Capítulo once: Reencuentro...

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Madison Toretto

Veinte minutos habían pasado desde que tomé asiento frente a la tumba de Jesse. La noche estaba hermosa, el cielo totalmente lleno de estrellas y la luna brillando en su máximo esplendor, eran una obra de arte.

Mi celular vibra a un lado de mi pierna, el nombre de Mia brilla en la pantalla azul.

—¿Dónde estás? —La seriedad rebasa su tono de voz.

—¿Sucede algo?

Larga un suspiro y tarda en responder—: No, quería saber si estabas bien, Brian y Dom…

—Estoy bien, debo irme —digo y dos segundos después corto la llamada.  Antes de apagar el celular la pantalla vuelve a iluminarse, el nombre de Marcos resalta con color naranja.

“¿Quieres diversión? Ven a la ubicación”.

No lo pienso ni un segundo más. Camino a mi Mazda y coloco el GPS que no tarda en marcarme la mejor forma de llegar. A pesar del tráfico, en menos de diez minutos estoy entrando al galpón: luces oscuras, mesas repletas de personas, barras improvisadas y apuestas, muchas apuestas, me dan la primera impresión.

Todo lo que implicaban los negocios de Marcos. Toda su forma de vida en cuatro grandes paredes.

Una sonrisa aparece en mi rostro cuando veo a mi amigo salir de una ronda de personas, sus manos están llenas de dinero y la felicidad en su cara no pasa desapercibida.

—¿Grandes números? —pregunto siguiéndolo hacia una barra. Marcos asiente y con una seña de mano nos traen dos cervezas, apoya el dinero en la barra y empieza a contarlo. 

—La gente se muere por verte correr —dice contento, cuatro grandes filas de dinero posan frente su rostro—. Y yo muero por un favor.

Ruedo los ojos y le doy un trago a mi cerveza—: Suéltalo.

—Augusto Sheferd—señala con su cabeza a unos metros de nosotros—, hijo de empresarios, empezó a correr hace dos meses. Es bueno, pero no tanto. Y me debe dinero.

«Y me debe dinero». Marcos odiaba que tengan deudas con él. 

—Tiene billetes, muchos, y aún así no puede pagarme tres mil —saca un cigarrillo de su chaqueta y lo enciende—. Quiero que le ganes.

Asiento un poco desconfiada, todo parecía ser muy fácil.

—Y además… —Eso pensé—. Su ego es tan  grande que si redoblas la apuesta él no podrá negarse.

—¿Qué tienes en mente? —pregunto interesada.

—Quiero su auto —dice largando el humo por la boca—. Quiero que pierda todo el dinero que sus amigos ponen por él, quiero llevarme su vehículo, quiero escucharlo lloriquear como cada vez que pierde.

Largo una risita y lo pienso, podía ganarle… No, iba a ganar.

—Bien, estoy dentro —digo—, pero no pienses que voy a correr con mi auto.

—¿Crees que soy idiota?

—¿Quieres qué responda?

Marcos rueda los ojos y me empuja por el hombro—: Tengo un auto esperando por ti, uno de los mejores.

Asiento con una sonrisa y levanto mi cerveza, Marcos me imita y chocamos ambas botellas. Él termina su bebida y la apoya bruscamente contra la barra, toma cada montoncito de dinero y lo guarda en su chaqueta.

—Sígueme  —dice y comienza a mezclarse entre la multitud.

Marcos camina hacia una esquina del galpón y  abre una puerta, cuando entramos prende las luces. Un hermoso Mitsubishi Eclipse anaranjado se luce en el medio de la habitación. Vidrios polarizados, luces led naranja…perfecto.

Rápidos y Furiosos: Amor Encubierto [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora