MIRADAS PODEROSAS

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—Si hemos acabado, ¿me puedo retirar con mis

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—Si hemos acabado, ¿me puedo retirar con mis... amigas?

—No hemos acabado, pero... si tienes tanto miedo, y sé perfectamente que ellas son tus mucamas. A mí no me puedes mentir.

— ¿Miedo? Yo no te tengo miedo, no soy una maldita cobarde, ¿Quieres que me quede? ¡Perfecto! ¿Porque quería preguntarle el por qué secuestró a toda esa gente inmigrante...?— Preguntó River esta vez enojada, pero él solo sonrió, miró el suelo y negó.

— ¿Secuestro? Creo que la única secuestrada aquí eres tú, ¡Ahhh! No... tampoco tenías idea de que tu abuela fue la que me pidió que te trajera a mi Ferri. —Y fue ahí que River se sintió pequeña, su última salvación era su abuela y ahora se sentía traicionada. — ¡ohh! pobre River...la rebelde nieta a la cual no aguantan más y han preferido deshacerse de ella. — le dijo mientras caminaba a alrededor de ella con los brazos cruzados, realmente River se sentía perdida. —Era claro que sus papás solo querían una sola hija, a la perfecta Dita Parker... ¿Dónde está ella? Ahhh sí, está con su madre en París, mientras que a River... Ahhh si, ¡Échenla al mar, tal vez él si la aguante!—Christopher se dio cuenta que los ojos de River estaban llenos de lágrimas, ella no sollozaba por pena, pero ya era muy tarde, él sonreía de lado y de un momento a otro se acercaba a ella, el Capitán acarició su mejilla limpiando sus lágrimas y acercó su cara a la suya, había logrado que el gato escondiera las garras y metiera el rabo ya ahora estaba completamente seguro de que ella no lo tacaría.

— Shhhh, te diré algo cariño... a veces no es tan malo ser la oveja negra de la familia, solo mírame... He rescatado a cientos de inmigrantes de esa Isla para llevarlos a su lugar de origen, y sí tuve el placer de asesinar a un sacerdote, a uno falso que los había vendido como esclavos, ¿y qué crees? Aun así hay ciertas personas que me tachan se secuestrador sin darse cuenta la gran labor que acabo de hacer. —Todo esto se lo había dicho casi en un susurro sin alejarse de ella, River aún tenía el camino que habían dejado las lágrimas por su rostro y ahora lo miraba impresionaba por todo aquello que él le había revelado. Él se puso serio y subiendo sus manos acarició sus brazos y la miró extrañado. —Estás helada... — le dijo con expresión preocupada, algo que a ella le extrañó, había dejado de ser un odioso ser de un segundo a otro y ahora se estaba tomando su gabardina del armario de al lado y se lo ponía en los hombros, solo que claro a ella le quedaba gigante, entonces Christopher bajó la miraba y notó que ella no tenía zapatos. —Mierda, estás descalza...

—Yo, si bueno... ustedes no me dieron tiempo de pasar por mis...— pero antes de que ella terminara de dar sus explicaciones ya estaba siendo cargada por Christopher...— ¿pero qué hace?

— ¿Nunca te enseñaron tus padres que no debes ir descalza? Podrías enfermarte o lastimarte con algo, solo... calla, te llevaré de tu habitación. —Así que con un movimiento abrió su puerta y salió con River en brazos, la escena para todos los del sexto piso que veían a su capitán con River envuelta en su gabardina y en sus brazos era graciosa pues, no estaban acostumbrados a ver de ese modo a su capitán. Él cruzó todos los pasillos hasta llegar al are de las habitaciones, y al llegar a una puerta roja la abrió y entrando se encaminó hasta la cama y dejó a River ahí sentada, después se regresó a cerrar la puerta y miró rápidamente a River.—No te muevas de ahí, — le ordenó de una forma muy fría y River miró como él se acercaba al armario gigante que tenía a un lado, lo miró sacar varias prendas de ropa, un pantalón de mezclilla, una camisa blanca y unas botas cafés... después regresó junto a ella y dejó todo aquello en la cama. Ella no sabía cómo actuar, lo único que esperaba era que él se fuera para que pudiera cambiarse.

— ¡Esa es mi ropa!

—Tu abuela envió tu equipaje desde ayer, ahora... quédate quieta, — le dijo lleno de seriedad acercando sus manos al pijama para quitarla.

— ¡Hey! ¿Qué crees que haces? Si te vas me puedo cambiar yo misma... —Pero al levantar la mirada y chocar con sus ojos grises se volvió a hacer pequeña y miró al otro lado, no soportaba su mirada.

—Mi Ferri, mis reglas, ahora quédate quieta y cierra la boca. —Dijo orgulloso al darse cuenta del poder que tenía sobre ella con una sola mirada, y claro a él le encantaba ver su versión tranquila con puchero integrado, en él ocasionaba una cierta molestia, no entendía por qué en vez de aborrecerla la quería proteger, pero todo esto sin decir una sola palabra.

Rápidamente y con gesto calculado comenzó a desnudarla, ¡ella quería que se la comiera la tierra! No podía evitar no estar sonrojada cuando él le quitó la parte de arriba del pijama y después la parte de abajo, ¡Eso jamás se había visto en ningún hombre! No lo estaba haciendo con morbo, él solo la estaba cambiando y estaba concentrado en ello, después River lo miró tomar la camisa.

—Bien, mete un brazo...—ella obediente y sin decir nada se dejó vestir y mirando su cara discretamente quedó maravillada de las finuras de su rostros, sus ojos grises mostraban un gesto serio mientras se concentraban en vestirla con calma, como si él la conociera desde hace años. —Ahora el otro... —metió el otro brazo y miró de nuevo a otro lado cuando el comenzó a cerrar los botones, no veía pero sabía que él la estaba mirando y el sentimiento que le causaba era incómodo y extrañamente placentero. —No es tan difícil obedecer ¿no? —Le dijo tranquilo con una sonrisa de lado y ahora tomó el pantalón, —pierna... —le ordenó y ella de inmediato la metió, — la otra... bien, ponte de pie, pero no pises el suelo... pisa mis botas. —Ella sin poder acostumbrarse a sus extrañas ordenes obedeció, bajó las piernas y pisó las botas de Christopher, ahora ambos estaban frente a frente y muy cerca, pero él siguió con lo que hacía, bajó sus manos hasta tomar los pantalones que aun River tenía abajo y despacio los comenzó a subir por sus piernas hasta llevarlos a su cintura, y esta vez la rodeó con sus brazos para acomodárselos por la parte de atrás, River carraspeó un poco incomoda, y como cereza del pastel él paseó sus dedos por la orilla del pantalón hasta llegar a la cremallera, y jalando ambas partes tomó delicadamente el cierre y lo cerró despacio para después abrochar el botón. —Siéntate... —volvió a ordenarle y regresando a uno de los cajones sacó unos calcetines blancos, regresó hasta ella y se hincó, levantó una de sus piernas y tomando uno de sus pies comenzó a vestirlo para después hacer lo mismo con el otro, rápido tomó las botas cafés que había elegido del armario y se las puso. Se paró finalmente y le tendió una mano para que ella se pusiera de pie.

—Si quieres evitar todo esto, más te vale no andar descalza por el Ferri, créeme, no me molesta repetirlo. — dijo con una exasperante tranquilidad y la miró. — ¿Los ratones te comieron la lengua, amor?

 — ¿Los ratones te comieron la lengua, amor?

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Cuando se trata de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora