Capítulo 1

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A través de la ventanilla, veía la ciudad. Ya era de noche, pero el tráfico seguía siendo igual de denso que a mediodía. Seguro que tardábamos como mínimo media hora más en llegar a casa. Leslie me iba a matar. Apenas me había dado tiempo de contarle lo más básico del día antes de que mi teléfono expirara.

-Sinceramente, guapa, deberías cambiar de teléfono. O, como mínimo, la batería-comentó Xemerius mientras me miraba intentar encenderlo por enésima vez. Suspiré. El bicho tenía razón.

Aprovechando los cristales tintados de la limusina, me tumbé atravesada sobre todo el asiento de cuero del automóvil. De todos modos, era muy poco probable que la policía parara a una limusina y nos pusieran una multa por no sentarse como es debido. Al menos, en las películas nunca lo hacían.

El semáforo se volvió a poner en rojo delante de nuestras narices, y apenas habían pasado tres coches.

-Mierda-maldije. Xemerius aleteó un poco y se acomodó sobre mi barriga.

-No digas palabrotas-soltó. Puse los ojos en blanco.

...

Caroline se me tiró al cuello en cuanto puse un pie en la casa, haciéndome gruñir de dolor. La verdad es que ese día me había pegado unos cuantos tortazos, era natural que me doliera todo el cuerpo. Además, morir realmente da dolor de cabeza.

Con mi hermanita colgada como si fuera un mono capuchino-se me escapó una sonrisa-contándome a toda pastilla lo que habían hecho mientras yo no estaba-o sea, todo el día- subí las escaleras. Mr Bernhard me saludó con una inclinación de cabeza mientras Lady Arista le decía algo. Yo le sonreí en respuesta y dejé a Caroline sentada en su silla entes de dejarme caer en la mía. Charlotte hizo un ruido desagradable con el tenedor sobre el plato y tía Glenda me miró con expresión asesina.

-La postura en la mesa es uno de los gestos que demuestran el estatus de una señorita, ¿verdad, Charlotte?-dijo secamente.

Suspiré mientras me servía una cucharada enorme de sopa. Hogar, dulce hogar.

-Glenda, no se debe hablar si no es para mejorar el silencio-soltó Lady Arista. Nick se quedó con el tenedor suspendido a medio camino entre la boca y el plato. A mamá casi se le escapa la risa. Xemerius no se esforzaba en aguantarla, sino que reía a carcajada limpia sobre  su sitio favorito en la lámpara.

Yo me limité a seguir comiendo sin sentarme mejor. Tenía hambre.

-Supongo que estarás agotada, ¿no?-preguntó mi querida prima, con su tono de falsa-preocupación-o-sea-a-mí-me-iría-mucho-mejor. Se me escapó un suspiro.

-Sí, supongo que estar a punto de ser asesinada varias veces, trazar un plan B, un plan C y uno D en menos de un día y tener que destruir las falsas esperanzas de un montón de personas sin saber qué puedes decir y qué no resultaría demasiado para cualquiera.

-Te olvidas del trauma que conlleva contemplar ante tus ojos a tu compañero de pajar empapado en sangre…-dijo Xemerius desde la lámpara. Le dirigí una mueca. ESO no pensaba decirlo. Ni siquiera se lo habíamos dicho a los Vigilantes… bueno, no del todo. Pero aún así Falk había insistido en llevar a Gideon al hospital, y aunque él había insistido en que no era necesario, al final lo habían conseguido.

-Creo que…-empezó Charlotte. Estaba empezando a contemplar la posibilidad de subirme a la cama sin cenar y bajar luego a atracar la despensa o algo así cuando entró Mr Bernhard con el teléfono.

-Una llamada para Miss Gwendolyn-dijo.

-¿Quién es?-pregunté. Más por tocarle las narices a Charlotte que por verdadera curiosidad. Realmente alguien tenía que dejarle bien clara su posición a Charlotte. No porque me creyera superior, sino para que dejara de meter las narices en lo que no debía.

DIAMANTE -borradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora