Capítulo 126

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Cuando Unai y yo salimos del hospital, unas horas después,  una densa niebla lo tapaba todo. La brisa fresca nocturna parecía estar realmente interesada en golpear mis mejillas, haciendo que entrecerrase los ojos. Unai no caminaba muy lejos de mí,  y cada tanto se giraba para asegurarse de que le seguía. Desde que salimos del hospital no dijo nada más, parece molesto... pero no soy yo la que tiene que disculparse. Bueno, él tampoco, son cosas que pasan, ¿no?

-Alexandra- anuncia él,  poniendo su mano en mi hombro- espérame aquí, voy a por el coche.

Asiento y me pego todo lo posible a la pared que hay a mi espalda, la cual creo que hace un rato no estaba ahí. La niebla me confunde. Podrían estar matando a una persona a siete pasos de mí, que si no grita, yo no me entero. Impotencia, eso es lo que me transmite este grueso velo.

-Rubia...- susurra alguien,  para cuando quiero responder ya me hallo con la boca tapada entre un cuerpo y la pared que hace unos instantes me pareció segura.- Shhh, no grites, ¿ok? -asiento.

Los latidos del corazón me martillean en la frente. Apenas lo he visto he sido capaz de diferenciarlo. Es el chico ese... no recuerdo su nombre... ah sí,  Damián.

-Necesito que me ayudes, ven conmigo.

-Y Unai está...

-No tardaremos nada.

Su mano rodea la mía mucho antes de que pueda afirmar. Nuevamente me siento arrastrada por la niebla, sin ser consciente del destino ni las calles que cruzamos para llegar a él. La mano de Damián tiembla como una hoja y suda... pero es reconfortante. Por una vez me siento como una adulta que puede ayudar a alguien.

Sin poder evitarlo se me escapa una sonrisa.

-¿En qué quieres que te ayude?

-Quiero que convenzas a unos amigos de la dejen.

"Otros drogodependientes", pienso automáticamente. Soy incapaz de pensar cuanto tiempo lleva Damián en esto. Tiene quince años... es joven para toda esa mierda. ¿En qué demonios estaría pensando al meterse en todo esto?

No intenté entablar conversación en lo que quedaba de camino. Centré mi atención en los edificios que aparecían y desaparecían a mi alrededor, a ver si conseguía ubicarme. Con tanta niebla me fue imposible.

Llegados a un punto, Damián aumentó la velocidad de sus pasos y me costaba seguirle. Cuando se detuvo, ya era tarde para dar vuelta atrás.  No lo comprendí hasta que su mano soltó la mia. Ver a aquella mujer sentada en las escaleras de la fundación, me hizo recapacita... ¿cómo demonios habia podido ser tan tonta para seguirle?

De nuevo aquí y la sensación de que será la última me invade. Nadie puede ver nada, nadie vendrá a salvarme. Damián... me ha traicionado.

-Aquí tienes a la rubia- dice él,  apartándose-. Déjala libre.

-Está en la guarida.- Responde Marga, sin intención de levantarse.- Ve a por ella.

Miro a Damián en busca de una explicación pero evade mi mirada. Debí haberlo pensado antes de seguirle hasta la boca del lobo.

-Deja de sonreir, rubita- escupe Marga, levantándose.

Veo a Damián desaparecer por el callejón. Va corriendo en busca de algo. Resulta irónico que al final le resultase de ayuda... pero no para lo que yo pensaba.

-¿Que quieres de mí?

-Todo esto es tu puta culpa y la del poli ese de media hostia.- Marga gesticuliza demasiado,  presiento que en cualquier momento me golpeará. Aún recuerdo la tranquilidad del dolor. Es una sensación que no olvidaré.- Él hizo que me echaran del trabajo y ahora no tengo donde vivir. ¡Todo es culpa tuya!

Frunzo el ceño intentando recordar si conozco a la chica pero... no me suena. En absoluto.

-Y fijo que tu memoria de mierda no me reconoce. ¿Pero sabes qué?  Yo a ti sí. ¿Quién no lo haría?  Tu cara grita Alexandra Grahams y problemas.

-¿Quién eres?

-¿Qué quién soy?- sus alaridos se clavan en me mente haciendo que tense la mandíbula de dolor.- Soy la profesora que os acompañó a la excursión del campo de hace años. Si te h hubieras limitado a socializar todo esto no habria pasado. Pero claro como tu madre se ha muerto pues los demás no merece...

No dejo que acabe la palabra. Me lanzo sobre ella y la estampo contra la pared. Desconocía la fuerza que empleo para levantarla del suelo, con la mano en su cuello. Permanezco impasible cuando intenta removerse puesto que es incapaz de respirar.

-A mi madre ni la menciones. Tú eres tan culpable como el borracho por no estar haciendo tu trabajo de vigilar a tus alumnos, asi que ahora no me vengas a echar culpas de algo que no me corresponde.

Suelto a Marga y miro mi mano. Tengo los nudilllos blancos, también tiembla; aún así no tengo miedo. Solo ganas de golpearla.

-Si que se te han subido los humos, ¿eh?

No hay tiempo a reaccionar cuando mi antigua profesora saca un cuchillo y me lo clava en el estómago.

-Hay veces que me sentía mal por ti, pero veo que Samantha hacía bien.

El dolor silencioso me invade. Marga se va pero yo caigo al suelo. Si grito me oirán,  sabrán lo que ha pasado, la niebla no hará su efecto. Que alguien... me vea... por favor...

Quiero un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora