Cap. 10

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Un mes después

Anel

Tomás y yo fuimos al gimnasio.
A mí me encantaba hacer ejercicio y una forma de despejar la mente era practicándolo. Me metía en mi burbuja y durante esa hora u hora y media mi cabeza no pensaba en otra cosa que en fortalecer el cuerpo.
Ya teníamos un rutina Tomás y yo.
Pesas, cinta de correr, tabla de abdominales y boxeo.
Pero ese día Tomás durante toda la rutina estuvo raro y eso me preocupaba, ya que tenía mis ligeras sospechas pero tampoco estaba seguro del todo. Y yo no me atreví a preguntárselo hasta llegar al boxeo, donde parecía algo distraído.

- Llevas todo el dia raro.
¿ Estás bien ? -

- Si... Bueno no... Es difícil de explicar.
Mejor concéntrate en mis puños -

Pero yo seguía con la duda, su cuerpo estaba más sudado de lo normal, a la luz del gimnasio parecía mantequilla.
Pero no fue hasta que me caí de morros dándole la espalda cuando vi lo que le ocurría con claridad. Sus ojos al verme con la cadera alzada se había dilatado. Ahora parecía una bestia fuera de control.
Se relamió los labios, se quitó los guantes y se acercó con rapidez.

- ¡ Tomás tío estás en celo ! - grité alterado - ¡¿ Por qué no me has dicho que estabas en celo ?! -

Al muy estúpido le había llegado el celo y en vez de marcharse se había quedado. Me separé todo lo que pude de él hasta chocar con la pared. El me acorraló contra su cuerpo.

- Hueles muy bien Anel... Necesito besarte... Dios, tengo mucho calor aquí y... Quiero comerte... -

Mis nervios crecieron.

- Toma aire... Y cierra los ojos -
El hizo lo que le dije, salí de entre sus brazos y en menos de 5 segundos ya le había tirado una botella de agua congelada de la nevera del gimnasio encima.
Y pareció volver en sí, pero no me quería arriesgar.

- Toma tus cosas que nos vamos pero ya - ordené.

- ¿ Y la ducha ? - dijo burlón.

Lo asesine con la mirada.

- Ya te la das en el apartamento -

Tiré de él hasta los apartamentos y una vez allí lo encerré en el baño.

- ¡ Agua fría ya ! -

Corté el calentador.
No quería que se calentará mas de lo que estaba.
Entre a nuestra habitación y busque por su armario y neceseres las pastillas supresoras

- Mierda, ¿ y las pastillas ? - me pregunte.

Corrí hacia el baño.

- ¿  Donde tienes las coño pastillas ? - grité desde afuera.

- Están en... ¡ Ahh ! El cajón de... ¡ Aahh ! ¡ Al lado de la cama ! -

Gemidos se colaron en la frase.
Se estaba masturbando.
Corrí a la habitación de vuelta y saqué las pastillas, pero no me fijé en que mas había.
Intenté abrir el balón pero fue imposible, tenía el pestillo puesto.

- ¡ Te dejo aquí afuera las pastillas ! -
- ¡ No ! - oí el seguro ser quitado con rapidez - ¡ pasa y déjalas aquí ! -

Me dió miedo entrar, pero cogí aire y lo hice. Maldita inocencia... ya que al hacerlo caí en la trampa que la araña había estado tejiendo durante todo este rato. Todo estaba nublado de vaho.
¿ Pero cómo si he cortado el calentador ? Debía ser que estaba tan caliente que el contraste hizo todo este vaho.

No veía a Tomás por ningún lado y eso me asustó, ya que encima el baño era pequeño, pero el vaho era denso. Dejé las pastillas en el lavabo y me di la vuelta rápidamente pero al intentar salir Tomás tapaba la salida con su fornido cuerpo del cual me estaba deleitando sin darme cuenta.
Sacudí la cabeza y me centre. Ahora mismo estaba en peligro.

Un Omega PeculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora