A BORDO

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— ¡Te dije que te quedaras en tu habitación! ¡¿Sabes el riesgo en el que te has puesto?!

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— ¡Te dije que te quedaras en tu habitación! ¡¿Sabes el riesgo en el que te has puesto?!

—Abuela, esos hombres ya se fueron, además... ¡no creo que sean tan peligrosos si venden telas!

—River Parker, por una vez en tu vida escucha a tu abuela, estos hombres no son cualquiera, desde hace cientos de años han estado por generaciones en el caribe, tu... tú no sabes lo que acabas de hacer, Christopher Willmont es uno de los hombres más conocidos en el bajo mundo, tiene una forma de pensar muy extraña...

—Yo jamás había escuchado su nombre...— dijo mirando a su abuela algo cansada.

—Pues claro, porque tu solo eres la señorita beneficencia, deberías pasarte por la biblioteca y buscar información sobre la familia Willmont. En fin. Solamente me queda una opción, llamaré a Richard para que venga por ti...

— ¡¿Qué?! Abuela mi padre está de excursión en el Amazonas, ¿Cómo se supone que llegará de un día a otro? Y ni pienses en mi madre, desde que se fue a París con Dita no tiene tiempo de nada.

—Pero aquí ya no es un lugar seguro.

—Abuela por Dios, el hombre solo me miró...

—Dijo que era cuestión de tiempo, yo... yo lo conozco, por ello no quería recurrir nunca a ellos.

—Tranquila, todo estará bien, puedo ir a dormir al refugio de inmigrantes, el sacerdote no tiene ningún problema, así estarás tranquila.

—No es una mala idea, solo sería por esta noche, si no pasa nada hoy... no pasará nada y solo me estaré ahogando en un vaso de agua. Pero por supuesto irán contigo tus mucamas.

— ¡Bien! Si así te quedas tranquila por mí está perfecto.

River les explicó la situación a ambas y a duras penas aceptaron, después el chofer de Charloth las envió a la colonia de inmigrantes, ya pasaban las doce de la noche y el sacerdote no había tenido problema en dejarlas, aunque un poco renuente prefirió dejarlas dormir dentro de la catedral.

La noche rodeada por velas en sacos de dormir dentro de la iglesia era algo nuevo, Elizabeth y Megan ya se habían dormido, pero River no, no entendía por qué su abuela estaba tan aterrorizada por ese hombre, y pensando en lo mismo pasaron más de tres horas, pero ella no podía dormir. Abrió los ojos desesperada y se paró para caminar por la catedral, la pijama que llevaba era un pantalón blanco y una blusa de tirantes blanca de ceda, piezas perfectas para no sufrir por el calor de la noche que proporcionaba la Isla Verona.

Después un poco curiosa subió por la torre al campanario, y al abrir la puertecita no pudo evitar casi ahogarse con el fuerte aire de la noche, pues estaba a una gran altura. Y cuando estaba a punto de reflexionar sobre las cosas de su vida, un grito a la lejanía la sacó de su propio drama. Bajó la mirada e intentó enfocar en la colonia de inmigrantes y fue casi imposible no darse cuenta de que había un incendio, de inmediato quiso bajar, por su mente lo único que pasaba era que había sido un accidente, así que cuando regresó al primer piso de la catedral despertó a sus mucamas.

Cuando se trata de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora