Conocer a una persona por varios frentes es algo complicado. Me refiero a que ella se presenta a nosotros de una forma tan... no sé, dulce, amigable y clara, que no te imaginas que tiene tanto bagaje por detrás.
Y no hablo de su trasero, que es súper lindo y todo —le queda muy bien junto con sus caderas—, pero seamos realistas, yo tengo más bagaje que Lena en esa área y en la frontal mucho más.
No puedo sacarme el beso del viernes de la mente, se siente tan lejano y solo han pasado tres días. Lo mismo me sucede con lo que he descubierto leyendo su diario, es un mes desde que lo encontré, pero parece como si fueran seis.
Lena ya no solo me intriga, me gusta mirarla, escuchar su risa, disfruto de su contacto, de prestarle mi hombro, de compartir nuestro tiempo, de hablar. El misterio que la envuelve me fascina y no es por lo que leo, es por lo poco que me ha confiado; me da pistas de quién es como un pescador cuando suelta el anzuelo y yo me acerco a él con cada movimiento del agua. Ella también se arriesga, cada vez se permite ser más vulnerable conmigo. Pero ¿qué significa?, ¿por qué ahora? Me pone a pensar que podría haber algo más.
Escucho a Nastya y sigo la conversación ligeramente, me llama más la atención esa pelirroja que en realidad es Polaca —Alienka, vamos, no se necesita un genio—, va haciendo fila veinte minutos en el cafetín y no compra nada, no se ha acercado a nuestra mesa y sigue evadiéndome desde la primera clase.
No entiendo qué fue lo que la molestó, ¿que no le gritara?, ¿que le dijera que su idea me parecía buena?, ¿o que le preguntara tan abiertamente por la salud de Leo? Porque si fue eso, no lo vuelvo a mencionar y ya, no es como si me hiciera falta saber de su romance o escuchar sus «princesa» y «meu amor».
—Voy a ver si Lena necesita ayuda decidiendo qué comprar de almuerzo —me dice Nastya, levantándose de su asiento.
—¡Cómprale un chupete, eso seguro le gusta! —añado. Lena me escucha y me voltea la cara. Eso, otra de las cosas que no le gustan, que la incomode con insinuaciones sexuales. Mal por ella, es una de las que más disfruto.
Bueno, pueden almorzar solas. Yo necesito hacer una parada en el baño antes de que suene el timbre y se llene de mocosas. Le doy la última mordida a mi emparedado—estuvo rico— y me dirijo al tocador del primer piso.
Suerte la mía. Me detengo ante la adorable visión de Aleksey y su palo de novia, besándose arrimados a su casillero. Es tan delgada. Dios, ¿cómo no se rompe?... No, no quiero pensar en eso o en qué posiciones lo hacen, no me interesa. Esquivo la columna de la entrada y subo al del segundo piso.
Pero ya, hablando en serio, ¿cómo puede gustarle alguien que no tiene atributos de donde agarrarse? Hmm, yo misma puedo responderme eso, Aleksey no tenía ninguno, ni atrás, ni adelante; no uno que de gusto agarrar, pero su delgado cabello era suave. Digamos que intercambié placeres.
¿Por qué sigo recordando el sexo con Alyósha? Tampoco era taaan bueno. No que tuviera algo con qué compararlo. ¡Ya está! Aleksey y Tanya son el uno para el otro. Ahora, a pensar en alguien que importe.
Me pregunto si tener de que agarrarse es de las cosas que más disfruta Lena de estar con el mastodonte. Él tiene mucho de donde agarrar y ella no se queda atrás. Tiene un lindo cuerpo y en bikini se ve tan bien...
Desnuda debe ser el triple de linda. ¡Dios, Lena desnuda!... ¿Cómo serán sus lolas, el color de sus pezones, el tamaño de sus aureolas...? Deben ser... muy lindas.
—Me estoy yendo a la mierda —pienso en voz alta, apoyando mis manos en el lavamanos de este solitario baño.
"Quisiera verla desnuda", mi mente vuelve a divagar. "No, desnudarla yo misma. Besarla como esa noche y quitarle la ropa".
¡Que nadie me culpe, soy adolescente y le tengo ganas, le tengo muchas ganas en estos días!
Escucho a alguien afuera de la puerta, pero no distingo... Espera, son ellas.
—No entiendo, Lena. Si el problema es Yulia, habla con ella.
¿Yo? ¿Qué problema tiene conmigo?
—¡No puedo hablar con Yulia!
—Si me dijeras qué es lo que pasó podría ayudarte, yo la conozco mejor que nadie.
—¡Aj, está bien! Pero no puedes contarle a nadie, ven —le dice y oigo la puerta abrirse.
Entro a la cabina que tiene colgado el letrero de mantenimiento y la cierro con seguro, bajo la tapa y me siento subiendo los pies a la pared para no ser vista. Es hora de saber qué le pasa y ya escuché que tiene que ver conmigo.
—Okey. —Lena abre las puertas de los cubículos contiguos, asegurándose de que estén solas y respira ampliamente—. Es porque me llamó Lenoska en la clase de actuación.
—¿Lenoska?
¡¿Lenoska?! ¿Es por eso?
—¿No crees que exageras? Es un bonito apodo.
—Sí, lo es, y me gusta que me llame así, no me mal interpretes...
—¿Entonces, qué sucede?
—Sucede que... —Suspira—. Mierda...
—Lena..., amm, si te sucede «mierda» estamos en un buen lugar para eso, pero preferiría no estar aquí.
No puedo, Nastya, maldición, no me provoques reír.
—¡No me sucede mierda, Nastya!
—¿Pipí?
¡Me delato, me delato! Me cubro la boca con la mano, no puedo. Te amo, Nastya. Debería estar aquí oficialmente para poder molestarla a futuro con esta conversación.
—¡Nastya!
—¡Ay, bueno! ¿Qué sucede?
—Sucede que...
—¿Seguro que no es mierda? Porque puedo volver en un rato... —le insiste y puedo imaginar la cara que Lena le está poniendo—. Ya, ya, me callo.
—¿Ya, seguro?
—Sí, habla.
Escucho otro suspiro y estoy por soltar una risa, pero me la aguanto.
—¿Recuerdas que te mencioné que suelo tener sueños recurrentes?
—Sip, ¿qué con eso?
—Bueno, emm... Okey, uno de ellos es... pues...
¡Habla, Lena!
—Es que me beso con Yulia.
¡¿Qué?!
—¿Te besas con Yulia en sueños? —le pregunta Nastya, divertida—, lo sabía, no solo es Yulia.
¡Nastya!
—¿No solo es Yulia qué?
—¿Qué, qué tiene que ver que te llame Lenoska con tus sueños? —pregunta volviendo al tema importante. Bien darling, no quería matarte y decorar con tu sangre las paredes de la casa embrujada de Halloween.
—Ah, sí... eso. Pues, el viernes, después del club, Yulia durmió en mi casa.
—Ajá.
—Y bueno yo tuve ese sueño en el que nos besamos.
—Ajá... Sigo sin entender.
¡Oh, por Dios! ¡¿Creía que era un sueño?!
—Que en este sueño en particular ella me llamó Lenoska y yo le hice una broma y luego le dije que me moría por besarla y...
—Se besaron.
—¡Sí!
—Y ahora crees que de verdad se besaron, no solo en sueños.
—¡Sí! ¿Entiendes? Besé a Yulia. ¡Estaba borracha y besé a Yulia!
—¿Y estás segura, segurísima de que eso pasó?
—Hmm... No, no lo estoy. Pero esa noche, en ese sueño, fue la primera vez que Yulia me llamaba Lenoska, usualmente me dice Katina y esta vez fue Lenoska y nadie en la vida me dice Lenoska... Estoy muerta.
