Capítulo 34: No soy una marioneta

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Cuando llegamos a la habitación, Elisabeth ya estaba preparando a su equipo para estar lista a tiempo. Me peinaron, me maquillaron y me ayudaron a sujetar bien la corona que había decidido llevar a cabo para la ocasión. Me observaba en el espejo cada vez que me preparaban para una presentación en público y por supuesto que esta ocasión no podía hacer falta.

Ha oscurecido y con el sol desapareciendo me entraba el miedo de lo que podría suceder. Tener que estar cerca de Max pero a la vez lejos de él ... ¡Dios! Va a ser una tortura para mí. Nos hemos evitado todo el día y podría haber dicho que mi día habría sido perfecto de no ser por esta presentación en público. Es necesario que lleguemos a estos extremos de fingir ante la gente cuando lo que se dice es la verdad, los rumores nunca terminan y circulan hasta generar todo un enredo de malentendidos que hace perder la idea general de las cosas. Sabía que esto sucedería en algún momento antes de casarme, pero no lo sentí tan real, ahora veo que te puede comer la cabeza por completo y hacerte perder el juicio.

Elisabeth me ayuda con unos pequeños retoques al maquillaje, pero al escuchar la puerta rechinar, ella detiene su brocha que esparce el rubor en mis pómulos. Cuando hace una reverencia, automáticamente mis ojos curiosos buscan saber quién ha entrado a la habitación a través del espejo. Ellos se encuentran con la sorpresa de ver cerca de la puerta y de pie a Max, quien luce un traje negro muy elegante, sus medallas honoríficas decoran su pecho y el sash que le cruza de color azul realeza solo destaca que de todos él es el que más importa, es la cabeza de Austria.

Sus ojos me observan y por ello retiró la mirada de inmediato. Ahora no soy capaz de verlo a los ojos pero no por vergüenza o arrepentimiento, sino porque sigo aferrada a mi idea, si me dejo flaquear desde ahora, después no podré hacer nada para remediarlo y entonces todos ellos habrán ganado.

 Ahora no soy capaz de verlo a los ojos pero no por vergüenza o arrepentimiento, sino porque sigo aferrada a mi idea, si me dejo flaquear desde ahora, después no podré hacer nada para remediarlo y entonces todos ellos habrán ganado

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-Gracias, Elisabeth, yo puedo terminar. -Sus manos sostienen el collar que voy a llevar en el cuello y por ello se lo retiró de las manos.

Ella no protesta, solo hace una reverencia a ambos y me da una ligera sonrisa antes de desaparecer de mi vista. Su ausencia carga aún más el ambiente de la habitación y con ello siento que me hace falta oxígeno para llenar por completo mis pulmones. Me concentro en lo que hago y solo terminó de abrochar por detrás de mi cuello el collar. Mis ojos se concentran en mi imagen que se refleja en el espejo, pero al terminar mis ojos se encaprichan por ver a Max.

Da vueltas por toda la habitación y lo veo por momentos observarme en el espejo. Sus ojos son fríos y se desvían cuando nos encontramos visualmente. Puedo decir que oficialmente mi tortura ha comenzado, pero he decidido algo nuevo. No quiero estar toda la noche junto a él y que no hayamos cruzado por lo menos una sola palabra.

-Si tienes algo que decirme entonces dilo ya. No te quedes callado. -Mi voz es cortante, pero de esa forma sólo podremos cambiar el ambiente.

Max deja de moverse y con ello me observa en el espejo. Sus manos se juntan sobre su espalda y eleva su cabeza para determinar su autoridad. No logro leer sus ojos, por lo que no estoy seguro de lo que pueda estar cruzando por su cabeza.

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