capítulo 42+nota importante

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De los Anales de los Vigilantes (París)
Viernes 23 de julio de 2010 (N/A: en Inglaterra y Reino Unido, las vacaciones escolares de verano empiezan alrededor del 22 de julio)
El rubí y el Diamante elapsarán juntos por primera vez en París. Se ha concedido permiso para que viajen al día 4 de marzo de 1770, a un baile en Versalles, lo que resultará una misión muy educativa en cuanto a costumbres y actitudes a tomar en consideración al viajar a dichos años para el Rubí.
Día soleado, caluroso.
Contraseña del día: las ideas provienen de Dios (Albert Einstein)
......................

-Gwenny, te quiero-dijo Gideon. Sentados en el centro de Kensington Gardens, junto al Round Pond, sonreí abiertamente mientras sus manos iban a mi pelo, me lo colocaba tras una oreja y se acercaba para besarme.

Iba a cerrar los ojos cuando algo me sobresaltó. Unos ojos marrones y una sonrisa por la que Cynthia Dale hubiera muerto de un infarto me saludaban desde entre los árboles. Di un respingo.

-¿Qué pasa?-Preguntó Gideon antes de girarse con el ceño fruncido, buscando lo que me había hecho empujarle. Pero ya no había nada. Volvió a girarse hacia mí, interrogante.

-Había...

Miré a mi alrededor. Tenía que estar en alguna parte...

-Era...era Mr Whitam.

Gideon se puso en pie apresuradamente, tirando de mí para que le imitara.

-¿Dónde estaba?

Señalé el bosquecillos, y empezó a caminar hacia allí con decisión, tirando de mi mano.

Al entrar en el bosque, la sensación de luminosidad del despejado día veraniego desapareció. Caminando entre los árboles mientras buscámabos al conde, la claridad iba disminuyendo, hasta llegar a recordarme al bosque de Versalles. Agarré la mano de Gideon con fuerza.

-¿Estás segura de lo que has visto?-preguntó. Afirmé con la cabeza.

-Sé lo que vi. Eran sus ojos, y su sonrisa.

Gideon me dedicó una sonrisa de ánimo antes de soltarme la mano y desaparecer entre los árboles.

¿Qué? ¡No!

-¡Gideon!-grité, llamándole. Eché a correr, sin encontrarle, entre la cada vez más densa oscuridad, hasta llegar a un pequeño claro. Allí estaba Gideon. De rodillas y con un cichillo en la garganta. Y si seguía el brazo que sujetaba el cuchillo, sólo encontraba una silueta cubierta por una capa de terciopelo, encapuchado, co n la estrella de doce puntas de los Vigilantes bordada en un lado del pecho como si fuera el escudo del instituto.

-¡Gideon!-chillé.

-¡Vete, corre!

Una carcajada conocida resonó a mi espalda.

-¡Vete, Gwendolyn, vete! ¡Gwendolyn! ¡Gwenny!

La voz de Gideon ya no era alarmada, sino suplicante, preocupada, y más suave.

-Gwenny, despierta...

Y lo hice. Abrí los ojos de golpe, para encontrarme con un Gideon preocupado inclinado sobre mí y sacudiéndome los hombros para que saliera de esa horrible pesadilla.

Jadeando, me agarré a su cuello y tiré de él hacía mí.

-Shhh, tranquila, sólo era un sueño... Todo está bien...

Respiré hondo intentando tranquilizarme. Notaba las mejillas llenas de lágrimas sobre la piel de su hombro, y quería evitarlo. Quería ser fuerte, porque sólo había sido un sueño y la realidad podía ser mucho peor, y porque, maldita sea, estaba llorando por que me había perdido en un bosque que se parecía demasiado al de Blancanieves. De dibujos animados. Sí, vale, luego también intentaban degollar a mi novio, pero la pesadilla había empezado realmente cuando me soltaba la mano en el bosque. En el maldito bosque que dibujó Disney.

DIAMANTE -borradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora