.
—¡Es mío! —grito, mirando a mamá, y respiro para controlarme—. Ni siquiera estás segura de qué pasó. Como dijiste, nadie lo supo y aparte del reportaje no hay más pruebas, no todavía. Tengo que leerlo.
Mamá se mantiene en silencio, pensando si debería forzarme o apoyarme. Sus brazos cruzados y su inquieto pie la delatan.
—Esto es serio, Yulia, muy serio.
—Sí, lo sé, pero esta persona está en mi escuela, en mi clase, yo podría descubrir más rápido quién es. Además, lo más seguro, es que ese diario sea una serie de recuentos insignificantes de adolescente y lo sabes.
—Posiblemente...
—Bien, lo leeré y te contaré si encuentro algo importante, ahora dámelo.
Da un suspiro y me lo entrega... finalmente.
—Confío en ti, Yulia. No sabes qué puede estarle pasando a esta chica o por qué hace las cosas que hace.
—¡Lo leíste, lo sabía!
—Tan solo un par de entradas y concuerdo contigo, son bastante simples... por así decirlo. Creo que tiene mucho tiempo libre y muy malos hábitos.
Por supuesto, a qué padre le gusta enterarse que su hijo fuma, bebe y tiene sexo. A ninguno, así que culpemos a sus malos hábitos y declaremos que es una mala influencia. ¿Dónde está mi corona?, que yo podría ser la reina de ese club.
Mamá se olvida que cuando voy a donde Aleksey, no ponemos el canal de caricaturas y nos sentamos a jugar damas chinas.
Mamá me da las buenas noches y se retira a su cuarto. Yo me acomodo en el sofá mirando la foto.
Es una niña muy chica para que ese haya sido su destino. Se ve dulce e inocente. Su vestido color blanco con flores rojas en los bordes, su diadema y sus zapatos de muñeca del mismo color... Solo espero que mamá no tenga razón esta vez.
...
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El Diario
FanfictionQuizá sea la única persona que te entienda, que te conoce en realidad, aunque tú no lo creas. Déjame darte una mano en esta ocasión, no necesitas hacerlo todo en soledad, no hace falta. Y, antes de que te enojes por el hecho de que te tomé fotos esa...