Capítulo 105

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Necesito respirar.

Abro los ojos encontrándome con una habitación desconocida pero no me importa. La sensación de ahogarme es aún mayor a la extrañeza de despertar en una cama ajena. Me levanto apartando el mullido edredón y corro a la ventana. Las manos me tiemblan al tocar el pomo. No es una ventana si no la puerta a una terraza. La abro y salgo al exterior sintiendo como el frío viento me golpea la cara, alborotándome el pelo. Respiro profundamente intentando calmar esa parte de mi cerebro que se abre paso entre el miedo paralizador, y la cual me recuerda que no sé donde estoy.

Doy un par de pasos hacia el borde de la terraza hasta ver la calle. La reconozco, cerca de aquí está el café donde Samuel trabajó aquel día.

Lentamente voy recordando todo lo que sucedió anoche pero me invaden unas ganas de vomitar al recordar el olor del vino. Empujo la puerta y comienzo a correr en busca del baño. El destino me decide ayudarme. La segunda puerta que empujo en el pasillo resulta ser el baño.

Noto como los ácidos estomacales queman mi garganta y el cuerpo sufre espamos. Estoy temblando del esfuerzo, tanto que incluso me mareo. Una mano sujeta la taza del váter para no caerme y la otra mi pelo.

Cuando ya no tengo nada mas que escupir le doy a la cisterna y bajo la tapa del váter, tras lo cual me siento sobre ella.

De reojo soy capaz de ver mi reflejo. Tengo el pelo grasoso, ojeras y una herida en el labio inferior. Me veo realmente asquerosa. Claramente sin contar como debo oler después de echar hasta la primera papilla.

Una vez calmada me lavo la cara con agua fría y me enjuago la boca. Entonces la puerta se abre y un sujeto pequeñamente desconocido entra en el baño.

-Hola, bonito.

Mi voz suena a un susurro apagado.

El pequeño husky se me acerca a los pies y comienza a olfatearme con curiosidad. Estiro la mano para acariciarle pero acude a los pies de una segunda persona. Unai.

-Buenos días, ¿eh?

Soy hetero. Te he mentido. No soy gay.

Frunzo el ceño ante su sonrisa. Si me ha mentido... podría ser capaz de cosas peores.

-¿Te encuentras bien?- repite, dando un paso adelante. Instintivamente retrocedo.- No te voy a hacer nada.- Retrocede él tambien.- Te has desmayado, ¿vale? Acabas de vómitar y estas muy pálida. Descansa un poco y luego podrás gritarme todo lo que quieras.

Se ha afeitado la perilla, y ahora lleva una sudadera negra con unos vaqueros azules pero va descalzo. Podría pisarle si intenta algo. Entonces me doy cuenta de lo que llevo puesto. Solo la camisa que llevaba ayer. De mis pantalones no hay rastro...

-¿Qué me has hecho?- intento gritar pero la voz me sale grave como si fumara desde hace años.

-Una cosa es que sea hetero y otra que vaya violando a todas las chicas inconscientes que me encuentro. Y créeme, eres guapa pero no es para tanto.

Sigo sin fiarme de él. Busco con la mirada algún objeto contundente pero no solo no encuentro nada si no que un mareo recorre mi cuerpo. Veo a Unai acercándose a mí y me sujeta para ayudarme a andar hacia la cama. Lo siguiente que noto es el frescor del edredón negro tapándome.

Huele a colonia masculina mezclado con el olor del suavizante de la ropa. Cierro los ojos intentando respirar pero vuelven las imágenes de anoche mezcladas con las del campo e incluso con las de Dereck... y vuelvo a necesitar respirar.

Bajo la mirada de Unai aparto las mantas antes de imitar los primeros pasos tras despertar, saliendo  la terraza. Me siento en el suelo intentando tranquilizarme.

Ya ha pasado todo. Estoy bien. Estoy... a salvo, por ahora.

-Creo que debería ir a la farmacia a por algo para...

-¡No!

Aquel grito me sale del alma. Unai se agacha junto a mí y me abraza. Tengo la sensación de que no entiende nada... y  no puedo decirle que sinceramente yo tampoco. Hace unos días estaba bien.

¿Qué demonios me pasa?

-Me quedaré aquí contigo hasta que se te pase, ¿vale?

Asiento. Y cierro los ojos mientras la brisa sacude mi pelo.

Quiero un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora