—Bésame, Yulia —me suplica Lena colocándose desnuda sobre mis piernas en la cama. Está oscuro y la luz que sale de mi computador apenas la ilumina como una aurora. No puedo ver su cara o distinguir más que su forma, pero su aliento cálido rebota contra mis labios antes de arremeter en ellos.
Sus manos acarician mi cuello con tanta suavidad que me eriza la piel. Sus uñas en cambio se clavan en mi nuca enderezándome y termino llevándomela hacia adelante.
—Tócame —me susurra al oído—... fuerte.
Lo poco que conservaba de mis ganas termina en mi ropa interior. Con mi mano izquierda la envuelvo por la espalda, subiendo hasta jalar hacia abajo su hombro, con la derecha sostengo en posición diagonal su cuello y me lanzo a él. Mi lengua húmeda recorre su longitud entera hasta llegar a su lóbulo y lo atrapo con mi boca. Sus rasguños en mi espalda me sobre excitan. Sus quejidos alterados al mordisquear su piel me obligan a tirarla sobre la cama.
La computadora cae al piso. No me importa si se rompió, la tengo inmovilizada contra el colchón, gimiendo por cada uno de mis toques. Una de sus manos levanta bruscamente mi camisa por un lado, la otra se cuela dentro de mis pocas ropas, tratando de sentir mi éxtasis y lo encuentra.
—Esta vez me costó muy poco —sonríe con prepotencia— Yo estoy casi igual.
Ese comentario me molesta, quiere decir que yo no he alcanzado a cumplir con mi deber, a pasar de nivel.
Me arrodillo ahorcajadas de sus muslos y me quito la remera agujereada de Guns N' Roses, no llevo nada por debajo. Lena me come entera con la mirada, sé que disfrutó al ver mis senos rebotar con el movimiento que hice para quitarme ese pedazo de tela vieja. Me aprieta con los dedos sobre la cintura y comienza a mover su pelvis debajo de mí.
Ese pequeño pedazo de ropa interior que nos separa a ambas me da más placer con cada embestida. La necesito tanto.
Hago un movimiento atrevido, es muy temprano para esto, pero lo necesito. Acomodo una de mis piernas a un lado de su cuerpo y la otra en medio de sus piernas. Levanto su rodilla y me hago camino hasta sentir su humedad juntarse con la mía. El contacto me obliga a apretar mi mano en su pantorrilla y me sostengo de ella mientras arremeto con desesperación.
Siento su concentración en uno de mis pezones, sus dedos están helados. Yo sudo en frío con la respiración descontrolada. La vuelvo a apretar, forzándola a involucrarse más con mis movimientos si quiere que la suelte y la deje tomar el control.
Sus manos me agarran las nalgas y la dejo ir, cayendo sobre su pecho para continuar empujándome. Mi sexo no puede más, mi cuerpo se estremece sin voluntad y eso apenas inicia.
—Yulia, te necesito en mí..., por favor.
Con tan poco vuelve a matarme. Con cada mano separo ampliamente sus piernas, acostándome sobre la cama con mi cabeza a la altura de su centro e introduzco el dedo medio por completo en mi boca. Ella disfruta observándome atentamente y se prepara para mí alzando inconscientemente su cadera.
Inicio con mis dedos molestándola, provocándola, tentándola y los retiro.
—Por favor... —me suplica con desesperación, pero no estoy lista para seguir. Me gusta la tortura, casi lo olvido; amo hacerla sufrir.
La beso, justo ahí a boca abierta, con mi lengua persiguiendo sus ganas.
—¡Maldita sea, Yulia...!
—Llámame princesa —le digo molestándola.
—¿Qué?
—Que me digas princesa...
—Para que me mates o para que... me mates.
Río por la forma en la que dice esa última frase, implicando que haré lo que ella quiera para ayudarla a terminar.
—Dime princesa.
—No —me contesta con burla.
—Si no lo haces no tendrás nada de mí.
—Mm-mm —niega con tan solo ese sonido, comiéndose sus propios labios.
—Dime... —Paso mi lengua por la comisura izquierda de su pierna y su centro—, princesa. —Termino repitiendo lo mismo del otro lado. Sus gemidos hacen eco en mis oídos.
—Nnno... —se queja.
—Llámame princesa o...
—Por favor..., no seas tan cruel conmigo.
—Tienes las palabras ahí, Lena. Dilas y tendrás lo que quieres.
Comienza a desesperarse, los dedos de sus pies se curvan hacia adentro y su garganta sube y baja cuando su saliva pasa con dificultad. Me desea demasiado.
"Vamos Lena, déjate llevar".
—Tú odias los cariños... —Ya no resiste más pero aguanta cada paso de mi lengua agarrándose fuerte de las sábanas.
—Los odio, tienes razón... —Le doy uno más—, pero quiero escuchar, salir de tu boca, esas palabras dedicadas a mí.
—No...
Mi novia es muy testaruda y sabe que, lo haga o no, voy a terminar con mis dedos recorriendo su interior.
—¿Sabes? —le digo rozando la punta de mi quijada sobre su monte inferior—, el otro día pensaba en que... sería muy divertido comprarme un strapon.
Ella quiere uno o un dildo enorme con el que yo pueda manejarla a mi gusto.
—Y... ¿lo hiciste? —me pregunta.
—Mmmm no. Quería que fueras tú para que lo eligieras a tu gusto.
—Me estás... engañando —se corta al sentir mis labios nuevamente succionando en ese punto. Paso la punta de mi lengua a lo largo de su sexo. Esta vez ella golpea el colchón con angustia.
—¿Por qué mentiría, Len?
—A ti... no te... gustan esas cosas...
—Pero puedo hacer sacrificios por ti —miento, no sé si estaría dispuesta a hacerlo todo. Aunque, si lo pienso, doy bastante mi brazo a torcer cuando se trata de ella.
—Princesa..., por favor... adentro —vuelve a suplicarme, cumpliendo mi capricho.
De la nada saco un arnés, no sé ni cuando me lo puse. Ahí está el bendito dildo. Tomo la punta del mismo y comienzo a pasarlo de arriba hacia abajo.
—Princesa... —vuelve a rogar.
Quiero completar mi acción, pero dejo de sentir el juguete sexual en mis manos.
¿Qué diablos?
—Yulia...
¿A dónde fue?
—¡Yulia...!
¿A dónde fue Lena?
—¡Yulia despiértate y deja de gemirme en el oído!
—¿Qué?
Abro los ojos y la noche lo cubre todo en sombras, pero... Lena no está, es Ade.
—Creo que estabas teniendo un sueño húmedo con Lena —me dice molesta de aquí a Júpiter.
Levanto mi mano hasta la mesa de noche y enciendo la lámpara. Estoy en la casa de mi madre, Ade a mi lado, enojada por interrumpir su sueño.
—¡Apaga esa luz y déjame dormir!
Ahora lo recuerdo. Ade pasaría unos días conmigo hasta que mi madre regrese de su viaje de negocios. Mientras tanto hablaríamos sobre nuestro viaje a San Petersburgo.
—Yulia —vuelvo a escuchar a Lena entre sueños—, bésame.
Aquí vamos otra vez.
*
Ade es linda en las mañanas...
No cuando se levanta, parece que hubiese dormido con una turba de pájaros que hicieron un nido en su cabeza, pero después de bañarse y arreglarse, es linda.
Nos levantamos más temprano que de costumbre. Yo no pude dormir demasiado con el sueño recurrente que mi mente decidió crear. Por las ojeras que trae creo que Ade tampoco y es mi culpa. Varias veces me cayó a golpes con la almohada para que me aleje de ella.
Bajamos a preparar un desayuno acorde, grande, con café tostadas, tocino y huevo revuelto. Ambas concordamos que sería lo más apropiado para un día que inició con pocas horas de sueño.
Me siento a la mesa dándole un mordisco a mi panceta cuando la noto sonriéndome con burla mientras vierte su café en la taza de mi madre. Es una suerte que no está para verlo, odia que toquen sus cosas y estamos hablando de una persona que no necesariamente le cae tan bien. Aunque desde que regresé a vivir en esta casa, mamá ha hecho un esfuerzo por aceptarme y a mis amigos, hasta le pidió a Ade que se quedara aquí mientras ella regresa de su viaje y sabía muy bien que mi amiga no dormiría en el sofá.
Ahí está esa sonrisita otra vez. ¿No quiero saber qué se trae? Pero sospecho que no es nada bueno.
—¿Café? —me pregunta alzando la cafetera—... princesa.
Ay, no. Mátenme. No, no, ¡no!
¡Esto es su culpa!
"¿Nuestra por qué?"
¡Porque yo sé que no fui yo a la que se le ocurrió el sobrenombre!
—Déjalo ahí, ya me lo sirvo —le respondo haciéndome la estúpida. Yo no escuché nada de eso, no.
—¡Oooh! —dice haciendo un falso puchero, todo para continuar la maldita broma—, ¿está enojada... la princesa?
—Cállate y toma tu café..., idiota.
—¡Hey!, no es mi culpa que balbucearas toda la noche y no me dejaras dormir. Yo solo estoy siguiendo tu petición —me explica con el borde de la taza pegada en sus labios, sopla un poco y bebe un sorbo—... princesa.
—Basta, no hablaba contigo.
—No sabía que eras tan dulce, Yulia. Mucho menos que fueses tan pasiva.
—No-soy-pasiva.
"Sí que lo somos, lo de ayer fue un milagro".
—Tuve un sueño y no se pueden controlar los sueños, así que olvídate de lo que escuchaste y...
—Princesa, no le veo nada malo a que disfrutes de tu pasividad. Es más, acéptalo, déjalo fluir, siéntete orgullosa —me dice con un gesto gustoso en las manos. Quiero matarla—. Mira que el muerde almohadas es tan importante como el sopla cuellos.
—¡Yo no muerdo la almohada!
—Dios, ya me imagino a Lena quitándote el vestido pomposo de color rosa y lanzándote a la cama... —Se detiene subiendo los ojos al techo para regresarlos a mí un par de segundos después con curiosidad—. Dime algo, ¿tus calzones también son rosados?
—¡Aj, odio esa palabra y ya cállate! Para que sepas la que tenía puesto el strapon era yo.
—Uy, que activa. Perdón..., princesa.
"No se le va a olvidar de molestarnos nunca".
Las culpo. Ustedes son las responsables de que nos digan princesa el resto de nuestras vidas.
"A mí me gusta que nos digan princesa".
"Así que fuiste tú".
¡Niña insoportable y el resto que no hizo nada para detenerla! Ya está, tienen prohibido ocupar mis sueños.
"Nuestros sueños, querrás decir".
¡Nuestros mi trasero! Míos, como este cuerpo, mío y solo mío...
—Lo siento —me dice Ade, haciéndome caer en cuenta de que me desconecté totalmente por pelear conmigo misma. Vuelvo a concentrarme en ella dejando a las voces de lado. La sonrisa burlona que tenía ya no está—. No quería... recordarte a...
A Lena...
Pero eso es imposible. La pienso todo el tiempo, está conmigo cada minuto.
—No te preocupes, no es malo que la tenga presente —menciono queriendo consolarla, quitarle la culpa que de repente sintió por el exceso de su broma.
Ade baja la mirada a la mesa, no a las tostadas o al queso, ni siquiera a su taza de café. Se pierde en las vetas de la madera, guardándose algo que no me quiere decir. Yo tampoco quiero que lo diga, porque es parte de los pensamientos constantes que me rondan con respecto a ella. Las posibilidades de que regrese con vida después de un secuestro son cada vez menores según las estadísticas.
—Ya son veinte días —me comenta.
La escucho decir esas palabras y suenan tan pesadas. Son veinte días, ¡veinte! A estas alturas Marina ya estaba de regreso en una bolsa de CSI y esa una imagen que no puedo permitirme tener de Lena.
—Va a volver, Ade.
Ella levanta su vista, sus ojos acuosos se fijan en mí y asiente con poco convencimiento, pero con ganas de darme la razón.
Elena Katina es una de esas personas, ¿saben?
De esas que apenas las conoces se te lanzan adentro y se quedan allí. Puede ser odio o desprecio como yo sentí al principio; puede ser amor o cariño como el de Ade.
Tuvieron una amistad tan fugaz, sin embargo a mi amiga le ha afectado mucho el pasar de los días. Definitivamente no ha ayudado el que le haya contado esa parte de la historia que no mucha gente conoce de mi novia, el hacerla parte de esta locura. Es injusto, inaceptable, pero yo ya no daba más. Necesitaba soltarme, confesar mis miedos, mis dudas, llorar libremente en los brazos de alguien que me entendiera.
Fui egoísta. Ade no merecía tanto estrés.
—¿Le hablarás al papá de Lena sobre el viaje? —me pregunta iniciando el tema que debíamos tratar.
—No, ya no es necesario. No viajaremos a Akmola y los Katin ya tienen bastante con tratar de recuperar a sus hijos.
—No te asusta que sigan a doña Ksenia hasta San Petersburgo?
—No creo que lo hagan. No tienen razón para sospechar que buscas información sobre su pasado y Alenka.
—Es verdad, la carta de la universidad lo aclara.
—Exacto —le confirmo, mas no la veo convencida. Comienzo a dudar si involucrarla más es una buena idea. Lena es mi novia, ella mi amiga. Si alguien tiene que hacer esto soy yo.
—Deberíamos pensar en donde vamos a quedarnos cuando lleguemos a la ciudad. Podría ser cualquier hotel del centro —me dice volviendo al plan.
—Ade... no deberías ir.
—Olvídalo, Yulia. Voy y me entrevistaré con esa señora, averiguaré la información que nos falta para entender qué podría querer su papá raptándola y la encontraremos.
"Suena a ti hace unas semanas".
"Sí, cuando hablabas con Lena y le decías que no la dejarías ir sola a verse con su papá".
"Solo que esta vez estás del otro lado".
Y por eso mismo entiendo lo que Lena hizo al marcharse sin mí. Decidió dejarme atrás para protegerme, para evitarme el adentrarme más en un problema que no me pertenecía y en el cual ella me metió sin querer con su confesión en ese diario.
—No estás sola en esto, Yulia. Encontraremos la forma de traer a tu príncipe de vuelta para que pueda llamarte princesa.
Sonrío apenas con el comentario. Ade lo intenta, le pesa la situación, pero quiere verme con ánimos. ¿Qué sería de mí ahora sin ella?
—¿En serio llevabas tú el strap?
—Deja mi sueño en paz, ¿quieres?
—Ya —hace un gesto de cerrar su boca como si tuviese un cierre, pero la abre de todas formas—... princesa.
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El Diario
FanficQuizá sea la única persona que te entienda, que te conoce en realidad, aunque tú no lo creas. Déjame darte una mano en esta ocasión, no necesitas hacerlo todo en soledad, no hace falta. Y, antes de que te enojes por el hecho de que te tomé fotos esa...