Capítulo siete: El plan ¿perfecto?

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Narrador Omnisciente:

El sol de Brasil era perfecto para aquella época del año. Suaves brisas y una perfecta temperatura digna de principio de primavera. Podría decirse que la familia Toretto ya se había acostumbrado a aquel clima tropical, habían pasado semanas y días desde que llegaron; muy a diferencia de sus amigos, quienes llegando el momento de encontrarse, usaban camperas con abrigo.

Roman Pearce ingresaba a pie a aquella fábrica olvidada. Con un bolso en mano y la curiosidad explotando de sus poros, daba pasos que lo acercaban cada vez más a aquel ruido lejano de música.

«Increíble» pensó al ver un auto negro, bastante conocido, ingresar silenciosamente.

Tej Parker, con toda su elegancia intacta, se bajó del automóvil con una sonrisa burlona.

—¡Ahh, no es cierto! Creo que finalmente tocaron fondo, ¿verdad?

—Eso parece, ya que tú estás aquí —dijo Pearce mirándolo seriamente—. ¿Cuándo le devolverás el auto...?

—Imbécil —murmuró interrumpiéndolo—. Lo devolveré cuando tú dejes de usar esa chaqueta fea.

Ambos se miraron con seriedad; sin embargo, Roman fue el primero en reírse, dejar caer el bolso, y envolver en un abrazo a su amigo. Cualquiera que hubiera presenciado aquella situación estaría confundido por el trato de amor-odio que tenían ambos hombres.

—¿Qué crees...? ¡Wow!

Los ojos de Pearce se abrieron ligeramente. El sonido glorioso de un motor interrumpió su interesante encuentro, una figura curvilínea bajo de una motocicleta.

La sorpresa en los rostros de ambos hombres no fue disimulada.

—Que sexys piernas, preciosa... ¿A qué hora abren? —preguntó pícaro Pearce. Tej lo seguía en silencio.

Para su mala suerte, no llegó a dar dos pasos de más que un arma estaba apoyada en su pecho.

Gisele sonrío falsamente.

—A la misma hora que jalo el gatillo —sonrió—. ¿Quieres que las abra, precioso?

Pearce tragó saliva incómodo, Tej, por otro lado, estaba aguantando la risa.

Dos suaves carcajadas hicieron que los tres miraran a la izquierda.

Mira eso... —dijo riendo Tego Leo—. Te dije que la flaca tiene agallas.

Rico Santos, su gran amigo y compañero de crimen, sonrió divertido. Ambos tenían un bolso colgando de sus hombros.

Parece que la fiesta empezó sin nosotros.

—¿De dónde vinieron estos malditos latinos? —preguntó intrigado Pearce, aún más confundido por no haber entendido lo que aquellos dos hombres hablaban entre ellos.

Al parecer, el amigo de la infancia de Brian O'Conner era el más lengua suelta al hablar, pues a Tego y Rico no les había caído nada bien aquella pregunta.

Es más, sus rostros habían pasado de la diversión a la seriedad total en menos de un nanosegundo.

Tego golpeó el antebrazo de su amigo y preguntó en su idioma:

¿Qué dice este tipo? ¿Malditos latinos?

Rico miró fijamente a aquel hombre desconocido antes de responder.

—Feo sigue siendo feo, sea en español o en inglés.

—¿Yo feo? Creo que el feo eres tú.

Rápidos y Furiosos: Amor Encubierto [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora