Capítulo 29: Bienvenida al Palacio

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En nuestro camino hacia el palacio, Max me tomó de la mano mientras yo mantenía mi vista en el exterior. Las calles de Viena están llenas de personas pero como el automóvil que nos transporta trae a los lados el escudo de Max, no es posible que podamos pasar desapercibidos por las calles. A pesar de que el palacio tenía órdenes de no decir a la prensa sobre nuestra salida a Mónaco, es bastante obvio que no estuvimos presentes en el palacio.

Las rejas negras que separan al palacio de las calles de Viena nos abren sus puertas. El auto sigue avanzando y yo logro ver los jardines y las fuentes de la parte de enfrente del palacio, todo muy bien cuidado y arreglado. La seguridad se encuentra en todos lados y los autos que nos cuidan enfrente y detrás de nosotros cuidan su distancia de nosotros. Al acercarnos al palacio el automóvil baja su velocidad hasta detenerse poco a poco. Varios hombres uniformados se encuentran formados en una línea recta antes de acercarse y de abrirnos la puerta, me extienden una mano para salir del auto mientras que Max sale por el otro lado.

Me sorprende la fachada del palacio, pareciera que es la primera vez que la observo por la expresión que genera mi rostro 《¡Por Dios! ¡Ha llegado el momento!》Oficialmente mi vida ha cambiado por completo y cualquier cosa que hubiera aspirado para mi vida se ha desvanecido.

Imaginaba casarme y poder vivir con mi pareja en un departamento pequeño, poder conocernos y convivir juntos, poder estar cerca de mi familia y continuar con las metas que tenía para mi vida. Todas esas ideas e ilusiones ahora solo son eso, ilusiones. Mi realidad es completamente diferente ahora. Es curioso, porque si me hubieran dicho hace poco más de tres años que mi esposo sería Max y que terminaría viviendo en el palacio de Schönbrunn para cumplir con las obligaciones y costumbres de hace cientos de años, rayos, vaya que me habría burlado de la loca idea.

-Sus Majestades. -Un hombre mayor se acerca a nosotros para hacer una reverencia. -Acompáñenme por favor.

Max ha dado la vuelta al auto y se ha acercado a mi. Por protocolo no es posible que lo pueda tomar de la mano, lo que es muy complicado porque solo quiero estar a su lado. ¡Todavía estoy recién casada, es normal que sea lo único que quiera!

Seguimos al hombre, su rostro me es familiar pero no recuerdo en qué ocasión lo he visto. Caminamos a la par y nuestro objetivo es ingresar al palacio. No subimos las escaleras por las que caminé hace unos meses, sino más bien es ingresar por medio de unas puertas de vidrio desnudas. El suelo está cubierto de una alfombra roja de terciopelo y las paredes son como las recordaba, con varios detalles de oro, mármol y candelabros flotando en las paredes y de los techos. El tiempo no ha pasado realmente por estas paredes porque pareciera que estoy viviendo en el siglo XIX. Avanzamos por un largo pasillo recto hasta que llegamos a una habitación lo suficientemente grande para permitir que filas de personas formadas estén presentes.

-Su Majestad Imperial. -Nos detenemos en frente de toda la gente presente. Cuido de mantener la postura y la etiqueta aunque me cuesta un poco de trabajo. -El servicio del palacio se encuentra a su disposición las 24 horas para lo que sea que usted desee o necesite.

-Les agradezco a todos ustedes su trabajo. Solo espero no causarles mucha molestia. -Les sonrio aunque esperaba que mi comentario tuviera un poco de humor procure no saltar me cualquier regla de la etiqueta.

El hombre le pide a todos los presentes que se retiren a realizar sus labores antes de acercarse un par de pasos a Max.

-Señor, sus padres y el Primer Ministro lo están esperando.

Max se acerca a mi y una vez que sólo están presentes Max y unos cuantos hombres más, es cuando él da el primer paso. Me toma de las manos y me observa detenidamente a los ojos mientras se olvida de la etiqueta.

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