—No creo que a Yulia le haya molestado —le asegura y solo espero que no le vaya a decir nada más—, digo, sobre el beso, tal vez ni se acuerda.
Claro que me acuerdo.
—¿Tú crees? Estábamos borrachas y nos besamos. No tiene por qué ser la gran cosa, ¿o sí?
¡Fue la gran cosa!
—No, no. No quiero que piense que me estoy haciendo la loca con esto —Lena se retracta y qué bueno, porque fue importante, increíble e importante.
—¿Por qué te molesta tanto lo que Yulia piense? ¿Te incomoda a ti?
—Sí, digo, no... ¡Aj!, me refiero a que nos estamos haciendo amigas y no quiero que ella crea que la usé estando borracha o que no me gustó, porque me gustó y mucho, de verdad, el mejor beso que he tenido y he tenido algunos muy buenos.
—¿Con Leo?
—Más con Marina, pero ¿me entiendes, no?
Así que Marina. Le gusta más la rubia. No recuerdo haberme fijado si estaba agarrable o no cuando la vi.
—Habla con ella.
—¡No! No, no, no, no, no. Nop, negado.
—¿Por qué no?
Sí, Katina, ¿por qué no?
—Porque... como se lo digo: «Ah, mira Yulia, la otra noche fue genial, espectacular, pero la verdad es que mi vida es complicada y bueno, fue un delicioso beso, varios, pero... ¿amigas?» —dice con una voz fingida más cantada de la que yo uso para molestarla—. No puedo decirle eso, Nastya. Me matará.
—Entonces no le digas nada.
—¡Pero va a creer que no me gustó o que estoy haciéndome la estúpida! Yo creería eso si me beso de esa forma con alguien y no se vuelve a hablar del tema.
—¿Y por qué quieres que sepa que te gustó? —le pregunta algo que yo también quiero saber. Gracias, Nastya—. ¿Piensas volver a besarla?
—Amm... este...
¡Duda, Lena duda! ¡Quiere volver a besarme!
—Me da la idea de que sí. Ya sabes, porque fue un buen beso y es lindo repetir las cosas buenas de la vida —dice Nastya.
—No, no quiero volver a besarla.
¡Aj, con la indecisión!
—¿Segurísima?
Suspira otra vez y piensa, este tema le pesa. Tan linda. Quiere besarme pero no quiere aceptarlo. Está igual que yo.
—Quiero ser su amiga, nada más. No estoy lista para una relación, ni ahora, ni pronto. Quiero su amistad.
—Así como Marina y Leo.
—Algo así. Menos íntimo... creo. No, sí, estoy segura. Su amistad, eso es todo.
Maldición...
—Bueno, ya lo sabes y lo tienes en cuenta. Si vuelves a estar en esa posición con ella, ya sabes qué decirle.
Genial y tan bien que habíamos empezado esta charla.
—Trata de tranquilizarte, Lena. Si el beso hubiese sido importante para Yulia, ya te lo habría dicho.
—Tienes razón. Yulia no se queda con nada adentro.
—No, ¿ves? Todo está bien.
—Okey, gracias Nastya. De verdad, gracias.
Escucho un abrazo y unas risitas de mi amiga, unos segundos después suena la puerta cerrándose y sus voces se alejan.
Bien, quedó clarísimo. Mientras yo me muero por quitarle la ropa, verla desnuda y repetir esa increíble sesión de besos —en la que fui excelente, por cierto—, ella no quiere volver a tocar mis labios.
Por lo menos sé que no lo olvidó.
¡¿Por qué tenía que gustarme Lena?! ¿Por qué? ¿Por qué dejé que pasara?
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El Diario
FanficQuizá sea la única persona que te entienda, que te conoce en realidad, aunque tú no lo creas. Déjame darte una mano en esta ocasión, no necesitas hacerlo todo en soledad, no hace falta. Y, antes de que te enojes por el hecho de que te tomé fotos esa...