Esto es una locura, nos necesitan en Schönbrunn, nos escapamos por varios meses de ahí, se acercan muchas celebraciones y eventos para finalizar el año y debemos comenzar a programar los eventos del siguiente. Nuestras agendas están muy saturadas y eso me ha mantenido tan ocupada que ahora olvido varias cosas importantes.
A pesar de intentar cualquier argumento sólido y válido para que entre en uso de razón, él insiste en querer hacer esto. Aunque, técnicamente hablando, es imposible evitarlo, Max ha dado la orden a los hombres de Sebastian para llevarnos hasta nuestra cabaña, aquella en la que nos refugiábamos años atrás intentando ocultarnos del mundo entero, cuando una corona no estaba posicionada en mi cabeza. Tiene algunos años que no nos refugiamos en esa cabaña, oculta de la corte, de los Habsburgo-Lorena y del mundo.
Me sorprendió este ataque repentino de asistir a la cabaña, oculta entre los arboles del bosque helado en esta época del año. A pesar de la sorpresa me giro de un lado al otro como si fuera una niña a la que le acaban de obsequiar su dulce favorito, feliz y emocionada por la nueva aventura que se le avecina.
El camino es remoto pero seguro, Max siempre se aseguró de ello y sobretodo Sebastian. Siempre que nos escapamos del palacio experimentamos la adrenalina y en parte me gusta la experiencia.
Al llegar a la cabaña, las camionetas se detienen y los hombres que nos escoltan nos ayudan a descender de ella. Max no ha querido tomarse el tiempo para hacer maletas, solo ha deseado traer consigo a su esposa y como a mí nunca me gusta salir sin lo indispensable, mi bolso, ha sido lo único que he cogido para llevarlo conmigo.
—Retírense.
Max otorga la orden sin dudar ni un segundo. Todos se dirigen a sus puestos a excepción de Sebastian, quién le hace entrega de las llaves antes de unirse a sus hombres. Me encantaría decir que puedo estar en un lugar en la Tierra libre y sin preocupaciones junto a Max, sin embargo, mi querido esposo es el emperador y aunque su orden sea música para mis oídos, la realidad es que solo se alejaran unos cuantos metros de la construcción para darnos la "privacidad" que requerimos.
Max sujeta mi mano con una seguridad que yo no me esperaba de él. Su agarre me sorprende y por ello lo observo con una mirada que delata mi impresión. A diferencia mía, él permanece neutro, me es difícil entender lo que está pensando, más cuando ha mantenido la misma actitud toda la mañana. Sin previo aviso me lleva con él al interior de la cabaña después de varios intentos por conseguir embonar la llave correcta con la cerradura. Después de muchos años de ausencia por parte nuestra es lógico que ya no lo recuerde.
Camino en su interior observando cada detalle de la cabaña, es igual a como la recordaba, con la madera, la forja y la piedra haciendo juego perfecto para convertirla en un hogar acogedor. Siempre he tenido una debilidad por las cabañas, no lo voy a negar. Mis padres antes de mudarnos a Seattle les gustaba llevarnos en fin de semana a Adrian y a mí a una cabaña que ellos rentaban para estar juntos los cuatro como familia, desde ahí comenzó mi sueño por conseguir una cabaña donde pudiera disfrutar a solas de mi pareja y posteriormente de una familia, algo que pude hacer en contadas ocasiones cuando Vicky todavía nos acompañaba. Observo todo y me alegra descubrir que recuerdo la mayoría de las cosas al igual que su ubicación, mi rostro muestra una sonrisa de felicidad, una que es especial, inusual.
Me giro para observar a Max quién permanece recargado en la puerta principal, su sonrisa es tenue pero muy perceptible para mis ojos quienes hacen contacto con los suyos. Ahora que estamos solos y puedo analizar mejor su mirada comprendo lo que ocurre en este momento. No me quita los ojos de encima, ojos llenos de lujuria, pero a la vez estos contienen algo más, algo que me cuesta trabajo descifrar.
Max ha decidido tomar la iniciativa, se aleja de inmediato de la puerta para unir su cuerpo al mío y sujetarlo en mi cintura. Su rostro cerca del mío se ve dominante y su aroma combinada con colonia son como vino embriagador, podría ingerirlo siempre y con la certeza de que terminaré feliz y satisfecha.
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The Crown
Historical FictionYo no quería una corona, una que implicaba muchos cambios y mucho sacrificio en mi vida. Esa corona no me hizo tan infeliz cuando estaba con el amor de mi vida, pero cuando regresaba a la realidad, todo era una pesadilla y a cada segundo, desde que...