Capitulo 43

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Ya llevaba un buen rato sentada en un taburete, con una taza de café frío, observando a Samuel. Técnicamente él me habia dicho que mirase como lo hacía para mañana intentarlo yo. Su madre permanecía detrás y cada tanto me preguntaba que tal me parecía todo.

Básicamente un buen primer día de trabajo. Para una persona que a la que le gustaba socializar. Lo contrario a mi. Eso de estar sentada, que la gente me mire y sonria esperando a que inicie una conversación no es mi estilo. Bueno, estilo, estilo yo.. no tengo. Porque simplemente les ignoro. Pero de tenerlo, no sería ese en absoluto.

-Oye, chica. ¿Crees que nevará estas navidades?- me preguntó un anciano canoso con el que la madre de Samuel estaba hablando.- ¿Aqui acostumbra a nevar?

Es verdad. Las navidades se acercan. Normalmente suelo viajar al extranjero en estas fechas. Mientras mas aislado el lugar, mejor. Este año... será diferente. Me pregunto como serán estas navidades. ¿Dormir? ¿Deporte? ¿Estudi...? Ah, no. Que ya he dejado el instituto.

Tengo que mentalizarme.

-Alexadra, él es un cliente muy habitual. Todas las mañanas toma lo mismo.-Comentó Susana, sonriendo.- Noah, ella es la nueva camarera.

-Oh, solo las contratas con buen aspecto, que astuta.-Se rió el cliente, observándome.

Viejo verde. Me desagradaba que mirasen como a un trozo de carne. De no ser porque necesitaba aquel trabajo, le diria un par de co...sas. ¿Me estoy reprimiendo?

Esbocé una sonrisa inconsciente, por aquel pequeño paso hacia un carácter mas sociable.

-Anda mira, incluso tú puedes sonrerír.-Comentó Samuel, dejandoa bandeja sobre la barra.- ¿De que hablabais?

La madre de Samuel, el cliente, el mismo Samuel... estaban esperando a que yo respondiese. No parecia molestarle que yo les hablase. Pretendian... mantener una conversación conmigo. Sin muecas de asco... ¿ni falsas intenciones?

-Eh... de nieve- murmuré con apenas voz.- Las navidades se acercan...

La situación era molestamente vergonzosa. Aquel tipo de gente era demasiado amable conmigo, sin conocerme, de buenas a primeras... Parecían de un maldito mundo paralelo de Todos-Amables-Como-Gente-Manipulada-Mentalmente. O algo asi. ¿Acaso se estaban forzando a simular su desagrado en público? Seguramente...

Eso lo explica todo. Nadie es bueno con otra persona de buenas a primeras.

-¿Alex, pasa algo?-preguntó Samuel, poniendome la mano en la frente.

- Estoy bien... no me toques.-Le aparté la mano, algo brusca.

No pienso negar que no me sentí culpable, un poco... no. Muchisimo menos, una ínfima parte culpable, por despreciar aquel gesto.

Pero el cliente, Susana y Samuel se estaban forzando a hablar conmigo. Mi aspecto, mi forma de ser... sin duda, se están forzando. Deberia irme y dejarlos en paz.

-Hagamos una fiesta de Navidad. Y tú- interrumpió, señalando a su hijo- te disfrazarás de Papá Noel para Josh.

-¿Otra vez?

-Alex aun no te ha visto con el disfraz.-Argumentó Susana, con una sonrisa.

Aquella situación se sentia... familiar. Cercana. Con... aroma a cariño grabado en cada gesto y palabra. ¿Como podiamos estar tan cerca si eramos todos tan diferentes? Es como si hablaran otro idioma...

-¿Que es lo que no ha visto Alex?-preguntó una quinta persona, apareciendo por la puerta.

Aquella mujer, de nuevo. Esta vez con el uniforme de camarera igual al de Samuel. No disimuló una mueca irónica al verme sentada cerca de Samuel, pero tampoco hizo la estupidez de preguntarlo en voz alta.

Aquella mujer, Sophia, parecia hablar mi mismo idioma. Transparente y claro. No trataba de disimular que haria cualquier cosa para que desapareciera. En ese sentido, preferia las personas como ella. No habia lugar a engaños.

-¿Por qué habria de ver el disfraz de mi novio?- arrastró las dos últimas palabras, mientras fijaba la mirada en mi.- ¿Te atraen sexualmente los disfraces?

Esta mujer era muy clara. Tan transparente como hermosa. Y eso era una combinación muy peligrosa.

-Mi madre ha dicho que deberia verlo, no ella.- Dijo Samuel, recogiendo la bandeja de la barra.- Y tienes que avisar si sales, esto no es tu casa Sophia.

El nieto de mi vecina, entró como un huracán en la cocina del local. Seguido por su novia, la cual de poder ver su temperatura corporal diria que habia aumentado por la ira contenida. Apenas desaparecieron de la vista, el cliente y Susana comenzaron a reír.

Al principio me sorprendí. Luego los imité, dejándome llevar un poco por la situación, me permití dejar de pensar que contenian su odio. Almenos en aquel instante.

-Esa mujer te odia, ¿eh?-bromeó el cliente.- Me recordó a mi mujer los primeros dias de casado.

-¿Marta? ¡Si ella no es para nada celosa!- dijo Susana, sonriendo.- Es un encanto de mujer.

- Eso porque no la conoces. Jajaja. Yo a la edad de tu hijo sacaba chicas de cualquier lado.

-Eras todo un playboy...

No presté atención al rumbo de la conversación. Habia otro sonido que consiguió llamar mi atención, y no fué precisamente musica, sino un plato roto. Seguido de cuatro mas. Luego de eso noté una mirada de odio clavada en mi.

-¿Estás viviendo con él, eh? ¡Lo que me faltaba!- me gritó desde la puerta de la cocina.- ¿Sabías que tiene novia y aceptaste quedarse en su casa? No se quién es mas cabrón, él por no avisarte o tú mas puta por quedarte en su casa.

Esbocé una sonrisa sarcástica. Oir aquel tipo de palabras conseguía hacerme reaccionar de mala manera. Justo como queria dejar de hacer. En el mundo laboral habia que ser sumiso, ¿no?

-¡No te permito emplear ese vocabulario con una de mis empleadas, Sophia! Sal ahora mismo de aquí y si mañana no te has tranquilizado no te molestes en volver.-Gritó Susana, antes de que pudiera hacer acto de presencia de mi autentica personalidad.- Somos como una familia, pero sigues siendo mi empleada. No lo olvides.

Sophia arrastró los pies hasta la salida, evitando mirarme, pero tensaba la mandíbula con ira. Aquella mujer... era tremendamente sincera.

Fui a la cocina a ver que habia pasado con Samuel, mientras Susana distraia a los clientes impresionados por la escena. Apenas entré me encontré con Samuel sujetandose un trapo a la mano. Se habia cortado.

-¿Estás bien?-pregunté acercandome hasta donde se encontraba.- ¿Es profunda?

-No mucho. Intenté recoger un cristal... y el karma- bromeó con una débil sonrisa-. Estaba preocupado por ti. Tu cara refleja lo que piensas.

-¿En serio?-dije mientras le apartaba la tela de la herida para inspeccionarla.- ¿Como me habias dicho que te hiciste esto?

-Intenté recoger un cristal...

-Ya. Claro.-Murmuré, apartandome un paso de él.- ¿Tienes algo que contarme?

Quiero un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora