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Sentí mis lagrimas empapar mis mejillas mientras Roger conducía. El viento vez llevándose las saladas gotas y la brisa enfriando los caminos que mis lagrimas dejaban no era una sensación placentera, pero definitivamente me ayudó a desahogarme.

Frenamos frente a una casa de tamaño mediano después de probablemente 30 minutos conduciendo por la ciudad. Aunque la moto ya no estaba en movimiento, yo seguía aferrada al rubio frente a mi y él parecía no querer moverme.

- Vane... preguntarte cómo estás probablemente sea mala idea porque obviamente no estás bien, pero soy pésimo consolando y eso es lo que siempre hacen en la tele... - Murmuró sacándome una pequeña risa. - ¿Puedo hacer algo para ayudarte? - Acarició mis manos y su cálido tacto me reconfortó.

- Sólo abrázame y ayúdame a olvidar esto por un momento. - Dije con la voz un poco gangosa soltando su cuerpo. - Pero no me veas, seguro luzco horrible. - Murmuré poniendo mis manos en mi regazo y bajando la mirada.

Roger bajó de la moto y puso una mano sobre las mías y con la otra me tomó por la barbilla alzando mi cara.

- Sip, horrible, como un mapache con una peluca. - Dijo pasando su pulgar por una de mis mejillas y riendo le di un suave golpe en el pecho mientras que con la otra mano intenté limpiarme - Ahí está, la sonrisa tan bonita que alumbra todo. - Dijo viendo mis labios y volvió a mirarme a los ojos. Sonrojada, lo abracé pasando tímidamente mis brazos por su cintura y él me dio un beso en la coronilla.

- Vamos. - Dijo al separarnos y estirar su mano hacia mi. - ¿O quieres dormir afuera?

Negué con una sonrisa y tomé su mano bajándome de la moto. Aún sin soltar mi mano, se dirigió a la entrada de la casa y con la mano derecha, introdujo la llave antes de abrir.

Un olor suave a canela y leña inundó mis fosas nasales y el cálido ambiente chocó contra mi cuerpo, provocando una sensación agradable.

- Tú casa huele a navidad, pero sin jengibre. - Le dije a Roger en cuanto me comenzó a guiar escaleras arriba y pude ver que éste sonrió. Abrió una puerta color café oscuro y me dejó pasar. Olía a su colonia, por lo que supuse, era su cuarto.

- Deja tus cosas donde quieras. - Dijo soltando mi mano y comenzando a quitarse la chaqueta antes de lanzarla en una silla que se encontraba cerca de su cama. Su habitación se parecía un poco a la mía, sólo que mucho más desordenada y con menos detalles y en vez de ser blanca con detalles morado oscuro, era verde oscuro con muebles y decoración blanca.

Comenzó a tomar ropa del suelo y a echarla en un bote mientras yo seguí parada sin saber qué hacer.

- ¿Te ayudo? - Dije viendo cómo limpiaba y ordenaba.

- No, mamá me mataría si se entera que aún no he recogido mi cuarto... o si dejo que alguien me ayude. - Puso cara de terror y yo sonreí divertida. El chico malo que anda en moto, Don Juan, sin miedo a las peleas o a los exámenes, le teme a su madre.

- No se enterará. - Reí acercándome a su cama.

- Sólo acomódala como si yo lo hiciera, no tan perfecto como tú... como tú usualmente haces las cosas. O sea, no es que no seas perfecta. Quiero decir, no es que lo seas. Digo eres perfeccionista y eso está bien. - Comenzó a divagar y yo reí negando.

- Supongo que gracias. Pero igual no te vendría mal hacer las cosas bien. - Dije quitando el cobertor y un calcetín negro y uno rojo se encontraban bajo esta. - O poner los calcetines en su lugar. Dios, ¿por qué esto les cuesta tanto a los hombres?

- Oye. Seguro a las chicas también les cuesta. - Dijo tomando sus calcetas y metiéndolas al bote.

- Claro, a veces nos da muchísima flojera, pero la ropa sucia la tenemos en un lugar y no sólo regada por ahí mezclándose con la ropa limpia. - Dije sacudiendo la sábana.

Bad Guy [Roger Taylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora