-2- (segunda parte)

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Solía sentirme sola, me parecía casi imposible poder disfrutar de cosas tan triviales y cotidianas como el ver una película. En realidad si quiera Dylan podía hacerme salir de ese lugar donde me tambaleaba entre la ironía y la incertidumbre. No lo conseguía ni Sara, que era la luz en el túnel para todos nosotros. Pero era tan malditamente parecida a Luc, incluso estúpidos gestos con casi un año me recordaban a él. La amo, no os confundais, daría mi vida por esa pequeña niña que es mi sobrina, pero no podía evitar que el llanto llegase una vez dejaba de sostenerla, y volvía a ese lugar. Ese lugar del que solo me podía sacar Mad, la madre de Travis, durante unos minutos, porque luego lloraba también por él. 

Maldita sea si mi vida no ha cambiado, si yo no he cambiado, si todos los que me rodean no lo notan. 

A veces me pregunto que demonios estoy haciendo mientras espero. En serio llevo esperando ¿cuánto? un año y medio, ¿están a punto de ser dos? Esto no es vida para una chica de veinte años pasados. Se supone que debería de estar emborrachándome y follando con cualquiera que se me ponga delante. Pero no puedo maldita sea, no puedo hacerlo, y por una parte lo odio, pero se, y no entiendo porque, que me odiaría más si lo hiciese, si me dejase llevar a noches de olvido y desesperación. 

Desesperación, esa palabra que palpita en mi cabeza continuamente. 

Y seamos sinceros, ¿Travis? nos conocíamos de años atrás, pero ni siquiera lo reconocí en un principio, no le tuve en cuenta, no quise nada con el, y ¿ahora? ahora jodidamente estoy llorando su marcha a la guerra por cada esquina. Y lo odio. 

Odio que no hayan podido contactarnos, odio que se fuesen los dos juntos, odio que me dejasen atrás, que Luc no pudo ver nacer a su propia hija. Y me odio a mi misma por encontrarme en esta situación. 

Y ¿por qué cuento esto ahora? 

Porque acaban de salir las listas de soldados fallecidos en el campo de batalla. 

Y estamos todos alrededor de la mesa mientras una Car desesperada sujetando a Sara recarga la página que no termina de mostrar la dichosa lista. 

Y nos asustamos más, porque ahora tienes no solo que buscar por nombre, si no por escuadrón y rango, sí, así de mal está todo, en una semana centenares de hombres estadounidenses caen, antes eran unos pocos, desde la aparición de nuevos campamentos enémigos son cada vez más, les pillan casi desprevenidos, atacan por detrás. Parece que el dicho En el amor  en la guerra todo vale, cada vez cobra más y más sentido para mi. 

- No aparecen, chicos- anuncia mi amiga. Damos un suspiro colectivo y nuevamente dejamos que lágrimas inunden nuestros ojos. Dylan me abraza y Mitch besa las coronillas de Car y Sara. 

 -Hasta dentro de otros quince días. ¿Car quieres llamar?

Esto se convirtió en una regla, Luc y Car no estaría casados, todavía, pero compartían una hija. Esto hacía que Car tuviese derechos militares para llamar y recibir algo de información sobre Luc. Siempre era algo tipo Sigue vivo y no podemos decirle su situación geográfica.  Eso parecía reconfortarlo. Yo sin embargo no tenía ningún derecho sobre Travis, no estábamos casados y evidentemente no teníamos una descendencia juntos. Por el amor de Dios, ni siquiera habíamos follado. 

Dylan me recuesta en su regazo y me abraza mientras Car y Mitch intentan llamar a su contacto. 

- ¿Cómo estás pequeña?- su susurro se pierde en mi cuello haciendome cosquillas. 

- Bien- respondo. 

- Totalmente no lo estas, jodidamente te estás apagando pequeña. ¿Es por Travis?

- Por los dos- digo cortante, aunque no se por qué quiero esconderme tras esa pared para que no me afecte la mirada de mi amigo. 

- Cómo máximo podrían estar allí otro año más ¿Crees que podrás soportar esto?- y sé perfectamente a qué se refiere. 

- Lo quiero, Dyl.

- No es sano.

- Lo sé, pero es así- contraataco. 

- ¿Cuándo te diste cuenta de que lo querías?- me pregunta. 

- No lo sé. Creo que primero me enamoré de aquel niño en el campo de flores. Pero luego me enamoré del adulto, los celos me comían y la tensión sexual me golpeaba como un yunque- digo sonriendo- Pero cuando descubrí porque hizo lo que hizo con Casidy, fue como si dejase de idializarlo por ser aquel chiquillo una vez, y comencé a verlo como algo real, algo factible, alguien que se equivocó una vez y trató de enmendarlo. 

- Tiene sentido, ¿sabes algo de la perra amargada?.

- En realidad sí- y mi sonrisa se extiende aún más- está de camarera en un club de strippers en Las Vegas, pero estoy segura de que también se sube a la barra- su carcajada me rebitaliza mientras tiemblo por ella en su regazo. 

- ¿Cómo diablos sabes eso?

- Tengo mis contactos- respondo misteriosamente. 

- ¿Jared?- pregunta.

- Jared- confirmo.

-¿Qué tal le va?

- Bien, le prometía que nuestro próximo tatuaje nos lo haría él en su nueva tienda. 

- Oh mierda, vamos a viajar hasta las jodidas Vegas solo para tatuarnos- se queja. 

- Es Las Vegas, por supuesto que no vamos a tatuarnos solamente. Vamos a pecar durante unos días solos. 

- Las Vegas la ciudad del pecado- dice sonriendo. 

- Lo que pasa en las Vegas...

- Se queda en las Vegas.

Como mi tintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora