Capítulo 37: La corona de Austria es una corona de espinas

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4 meses después

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El abrazo que recibo por parte de mi papá es el más duradero. No es por nada, adoro a mi mamá y siempre será una gran compañera y guía para mi, pero con mi papá es diferente, mi vida sin él no sería la misma. Es mi confidente, mi guía y mi razón. Haría y daría cualquier cosa por él.

No nos separamos pero cuando escuchó la voz de mi madre y de mi hermano decirnos que es tiempo de que me vaya, con todo el dolor de mi corazón y restándole fuerzas a mis brazos me alejó de él. Hay una que otra lágrima que se me escapa de los ojos, no sólo es tristeza, es emoción de cuatro meses maravillosos que pude ver de nuevo a mi familia y en dónde me he podido reencontrar conmigo misma. Mi madre me envuelve una última vez, me aprieta demasiado, sus brazos son tan fuertes como el acero pero cuando mi hermano pide su turno mi madre se ve obligada a alejarse de mí. En cambio, aunque intento darle a Adrian un abrazo, en en realidad, es él quién me abraza y me envuelve como un oso de peluche de lo alto que es y al igual que mis padres, él tampoco se quiere alejar de mí.

-Por favor, cuídate. -Me da un beso en el cabello y con su mano lo acaricia, lo hace de la misma manera en cómo cuida a su amada perrita Milka. -Y lo que sea que necesites hablar conmigo, yo estaré ahí para tí, cuando más lo necesites ahí estaré.

Se lo agradezco. Estoy consciente de que ellos tres son los más importantes en mi vida y reconozco que incluso rompería cualquier regla por ellos, porque son mi universo, ellos son mi todo.

Junto a Adrian está Jessica y ella me ofrece el último abrazo. Se lo he comentado en estos meses a mi hermano y lo he visto muy emocionado con ella, parece ser que se unieron más después de que me case y entre las miles de pláticas que tuvimos, me ha comentado que quiere un futuro con Jessica y en lo personal, no me desagrada, al contrario, me alegro por ellos.

-Me tengo que ir, pero créanme que estaré en contacto con ustedes.

Mi padre se acerca a mí, con sus manos envuelve mis mejillas y me observa como si retrocedieramos veinte años atrás.

-Por favor, prométeme que aunque te quedes mucho o poco tiempo, no te vas a encerrar en esas paredes. Lo que sea que necesites, habla con nosotros. No tienes por qué estar sola y recuerda que... Aquí estamos nosotros, lejos, pero siempre contigo en las buenas y en las malas, cariño.

Las palabras de mi papá son preciosas, las aprecio con todo el corazón y las llevó como un recordatorio conmigo, como un tatuaje en el corazón.

Me alejo de ellos para acercarme poco a poco al avión. Está casi por despegar y tomó dirección hacia él, pero antes de que desaparezca de mi vista me giro para verlos una última vez. Los aprecio tanto que no quiero dejarlos, pero tengo que hacerlo. Ha llegado el momento y siento que por fin no soy la misma la mujer que se fue de Austria hace unos meses. No es la misma que va a regresar.

~ ♡ ~

-Su Majestad. -Una azafata interrumpió mi lectura y me obsequió una bebida a mí y a mis acompañantes. -El capitán le manda avisar que dentro de una hora estaremos aterrizando en Austria, señora.

Le agradezco a la azafata y ella pasa a retirarse para regresar a su respectivo asiento. Han sido varias horas de viaje, ya tomé una siesta y hablé con Hannah, Katharina e incluso con Elisabeth, quien vino desde Viena para verme.

En frente de mí Hannah está sentada con su eterna agenda pegada a la mano como su mejor amiga y compañía. Siempre tiene trabajo, pero ahora es raro ya que su agenda no le indica nada o por lo menos no lo hacía en estos últimos meses. Pero se dedica a observarla como si esperara que surgiera una tarea más por cumplir.

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