Rápidos y Furiosos: Amor Encubierto [TERMINADA]

Capítulo seis: El brillo de sus ojos

Advertencia:
A partir de los *** va a haber smut,  si alguien no se siente cómodo recomiendo que pasen de largo, no hay drama. Trataré de actualizar pronto.
Ahora si, ¡que tengan una buena lectura!

MADISON TORETTO

 
Abro el paquete de papas fritas y disfruto la vista desde lo alto del edificio. Marcos está a mi lado bebiendo una lata de Coca Cola y con lentes de sol, ambos en silencio.
 
—Repasemos los detalles. ¿A quién tenemos?
 
Escucho la voz de Brian acercarse, luego unos brazos rodean mi cintura y depositan un suave beso en mi mejilla.
 
—Necesitaremos un camaleón —digo, acomodándome en los brazos del rubio—. Alguien que pueda camuflarse donde sea.
 
Por mi mente pasa el nombre de uno de nuestros amigos: Han. Aquel maldito al que le gané mi hermoso Mazda era perfecto para el papel.
 
—Un hablador —suma Dominic—. Que pueda mentir y salirse de lo que sea.
 
Brian se ríe levemente y habla—: Ya lo tengo.
 
Marcos asiente con la cabeza y nos mira a cada uno, levanto su gaseosa como si estuviera a punto de decir algo importante.
 
—Reyes tendrá mucha vigilancia. Necesitamos un experto en circuitos.
 
—Y con esos circuitos, Reyes tendrá muros —dice Mía—. Necesitamos gente que atraviese esos muros.
 
—¿Algo más? —pregunto tapándome la cara de los rayos del sol, el día estaba demasiado soleado.
 
—Herramientas.
 
Marcos alza otra vez su mano y sonríe—: Me encargo yo.
 
—Armas —agrego—. Alguien a quien no le dé miedo pelear, y que le dé apoyo a todos.
 
Dominic asiente en silencio y me mira por unos segundos, creo saber cual nombre pasó por su mente. Y si estaba en lo correcto, deberíamos hacer varias llamadas telefónicas.
 
Mi hermano se aclara la voz y mira a todos.

—Lo más importante: dos pilotos de precisión. Que no se quiebren bajo presión. Y que jamás pierdan.
 
—Eso ya lo tienes —Brian golpea su hombro con una sonrisa.
 
Largo una carcajada y niego divertida—: Lo lamento amor, pero dijo que jamás pierden... Y tú, aún no pudiste ganarnos a ninguno de los dos.
 
La parejita y Dom se ríen, nos miran divertidos.
 
—Soy testigo de eso, hermano —mi cuñado chasquea la lengua y sonríe.
 
Brian frunce su ceño—: ¿Y que hay de ti?
 
—Oh no. Lo mío son las apuestas.
 
—Serías un buen hablador —digo mirándolo, Brian asiente de acuerdo.
 
—Lo sé, pero prefiero las herramientas. Necesitaran automóviles muy rápidos y yo me encargaré de eso.
 
—Bien, ¿podemos parar un poco? Muero de hambre —dice Mía con una mueca.
 
Rápidamente Marcos asiente, pasa un brazo por sus hombros y juntos se alejan.
 
Entonces, mientras ellos van a comprar algo para comer improvisadamente, Brian, Dom y yo nos ponemos a hacer llamadas. Contactar a Han no iba a ser tan fácil, pues la última vez que supe de él fue cuando robó gasolina con Dominic, luego de eso su paradero era como un nombre borroso.
 
Ya teníamos la lista con los nombres de cada persona a la que llamaríamos; Brian había elegido a un amigo suyo para que tomara el papel de hablador, su nombre era Roman Pearce y me afirmo que me caería muy bien cuando lo conozca; como lo había supuesto, Giselle era la mujer que iba a encargarse de dar apoyo al equipo y de las armas, para nuestra suerte Dom aún se acordaba su número y era el encargado de comunicarse con ella; y, como la última vez que nos vimos, Rico y Tego se unirían a nosotros, y la persona correcta para encargarse de los circuitos iba a ser Tej Parker, aquel casi colega de Marcos y nuestro conocido, ambos tenían un trabajo bastante parecido en Los Ángeles.
 
—¿Listo?
 
Brian asiente y palmea su pierna para que me siente, sonrío y hago lo que pide. Su brazo rodea mi cadera y me ofrece un trago de su cerveza, no puedo evitar estremecerme cuando empieza a acariciar mi piel expuesta.
 
Paso mi brazo por sus hombros y empiezo a repartir caricias desde su cuello hasta el lóbulo de su oreja causando que Brian sonría y alce su rostro en mi dirección.
 
Sus ojos resaltan por los rayos de sol que entran de las grandes ventanas y no puedo evitar sonreír al verlo,  con la necesidad de matar las ganas de besarlo, acerco mi rostro al suyo. Nuestras narices se rozan y es cuestión de segundos para que nuestros labios se peguen.
 
Brian roza mi labio inferior con sus dientes pidiendo permiso para que su lengua se junte con la mía en una pequeña lucha de quien domina. Subo mi mano libre por su pecho hasta su mandíbula, ahuecando su rostro y haciendo que el beso sea más apasionado.
 
Su mano acaricia mi muslo y hace que mi pulso se altere, ahora soy yo la que lo extraña a él y necesita unos minutos a solas.
 
Pero como la suerte no estaba de nuestro lado hace días, el ruido de la puerta siendo abierta hace que nos alejemos lentamente.
 
Mía entra seguida de los dos hombres que la cuidaban más que a una princesa, últimamente todos estamos atentos a sus antojos y a su bienestar.
 
Me levanto de las piernas del rubio y camino hasta estar al lado de ella, segundos después en la mesa hay bolsas con algunas cosas para comer.
 
Últimamente estamos viviendo a base de sándwiches, lo más fácil y rápido para hacer.
 
Golpeo juguetonamente el brazo de Marcos para hacerlo a un lado y me río cuando él se queja dramáticamente.
 
—Eres una bruta —susurra en español.
 
—Cállate —respondo y vuelvo a pellizcar su brazo—. Estuve pensando... Debemos buscar un lugar más... grande.
 
—¿Qué tienes en mente? —me pregunta Dominic mientras le da un mordisco a su comida.
 
Me encojo de hombros y pienso.
 
—¿Qué tal la fabrica abandonada por la que pasamos el otro día?
 
Los cuatro se miran entre sí y parecen considerar mi propuesta; Brian es el primero en asentir de acuerdo.
 
—Casi me olvido, Madi... —Marcos saca de su bolsillo un celular y me lo entrega—. Lo que me pediste.
 
Le sonrío en agradecimiento y empiezo a revisar el aparato, aunque prácticamente estaba vacío. Aprieto el botón que me llevaría a la radio de Brasil y subo un poco el volumen, cinco segundos después por el pequeño parlante se empieza a escuchar una canción.
 
La mujer habla en portugués y soy capaz de entender el nombre de la canción: Taboo de Don Omar.
 
Carraspeo para aclarar mi voz, miro fijamente a mi familia—: Entonces... ¿Cuándo nos vamos?