Capítulo 67: Tiene mucho que explicar

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Intento mantenerme presente en la realidad, quiero ser capaz de afrontar lo que tengo por delante sin tener que preocuparme de mi estado mental. Necesitaré la ayuda del Dr. Renner para permanecer estable porque de lo contrario me desbordaré en cualquier momento y resultará perjudicial para mí.

En el despacho de Max todo se encuentra silencioso, por lo general no me gusta un ambiente sin ruido pero ahora mismo necesito ordenar mis ideas. Este lugar se convertirá en una parte de mí y mientras el destino así lo decida, este prácticamente se convertirá en mi nuevo hogar, un despacho de cuatro paredes que está impregnado a su aroma, a sus recuerdos. Poco se ve que el tiempo ha transcurrido en este lugar, porque de lo contrario creería que he viajado en el tiempo. Los retratos de los ancestros de Max adornan las paredes, los más grandes y poderosos monarcas que el Imperio Austriaco ha conocido. Los mismos que con sus matices pueden infundir miedo en los presentes. Todos esperaban de Max lo mejor, que fuera un digno heredero, un digno descendiente de la dinastía Habsburgo-Lorena y toda esa presión que se recibe termina siendo agobiante, ahora creo que puedo comprender lo que Max me decía cuando nos conocimos. Me siento tan agobiada.

Unos ruidos en la puerta intentan distraerme pero yo sigo de pie enfrente del escritorio perfectamente organizado. Conozco cada centímetro de este escritorio, me robó mucho tiempo de mi marido y al final fue el que terminó condenandolo.

—Su Majestad, han llegado sus padres. —Las palabras de Feliz deberían animar me, sin embargo parece ser que nada es posible para cambiar mi rostro muerto e inexpresivo.

No le respondo porque escuchó unos tacones y unas pisadas acercarse a mis espaldas. Si Alexandra Knight debe morir para asumir esta corona, entonces debo ser firme con todos, inclusive con mis pilares. Me volteo para observarlos. La puerta ya se ha cerrado y me permite tener privacidad con mis padres. Mi madre con sus ojos hinchados llora al igual que su nariz mientras que mi padre deja escapar unas cuantas lágrimas pero me observa con profundidad, como si me analizará.

Ellos también parecen estar preparados para el funeral al igual que yo, la diferencia entre los tres es que mis ojos permanecen secos. La nueva Alexandra ya lloró lo que debió. ¿Cuáles son las palabras que un padre puede darle a un hijo en momentos como estos? o ¿Cómo es la manera en la que se debe actuar? La respuesta es sencilla pero cruel dirían algunos y es lo que ellos deben hacer a continuación.

Ambos me hacen una larga reverencia que parece también dolerles a ellos. Es diferente en esta ocasión y ahora me pregunta más que nunca por qué los arrastré a este mundo. Mi madre da la iniciativa cuando tengo que extender mi mano, sus labios son fríos y las gotas de sus lágrimas rozan con mis nudillos, mientras que mi padre la sujeta pero parece querer el mínimo de contacto posible entre nosotros, como si estuviera maldita.

《Soy una maldición andante.》

—Mi niña... —Se ahogan las palabras de mi madre en su garganta como si temiera preguntar algo incorrecto. — ¿Cómo estás?

Esa pregunta "¿Cómo estás?" la he escuchado en estos últimos años tantas veces que ya perdí la cuenta. La detesto, es estúpida y por la expresión de molestia que hace mi rostro involuntariamente creo que doy a entender perfectamente la respuesta.

—Cansada de responder a esa pregunta, por lo demás pésima.

Dejo ir el aire que mis pulmones tenían secuestrados y decido ir a tomar asiento en uno de los sillones de la sala.

—Lo siento.

Un silencio se había instalado entre nosotros que creí por un momento que me dejarían sola, pero la voz de mi madre cercana a mi oído y su mano sobre mi hombro son sinceros. Ambos toman asiento a mi lado para acompañarme, pero no quiero dedicarle más tiempo a mi luto personal para no volver a caer cuando ahora estoy concentrándome por completo.

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