Cap. 30

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Anel

Me levanté temprano.Era sábado por lo que no tenía clases, pero si tenía que ir por la tarde a relevar a Mario en recepción.

Me levanté con pesadez y al llegar a la cocina allí estaba Leo.Iba vestido con el uniforme policial.Se ajustaba a su definida figura bien formada y fuerte.

Se dió la vuelta y ambos nos quedamos mirando fijamente.

Desvié la mirada y solo me pude sonrojar al recordar la noche anterior.

- Buenos días - dije apenado.

- Buenos días -

Ambos nos sentamos a la mesa.

El para tomar un café y yo para tomar cereales con leche.

Abrí el armario y los cereales estaban arriba de todo.

- Mierda, no llego... - me susurre para mi.

Pero Leo pareció oírlo ya que se situó a mi lado y alcanzó la caja.

- Toma -

La cogí sin mirarle a los ojos, pero de reojo pude ver que ambos teníamos un leve sonrojo en las mejillas.

La cosa estaba incómoda y todo por un estúpido beso.

- Llegarás tarde si sigues ahí parado - le comenté.

Miró su reloj y pareció alarmarse.

- ¡ Mierda es verdad ! Nos vemos a la tarde -

Salió de la cocina corriendo sin siquiera terminarse su café.

Negué con la cabeza.

Cogí su taza y pareció hipnotizarme.

Me aseguré de que Leo ya no estaba en casa y acerqué la taza a mis labios, justo donde estaba sus marcas de labios pero de pronto la puerta de la entrada se abrió y tuve que dejar la taza rápidamente en la encimera de vuelta.

- Me olvidaba los papeles -

Se acercó a coger unos papeles de un cajón y yo me puse nervioso.

- Ahora sí nos vemos -

Volvió a salir corriendo.

Mierda lo debió de ver.

Acerqué un trapo y me limpié los labios, estos estaban oscuros por el café y por como me miro mientras cogía los papeles yo creo que se dió cuenta.

Caminé hasta el salón y allí estuve viendo la televisión hasta que tocó la hora de irse.

Me prerare un sandwich y a la que caminaba en direccion a la comisaria me lo comí.

- ¡ Buenos tardes Mario ! - grité en recepción ganándome solo las miradas curiosas de los Betas que estaban allí.

- Perdón, me confundí de personas -

Decidí ir a los vestuarios a cambiarme, pero me extrañé por no haber visto a Mario.

Abrí la puerta y no me creí lo que veía.

- Más... Leo, más... -

Leo estaba empotrando a Mario contra los casilleros, provocado un sonido metálico de la espalda de Mario contra estos y un sonido obsceno entre sus pieles sudadas haciendo que ninguno se fijara en mi presencia hasta que mi aroma algo molesto llegó a ambos.

- ¡ Anel joder ! - gritó Mario.

Ambos se separaron.

Leo se abrochó el pantalón ocultando su virilidad y Mario corrió a buscar su ropa, la cual estaba esparcida por ahí.

Un Omega PeculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora